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El Buscón

Cena entre chicas famosas: ¿Qué se dijeron Elena Ochoa y Mónica de Oriol?

Una cena para contarse desgracias, culminada, según las fuentes, “con una buena ración de risas”.

La presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica de Oriol y la sexóloga y mujer del célebre arquitecto Norman Foster celebraron este fin de semana una “cena de chicas” para contarse en qué líos andan ambas metidas. Porque la vida de estas señoras es cualquier cosa menos aburrida. La Ochoa está que fuma en pipa con el Ayuntamiento de Madrid y con España entera, después de que, tras haber convencido a su marido para instalar en Madrid la Fundación Norman Foster, la impericia y/o estulticia municipal echara por tierra sus planes.

No está mejor De Oriol, que ha vivido la que quizá ha sido su semana horribilis, después de que se le fuera la lengua diciendo una de esas cosas que se pueden contar en privado pero jamás en público, que es lo que tiene la servidumbre de lo políticamente correcto en esta sociedad buenista nuestra: que en un país que abomina de la cultura del esfuerzo, hay gente que no vale ni para ir a recoger una herencia, y que a esa gente no se le puede pagar como al que está bien preparado y se esfuerza por labrarse un porvenir.   

Una cena para contarse desgracias, culminada, según las fuentes, “con una buena ración de risas”, que lo uno no quita lo otro. La señora Ochoa largó de lo lindo contra la alcaldesa de Madrid y su consistorio. Razones no le faltan: después de haberse gastado un pastizal comprando un palacete de principios del XIX en la madrileña calle Montesquinza, después de conseguir que cientos de cuadros de primeras firmas (Bacon, Picasso) estuvieran listos para viajar a la capital española y ser exhibidos en la rutilante Fundación Foster, todo se ha ido al traste por unos problemas con una maldita cornisa del edificio.

Su marido, un arquitecto multimillonario, acostumbrado a que le den facilidades en cualquier rincón del planeta, porque la marca Foster genera riqueza allí por donde pisa, le ha faltado tiempo para mandar al carajo a las autoridades españolas y echar por tierra en un instante los esfuerzos de su mujer por convencerle de que Madrid era el escenario ideal para su Fundación.

Las presiones sobre Mónica de Oriol

Mónica de Oriol intentó calmar a su amiga relatándole sus propias desdichas a cuenta de la famosa frase. Las presiones han sido tan intensas para que diera marcha atrás y entonara el “Diego donde dije digo”, que no ha tenido finalmente más remedio que reconocer su “error” y pedir disculpas: “Me equivoqué en la manera en que me expresé. Lo siento y pido disculpas. Al hablar de los jóvenes sin formación, utilicé una expresión muy poco afortunada, que ha dado lugar a interpretaciones totalmente contrarias a lo que yo misma pienso”.

Lo que más ha confundido y frustrado a la Oriol ha sido, según las fuentes, comprobar que las críticas le han llovido no de los medios de comunicación, cosa hasta cierto punto lógica, sino de afiliados del propio Círculo y de no pocos grandes empresarios con los que comparte amistad desde hace años, muchos de los cuales la han presionado para que pidiera ese “perdón”. Definitivamente España se ha apuntado a lo políticamente correcto. 

Para doña Mónica “las cosas en España son así” y eso implica, en su opinión, la renuncia a hablar alto y claro llamando a las cosas por su nombre, algo a lo que deberían sentirse obligados tanto grandes empresarios como organizaciones empresariales. Un mensaje subliminal sobrevoló la cena y las postreras risas: al menos Elena Ochoa tiene la suerte de poder mandar a políticos y burócratas patrios a tomar vientos; Mónica de Oriol está condenada a padecerlos.

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