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El Buscón

Felipe VI, el rey que le hace ascos a los toros

Felipe VI en una fotografía de archivo, correspondiente al 2015.

Que los Borbones tienen en el joven Froilán a un entusiasta de la fiesta taurina es algo que salta a la vista. Su abuelo, Juan Carlos I, y su madre, la infanta Elena, también se prodigan en los tendidos. No ocurre lo mismo con su tío y actual monarca. Resulta más que obvia la fría y distante relación que tienen el rey Felipe VI y su consorte Letizia con los toros como espectáculo. Jamás se dejan ver en festejo alguno, por significativo que sea.

Desde su llegada a Zaruela, Felipe VI quiso marcar distancia con la afición taurina de su padre, al punto de que dejó pasar un año antes de asistir a una corrida como rey. Pero la corona aprieta y toca pasar por el aro. Así que por segunda vez desde que llegó al trono, el rey ha acudido a Las Ventas para presidir la corrida de la Beneficiencia. Como ya ocurrió en 2015, fue solo, sin la compañía de la reina, que -ya se sabe- le hace ascos a estos asuntos.

Con un cartel que incluía a El Juli, José María Manzanares y Alejandro Talavante, la corrida de la Beneficencia de este año es casi el broche de una Feria silenciada en los grandes medios y a la que la visita del monarca le da un empujoncito. La mayoría de las veces, como la de este viernes, las ovaciones a Felipe VI en Las Ventas suenan al mismo tiempo, a celebración y reproche. ¿Por qué nunca viene?, se pregunta la afición venteña, que mira dolida y con aprehensión la distancia de la corona con la que se considera la primera plaza del mundo y sede de una de las ferias más importantes. Así rumian los tendidos tan indiferente actitud. Felipe VI, aseguran, es el rey de todos los españoles y eso incluye a los que les gustan los toros y a los que no.

Valga decir que, de los seis de la tarde, a Felipe VI sólo se le brindó uno: el primero de El Juli. Talavante y Manzanares dieron esquinazo al monarca, muy solitario en el palco, acompañado por Cristina Cifuentes. En el patio de arrastre, en cambio, José Bono eclipsaba a las abuelas y un extraño sopor recorría la piedra. Un hartazgo. Fueron poquísimos, uno como mucho, los vítores a la corona. Una tarde sin atributos... sin un solo clavel para Felipe VI.

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