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El Buscón

Letizia reclama un “espacio privado” en su relación de pareja con el Príncipe

Mucho se ha hablado de crisis matrimonial en la pareja formada por Felipe de Borbón y Letizia Ortiz, crisis a la que no sería ajeno el tsunami de escándalos en el que desde hace tiempo vive instalada la Familia Real española. Los rumores, recurrentes, se han visto retroalimentados por las frecuentes apariciones en solitario tanto del Príncipe como de Letizia, en particular de esta última, a la que muchos madrileños han visto ya divertirse en solitario no pocos fines de semana rodeada por un grupo de amigas, la mayor parte de ellas periodistas, como la propia Letizia.

Ocurrió el pasado viernes 28 de junio. Esa noche, los Príncipes decidieron acudir por sorpresa al concierto que el grupo “Hombres G” ofreció en la Ciudad de la Raqueta de Madrid. Copia literal de la web Hola.com: “Don Felipe y doña Letizia pagaron su entrada y evitaron ocupar la zona VIP, mezclándose así con el público, que les recibió con gran alegría. Hala! El Príncipe en el concierto de Hombres G en Madrid!, escribía un fan del grupo en Twitter. El Príncipe viendo Hombres G en Madrid. Viene Letizia, publicaba otro. Una vez pasado el revuelo, todos bailaron al ritmo de las canciones más conocidas del famoso grupo que conquistó a la juventud de los años 80”.

Lo que no contó Hola ni el resto de prensa cuore es que, unos minutos antes de terminar el concierto de “Hombres G”, don Felipe se dirigió a su mujer urgiendo la retirada:

-Tendríamos que ir saliendo ya, Letizia; nos esperan en la Ventas para el otro concierto.

-Ni hablar, Felipe, a eso tendrás que ir tú solo; yo me quedo con mis amigas, que tenemos otros planes para esta noche…

Y con sus cuatro amigas se largó a una disco de moda en la calle Príncipe de Vergara, donde, en un reservado, se divirtió de lo lindo bailando en grupo. Como una de las amigas expresara su preocupación por que alguien pudiera hacerle una foto con el móvil en postura inadecuada, “no sé, Letizia, nosotras mismas somos periodistas”, la princesa se encargó de tranquilizarla: “No te preocupes; de los tres escoltas que me acompañan, dos son mujeres, como has podido ver, y están bien aleccionadas, míralas: su misión consiste en evitar que a nadie se le ocurra hacerme una foto…”

El Príncipe, a cumplir en Las Ventas

Y mientras la Princesa se divertía con sus amigas, su Príncipe y marido tenía que pechar, en compañía de sus escoltas, con un bodrio de macroconcierto en la plaza de toros de Las Ventas hasta altas horas de la madrugada, tout pour la patrie et tout à la patrie!. Allí, Joaquín Sabina, Melendi, Miguel Ríos, La Oreja de Van Gogh, Nacha Pop y La Biblia en Verso, es un decir, alzaban sus voces en apoyo de esa gran insensatez olímpica llamada “Madrid 2020”, a la que el Príncipe, como presidente de honor del invento de la alcaldesa Botella, no podía faltar. Un marrón en toda regla. Las cámaras de TVE grabaron a don Felipe entre el público poniendo al mal tiempo buena cara, mientras la presentadora del concierto le agradecía, traspuesta por la emoción, su presencia.  

La Princesa lo pasó muy bien, haciendo realidad una fin de semana más ese “espacio privado” (sic) que reclama al Príncipe y que parece el Príncipe no tiene empacho en concederla, porque la condición de Princesa de España es profesión muy pesada, sobre todo si se ejerce las 24 horas del día, los 365 días del año. Este mismo mes de junio, Letizia, simpática con todo el mundo a su llegada, fue vista un sábado con el mismo grupo de amigas en la terraza del Hotel Ada de Madrid, y en un ambiente meteorológico más bien gélido.

Está por ver si el acuerdo o apaño, que se remonta por lo menos a 2011, sirve realmente para mantener vivo el amor en una pareja que, como todas las parejas del mundo, ha entrado ya en esa zona de desgaste que suele sobrevenir a partir del quinto/sexto año de matrimonio. Hay quien dice que no, que eso no marcha, y que este “cada uno por su lado” a la hora de divertirse es la manifestación más clara de esa desafección, añadiendo que el Príncipe tiene también su propio “ámbito privado” que suele vivir, por cierto, muy bien acompañado. Pero eso ya es harina de otro costal.

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