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El Buscón

¿Qué cuchicheaban Esperanza y Gallardón a la vera de Mariano?

La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, saluda a Mariano Rajoy durante la ceremonia.

Nadie echó de menos a Pedro Sánchez. Lleno hasta la bandera en la Casa de Correos para arropar a Cristina Cifuentes, que se estrenaba como presidenta en la fiesta de la Comunidad madrileña. Más gente que el año pasado. El tirón de Ignacio González, su predecesor, resultaba escuálido. Pese al puente festivo, decenas de políticos, artistas, empresarios, periodistas y algún miembro del clero se desplazó hasta el palacio de la Puerta del Sol para no perderse la recepción. La delegación de Ciudadanos, posiblemente la más poblada, desembarcó en hora temprana frente al portalón de entrada casi al estilo de Podemos, todos en grupo, tras los pasos del líder, Albert Rivera, simpático, jovial, abrazador, embaucador, sonriente. Begoña Villacís, la musa naranja, con permiso de Arrimadas, acaparaba cumplidos, besos y algún que otro piropo del madrileñismo castizo que aún aparece por estos festejos. 

Mariano Rajoy presidía el equipo del Partido Popular, con su vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría a su vera, con un Ayllón por los alrededores, y el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, quien siempre imprime el toque de alcurnia noble a estas celebraciones. De los cachorros de Génova se pudo ver a Pablo Casado y a Andrea Levy, activos y espléndidos. Por el PSOE le tocaba ejercer de cabeza de cartel a Ángel Gabilondo. La alcaldesa Carmena hacía los oficios del grupo de Podemos, junto a su portavoz Rita Maestre, guapa. 

Estalla el morbo

Quiso el protocolo que Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, antiguos jefes de esa Casa, aparecieran silla con silla en la ceremonia de la entrega de distinciones de la Comunidad, en la que Arturo Pérez Reverte y Alex de la Iglesia brillaron con luz propia. Y ahí estalló el morbo. Atendieron con impecable respeto el discurso levemente egocéntrico de la presidenta Cifuentes, que no dudó en poner a Madrid y a su política como ejemplo a seguir a escala nacional. Pero el resto de la ceremonia, con el cante de Estrella Morente incluido, no pararon de cuchichear entre risas y sonrisas. Muy divertidos ambos, pese a que ella ya no está en la primera división de los cargos institucionales y él ya dejó la política por voluntad propia. ¿Tramaban algo? ¿Hacían chistes? ¿Se contaban maldades? ¿De qué se reían? La pareja fue el centro de atenciones y comentarios por parte de muchos periodistas que siguieron el detalle con atención. Aguirre siempre atrae interés mediático y Gallardón, prácticamente desaparecido, mantiene ese cierto encanto de quien tanto pudo ser y no fue. 

Mal empieza la campaña, masculló un fotógrafo, que se quedó sin la instantánea buscada

A la hora de las preguntas, la actual jefe de filas del PP en el Ayuntamiento, como siempre, fue la más directa. Al grano: los partidos tienen que mojarse y decir antes de la fecha electoral con quiénes piensan pactar, dijo Aguirre. Rajoy, más diplomático, se decantó por la línea Rivera: no a los vetos. Y punto. El presidente en funciones estaba en modo campaña. Largo rato conversó con los equipos de salvamento y emergencias que acababan de regresar del Ecuador. Se hizo 'selfies', saludó a cuantos pudo y no negó ni una mano ni una sonrisa. Eso sí, ni se acercó a Rivera, ni amagó un gesto de cordialidad. El líder de Ciudadanos hizo lo propio. No hubo saludo en la cumbre del centroderecha. Mal empieza la campaña, masculló un fotógrafo, que se quedó sin la instantánea buscada.

Cifuentes, que gobierna merced a los naranjas, estaba esplendorosa en su día. Madrid es ya el último reducto visible del poder territorial de PP y ella es su imagen, su líder, su póster, su Marianne. Gabilondo negó doscientas veces que le hayan sondeado para las listas del PSOE al Congreso. Y la alcaldesa Carmena despachaba sonrisas como magdalenas. "Se hace la simpática pero no lo es", susurraba una respetable anciana que se había acercado a saludar a la alcaldesa. 

No falló el combustible, aunque austero y modesto. Licores de batalla y canapés de circunstancias. O eso cuentan quienes los cataron. Mucho alcalde de la provincia que se dispone a movilizar a sus huestes para la campaña. Y el padre Ángel. Y el pequeño Nicolás que lo intentó pero no entró. La Guardia Civil velaba por la normalidad del acto, naturalmente. "Ni Sánchez, ni Iglesias, esto es Madrid, da gusto", apuntaba un experimentado canapero. Y ya de retirada, en algunos corrillos, volvía la pregunta: ¿Pero qué cuchicheaban tan divertidos Esperanza y Gallardón?

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