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El Buscón

Los discursos del ministro del Interior aburren a las ovejas y desmayan a los policías

El ministro del Interior pasa revista a los agentes que luego aburrió con su oratoria.

¿Hay algo más aburrido que un discurso? Sí, un discurso del actual ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Y a las pruebas se remite El Buscón. Durante la jura de los 1.952 nuevos policías nacionales celebrada ayer en la Academia de Ávila, las palabras pronunciadas por el máximo jefe de las Fuerzas de Seguridad del Estado no sólo acabaron con dos de los agentes desmayados, sino con parte importánte del público abucheándole y pidiéndole a gritos que acabase de una vez. El ministro, que llevaba ya más de viente minutos hablando de que "no existe mayor honor que servir a España y a los españoles" y de aconsejar a los novatos "crecer profesionalmente desde unos valores y principios propios de la Policía", optó afortunadamente por abreviar y emprender el camino de vuelta a casa ante el evidente riesgo de terminar llenando la enfermería del centro policial.

Los hechos ocurrieron sobre la una de la tarde de ayer. Los cerca de 2.000 agentes de la XXVI promoción formaban desde varias horas antes con traje de gala en el patio del centro a la espera de las autoridades para dar comienzo al acto que en el que se les iban a entregar sus ansiados títulos profesionales que les convertía en funcionarios con placa y pistola. Puntuales a la cita llegó el ministro, que se trasladó desde Madrid en helicóptero, y el director general de la Policía, Ignacio Cosidó, dispuestos a presidir un acto que, además de los agentes, contaba con la presencia de los numerosos familiares de éstos que habían acudido a ver los jurar. Bastón de mando en mano, Fernández Díaz pasó revista a los agentes, escuchó el himno en la tribuna en posición de firme y se dispuso a pronunciar 'unas palabras'.

A pesar de que empezó con eso de "no me voy a extender" y continuó con varios "voy finalizando", el ministro se gustó tanto en el papel de orador ante su estática audiencia que prolongó su discurso más allá de lo razonable a una hora en la que sol castigaba lo suyo. Y pasó lo que tenía que pasar. Primero fue una policía situada en primera fila. Empezó a tambalearse, a dar muestras que no sería capaz de mantener la verticalidad más allá de unos minutos. Por fortuna, los compañeros que estaban junto a ella en la formación la cogieron antes de que se cayera y la llevaron a una sombra. Menos suerte tuvo un segundo agente. Éste se desplomó sin que nadie puediera evitarlo.

Visto que pese a las 'bajas' el ministro seguía erre que erre con su discurso de "sacrificio, esfuerzo y entrega", los familiares de los agentes, temerosos de que su hijo, novio o hermano fueran los siguientes en desmayarse, comenzaron a abuchear y silbar al ministro. Hubo, incluso, alguno que por si no entendía el mensaje, le gritó un explícito: "Cállate ya". Finalmente, Fernández Díaz captó el mensaje y decidió, por fin, 'ir finalizando". Cinco minutos después de acabar su soporífero discurso, cogió por donde había venido, es decir, el helicóptero de la Policía, y se fue de vuelta a Madrid. Allí se quedaron el director general, los mandos policiales, los nuevos agentes y sus familias tomando un 'vino español'. Merecido refrigerio tras el soporífero discurso del ministro.

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