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Picante: la razón principal por la que deberías incluirlo ya en tu dieta

No temas a guindillas, jalapeños y otros pimientos picantes porque puede que tu salud los eche de menos. Con moderación, claro, pero resulta que a pesar de su bravo aspecto estamos hablando de un refuerzo perfecto para tu salud cardiovascular

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La mala fama del picante cruza fronteras, a pesar de que en España no seamos un país excesivamente dado a este 'sabor', sobre todo si nos comparamos con otras cocinas internacionales. Basta echar un vistazo a nuestro recetario para ver que el fuego de nuestros platos no suele pasar de alguna inocente guindilla o del pimentón picante, a los que distribuir entre gambas al ajillo o patatas bravas.

Muy lejos en lo culinario de los líderes de estas guerras como podrían ser mexicanos, indios o tailandeses, donde entre chiles, ajís y un largo etcétera de pimientos acaban dándonos sopas con hondas en torno a la potencia de sus platos, haciendo que para ellos sea un juego de niños lo que para nosotros puede ser un tormento.

En estas lides además hay que recordar que el picante no es un sabor (realmente nuestras papilas gustativas solo reconocen cuatro: dulce, salado, amargo y ácido), sino que nuestro cuerpo no lo registra a través de estas papilas, sino de los llamados nocireceptores, unos receptores sensoriales que reaccionan a los estímulos que lesionan los tejidos y que no están solo en nuestra boca (se encuentran además en la piel, en las mucosas, en los genitales, e incluso en músculos e intestinos).

Simplificado, podríamos decir que son los encargados de trasladar la alerta al sistema nervioso central cuando se produce algún daño. De hecho, verás cómo los pimientos picantes pueden irritar cualquier parte de nuestro cuerpo aunque no los tomemos, y esto se debe a la capsaicina, una oleorresina responsable del carácter picante de estos bravos ingredientes, pero también de sus beneficios.

Evidentemente, cada tolerancia dependerá de muchos factores, sobre todo educacional, pero también es cierto que no conviene llenar nuestra vida de picante si ya tenemos patologías previas que puedan ser empeoradas con su presencia. Es decir, evitemos riesgos innecesarios haciendo partícipe a guindillas, habaneros, chiles moritas, jalapeños o al temido Carolina Reaper si nuestro cuerpo ya nos ha dado avisos previos, sobre todo a nivel estomacal, de que el picante no tiene futuro con nosotros. Por cierto, no olvides que la mayor parte de la capsaicina se condensa en las semillas, no en la carne del pimiento.

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No hace falta pasarnos de intensidad de picante, los jalapeños bastarían para hacer este efecto. ©Pixabay.

Los sospechosos habituales, susceptibles de empeorar si embravecemos nuestros platos, son de sobra conocidos: úlceras, gastritis, intestino y colón irritable, reflujo gastroesofágico, ardor o hemorroides suelen estar en esta alineación inicial, pesadilla de médicos digestivos y estomatólogos, que suelen sacar al picante de las dietas en cuanto aparecen síntomas relacionados con estas enfermedades.

Sin embargo, con moderación y sin presentar dolencias anteriores que tengan que ver con nuestro bienestar gastrointestinal, el picante puede acabar siendo un espléndido aliado de nuestro organismo.

El picante al rescate de nuestro corazón

Tras analizar más de 4.700 estudios, una investigación de la Asociación Americana del Corazón, sugiere que la personas que consumen una cantidad moderada de picante vivirán más años y reducirán el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares o cáncer.

Valiéndose de esa medida, la publicación encuentra que comer pimientos picantes reduce el riesgo de enfermedades coronarias en un 26%, además de reducir un 23% el riesgo de morir de cáncer e incluso bajar un 25% el riesgo de morir por otras causas relacionadas con el organismo si lo comparamos con personas que nunca toman picante.

Pero, ¿por qué el picante se convierte así en un refuerzo de nuestro corazón? Pues tenemos que poner el foco en la citada capsaicina, según extraemos del blog de Penn University, una de las más prestigiosas de Estados Unidos, donde mencionan que los pimientos picantes reducen los niveles del LDL, el denominado 'colesterol malo'.

A ello se le suma otro factor, que quizá pase más desapercibido, pero el picante también se convierte en un estimulante de nuestro sistema metabólico, por lo que ayudará a quemar más rápido las grasas ingeridas que aquellas personas que no consumen picante. A esta agilización de la función metabólica se suman otras dos inesperada: combatir la diabetes y adelgazar.

La prevalencia de la diabetes tipo 2 en personas obesas es mayor que en la de personas delgadas, además de poder encontrar más casos de hipertensión, por lo que esa ventaja de la capsaicina a la hora de metabolizar más rápido puede hacer que quememos calorías con más facilidad, evitando así la aparición de otras patologías relacionadas con el sobrepeso, un factor de riesgo cardiovascular de sobra conocido.

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En ese grupo de ventajas, la ironía de la capsaicina y de los pimientos picantes también se traslada al grupo de los betacarotenos (que no solo sirven para potenciar el bronceado) y a la vitamina C, presente en los pimientos de forma abundante, y que los convierte en antioxidantes naturales, por lo que nuestra longevidad también puede valerse de su presencia en este caso, combatiendo así a los denominados radicales libres que se liberan en situaciones de estrés o de enfermedad, y que podrían dañar a nuestras células.

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