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El Buscón

Emilio Botín: lo encontraron muerto en la bañera de su casa el martes por la noche

Lo encontraron muerto en la bañera de su casa de Somosaguas el martes por la noche. Es la versión que algunos miembros de la familia contaron ayer jueves en Santander, en el velatorio del cadáver de Emilio Botín-Sanz de Sautuola y García de los  Riós, en el Promontorio santanderino, el viejo y precioso palacete familiar donde hoy tiene su sede la Fundación Marcelino Botín. Lo contaron tal cual, y eso ya parece todo un exceso en un suceso, el de la repentina muerte del primer banquero español, que ha estado -sigue estando- rodeado de un oscurantismo impropio de una institución como el Banco Santander, oscurantismo que está dando lugar a todo tipo de interpretaciones sobre lo ocurrido.

El banquero había estado el viernes en Italia para asistir a la prueba del campeonato del mundo de automovilismo celebrado este fin de semana en Monza. Esa noche cenó con un grupo de periodistas españoles –el ágape ha sido relatado por todos y cada uno de ellos-, aunque parece que regresó al día siguiente sábado, sin presenciar la carrera, porque “no se encontraba del todo bien”. El lunes trabajó con normalidad, pero el martes 9 abandonó el despacho a las 5 de la tarde, aduciendo que se sentía algo cansado. ¿Anulamos la agenda de mañana, don Emilio? “Ni hablar, mañana estaré como nuevo”.

Lo cierto es que, con “unas decimillas” de fiebre lunes y martes, ese martes por la noche, en contra de los consejos de sus médicos, quiso darse un baño de agua caliente en su residencia de Somosaguas, municipio de Pozuelo de Alarcón, en el noroeste madrileño. Lo encontraron muerto en la bañera, desde luego antes de la medianoche del martes 9 -la familia es muy parca a la hora de facilitar detalles-, de modo que el clan familiar dispuso de toda la madrugada del miércoles para asumir lo ocurrido y organizar la notificación oficial del óbito.

Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos”

Sin embargo, alguien próximo al Consejo de Administración –ojo, no perteneciente a la familia- deslizó ayer la especie de que Emilio Botín había muerto en el apartamento del que disponía en la sede del banco, sita en Boadilla del Monte, alrededores de Madrid, lo que induciría a pensar que murió solo –“Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos” que dijo Orson Welles- y que tal vez el suceso no se conoció hasta que, a primera hora de la mañana –el banquero era muy madrugador- alguien le llamó sin encontrar respuesta. Esta posibilidad pondría en evidencia lo que es un secreto a voces en los ambientes sociales madrileños: que el matrimonio formado por el banquero y su esposa, Paloma O’Shea, estaba roto desde hace mucho tiempo, una situación que algunos han comparado hace tiempo con la del rey Juan Carlos y la reina Sofía.   

¿Pura especulación? Lo cierto y verdad es que el cadáver, camino de Santander, salió del domicilio de Somosaguas, como las escasas imágenes –lejanas, casi robadas: de nuevo el oscurantismo antes aludido- han puesto en evidencia. Nada se ha sabido sobre si la familia o el personal del servicio, tras hallarlo inconsciente en la bañera, llamó o intentó hacerlo al SUMA con la intención de reanimarlo, y si efectivamente algún médico o médicos se personaron en la finca de Somosaguas, muy cercana al chalé que ocupó Felipe González tras su salida del Gobierno en 1996.

En contra del reclamado deseo de intimidad por parte de la familia, el velatorio del cadáver resultó ayer –de acuerdo con testigos presenciales- un evento con todos los ingredientes del acto social alejado del dramatismo de un duelo. Un verdadero desfile de notables, del mundo de la gran empresa sobre todo, ante más de cien coronas de flores enviadas por todo el establishment patrio –¡empezando por las mandadas por los sindicatos llamados de clase!-, dispuestos todos a dejarse ver y ser vistos en exhibición bastante impúdica de relaciones sociales y prestación de vasallaje. ¿La familia? “Tranquila, incluso diría que relajada, muy enteros todos, con excepción, muy notoria, de una Ana Patricia Botín que francamente parecía destrozada, entre otras cosas por el cansancio acumulado”. 

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