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El Buscón

¿Queda algún católico en la cúpula del PP?

Mariano Rajoy en la Moncloa, junto al secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin.

El PP recuperó la definición de 'humanismo cristiano' en sus estatutos. ¿Para qué?, comenta buena parte de la militancia, abochornada por la actitud de su dirección en la controversia sobre la emisión de la Santa Misa en TVE. Podemos ha lanzado una ofensiva en el Parlamento para que desaparezca de la parrilla todo vestigio relacionado con la Iglesia Católica. Un ataque furibundo y repleto de falsedades, se comenta en estos medios.

"Nadie de nuestro partido ha querido aparecer en defensa de la Iglesia, ni de los católicos. ¿Quién se cree que les votan, los budistas?", señalaba a esta Buscón un veterano afiliado, iracundo ante la 'cobardía' de la dirección de Génova. Envían sus quejas a la cúpula del partido, sin obtener respuesta. Llaman a radios y conectan con otros medios informativos para elevar su queja. En el partido no se les atiende. "Es una muestra de cobardía, alguien del PP debería plantarle cara a esta gente", comentan.

Pararle los pies a Pablo Iglesias

El argumento para la contraréplica es bien sencillo. La televisión pública emite también espacios de otras religiones. "Medina" se llama el dedicado a la confesión islámica y "Shalom" el de la judía. Todos con la misma periodicidad, sin preferencia alguna. "España es un país aconfesional, según al Constitución, pero de mayoría católica, como dicen los barómetros del CIS", señalan estos militantes indignados con la actitud del PP. ¿Le tienen quizás miedo a Pablo Iglesias? No lo parece. Al menos Rafael Hernando no se muestra cohibido en sus pulsos parlamentarios con el líder podemita. 

El PP huye despavorido en cuanto aparece algún asunto que roza las convicciones religiosas. Sepultó en su momento el debate sobre el matrimonio homosexual. Luego, sobre el aborto. Ahora, sobre la maternidad subrogada. De las misas en televisión, nada dice, enmudece, se esconde, no es su tema, ni su debate. Teme espantar al votante joven que no le vota, ni le votará. Un 'gallardonismo' mal entendido, señalan estos simpatizantes tremendamente irritados con sus 'jefes'. 

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