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El Buscón

Higinio’s, el último restaurante de moda en Madrid

Un hijo de la que fuera durante mucho tiempo estandarte de la mejor restauración madrileña, la santanderina Teresa del Carmen Aguado, fundadora de Mayte Commodore, en la plaza de la República Argentina (la de “los delfines”), y una de las hijas del más que polémico ex presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, hoy en la cárcel (alzamiento de bienes y blanqueo de dinero) por su mala cabeza y peor conducta, acaban de abrir –cuestión de semanas- el que pasa por ser “el último restaurante de moda” de Madrid: Higinio’s.

La ubicación no puede ser mejor: en la calle Juan Bravo esquina Lagasca –frente por frente con la embajada de Italia-, entre Serrano y Velázquez, es decir, en pleno cogollo del barrio de Salamanca. Entre la clientela, como es fácil imaginar, pocos jóvenes y mucha gente acomodada de la zona, que encuentra en el local un lugar donde comer o cenar, pero también desayunar, merendar al estilo de los viejos salones burgueses de antaño, o tomar un tente en pie a media mañana. Un restaurante non stop, un sitio elegante, con cierto toque londinense.

La sorpresa de esa buena y a menudo rica gente del barrio de Salamanca es ver aparcados en Lagasca esquina Serrano alguno de los cochazos que suele conducir el dueño de Higinio’s. Oído al pasar hace escasos días entre un grupo de señoras bien acodadas en la barra del local, al descubrir la silueta de un deslumbrante Rolls-Royce Silver Shadow aparcado en Lagasca frente al jardín de la embajada italiana.

-¡Qué poca vergüenza, venir aquí a presumir de los coches del suegro…!     

-Mujer, no serán del suegro, serán suyos, porque el suegro tiene toda su colección de coches embargado, todo lo tiene embargado…

En honor del hijo de Mayte y de la hija de Díaz Ferrán hay que decir que ambos se lo curran a conciencia. Todo el santo día en el local, pendientes de la clientela, del servicio y de que nada falte nunca a nadie. ¿Un restaurante de lujo? Pues no, nada que ver con los grandes de la restauración madrileña que con la crisis han ido cayendo como moscas.

La carta, en efecto, es más que asequible –precios de carnes y pescados en torno a los 22 euros, con IVA incluido-, de modo que se puede comer más que aceptablemente por menos de 40 euros (olvídense del caviar, naturalmente), y ello a pesar de que el servicio –Higinio’s ha recuperado a tres miembros del staff del desaparecido Jockey- es excelente. Son las ventajas que tiene la crisis.

Eso sí, recomendable reservar si uno quiere encontrar mesa y ver alguno de los fastuosos coches que el dueño de Higinio’s suele aparcar frente a la embajada italiana. El local está siempre a tope, con esa filosofía de los restaurantes de moda madrileños a los que el personal acude dispuesto a ver y ser visto –las mesas, demasiado cercanas, no favorecen la intimidad-. Por cierto, el sumiller se llama Buenaventura. Con semejante nombre, el éxito está asegurado. Buena suerte a Higinio’s.

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