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El Buscón

Los Aznar están hartos y planean irse a vivir a Nueva York

Cuentan quienes frecuentan al campeón de los abdominales que su cabreo con Mariano Rajoy ha alcanzado cotas siderales después de la decisión tomada por su santa, Ana Botella, de no volver a ser candidata a la alcaldía de Madrid, retirada obligada, puro sentido común, que ha dejado al descubierto el infinito orgullo de una familia que no estaba dispuesta a sufrir el desaire de verse apartada por la fuerza, es decir, por el pulgar de Mariano, de esa carrera. Ellos lo cuentan más o menos así: “¿De modo que voy a estar quemándome en la alcaldía hasta un mes antes, recibiendo tortas por todas partes y dejándome la vida en el empeño para que tú, al final, me digas, por persona interpuesta además, que has pensado que no soy la candidata ideal…? Pues que te den morcilla: ahora soy yo la que toma la decisión de irse y anunciarlo antes de que tú me eches, mamón…”

José María Aznar está que trina, y por su boca salen sapos y culebras contra el hombre al que encumbró como candidato a la presidencia por el PP, en detrimento de Rodrigo Rato, en quien había pensado justo hasta el día en que, en un Consejo de Ministros, al titular de Economía se le ocurrió criticar con dureza la decisión del presidente de embarcar a España en la guerra de Irak de la mano de George Bush. En realidad la ruptura entre Aznar y Rajoy, o el principio de ella, se produjo cuando, con ocasión del “caso Gürtel”, salieron a relucir los regalos que la trama de los Correa y Cía habían hecho a la familia con motivo de la principesca boda de El Escorial entre su hija y Alejandro Agag. A Josemari esos detalles le parecieron de una deslealtad infinita, porque siempre ha opinado que “Génova, es decir, el partido, es decir, Mariano, podía haberme evitado ese bochorno de haberlo querido”.

Todos los puentes con Rajoy están rotos

El desaire de la alcaldía de Madrid ha sido la gota que ha colmado el vaso de una larga lista de desencuentros. Todos los puentes han saltado. Soberbio donde los haya, Aznar considera el silencio de Mariano para con el futuro de Ana como una ofensa personal. El ex presidente cree que ni dirección del partido ni la presidencia del Gobierno le tienen el respeto que se merece. Ni le respetan ni le quieren. Si a lo dicho se le añade “el hartazgo que les produce ser objeto del pim-pam-pum de cualquier capullo en cualquier medio de comunicación, en particular en las televisiones”, según un amigo de la familia, todo ello les habría llevado a recapitular la situación y a “estar pensando muy seriamente en levantar el campo de España para irse a vivir a Estados Unidos, concretamente a Nueva York”.

Hace tiempo que los negocios pasaron a convertirse en el interés prioritario del ex presidente, muchos de cuyos amigos, algunos entre los más influyentes y poderosos, se encuentran en los Estados Unidos, porque es gente de la derecha norteamericana, lo cual explicaría también el interés por trasladar su centro de operaciones a USA, huyendo del avispero español y de lo que Aznar en concreto considera “un maltrato generalizado”. En el Partido Popular, sin embargo, no creen que la sangre llegue al río, y piensan que el matrimonio Aznar-Botella va de farol: “La condición de lobista de José María, con la que se gana tan estupendamente la vida, tienen su razón de ser, su palanca, su apoyatura, en su condición de presidente de la Fundación FAES y en su capacidad para abrir puertas ante la Administración y ante el Gobierno del PP, y eso lo perdería abandonando Madrid”. Lo que pocos dudan es que el matrimonio dará muy pronto que hablar, y no precisamente para dar gusto a la calle Génova ni a La Moncloa. Atentos a la pantalla. 

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