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ALIMENTACIÓN

Cómo ahorrar dinero en alimentación con la ayuda de una báscula: raro pero funciona

En la mayoría de baños de nuestro país hay una solitaria báscula esperando con ingratitud a juzgar nuestros kilos. Sin embargo, no debería ser la única que debiera haber en nuestra casa y por ello te traemos dos motivos de peso

En la soledad del baño, la báscula espera implacable en la soledad del baño, aguardando a que caigas en su red y compruebes el baile de cifras. Kilo arriba o kilo abajo, nos muestra una cambiante realidad que ejerce como testigo de nuestros vaivenes nutricionales sin que podamos encontrar necesariamente las causas de la fluctuación.

De forma anónima y mucho más ajena a esta danza de kilos, como si de un mercado bursátil se tratara, la cocina debería ser el lugar donde tuvieras otra báscula, quizá más importante si nos acostumbramos a usarla, es la de la cocina, permitiéndonos ahorrar por dos razones.

Además, no importa el tipo de hogar que conformemos o nuestra edad: un piso de soltero o compartido con varios amigos; tu nidito de amor; una casa con niños o una casa familiar donde el nido ya se ha quedado vacío. En todos ellos la báscula de cocina tiene dos poderosas razones para estar presente y las dos pasan por el mismo lugar: el ahorro.

No son ahorros metafóricos, aunque algún disgusto te podrá evitar, sino ahorros reales que nos ayudarán a controlar lo que comemos, lo que gastamos y lo que compramos, convirtiéndose en una aliada cotidiana baratísima -tienes básculas de cocina por apenas diez euros- que hará que en tu casa se reduzcan los desperdicios de comida.

Por qué el ahorro en cocina pasa por una báscula

Del nido vacío a las parejas debutantes; de los hogares tocando zafarrancho de combate con menores a movidos pisos compartidos... Todos ellos son ejemplos de convivencia y de lugares donde la cocina implica diferencias intendencias. No será lo mismo la comida que se cocine en uno u otro, ya sea por cantidades, por tiempos o incluso por producto, pero todos tienen un denominador común: se acaba tirando comida.

Un problema que no solo afecta a nuestro bolsillo, sino que se convierte en un problema que alcanza matices también medioambientales y sostenibilidad, ya que compramos más de lo que necesitamos o elaboramos, y eso también supone un desperdicio de recursos indirecto a los productores. Lógicamente, donde más sentiremos tirar comida será en nuestra economía doméstica, pero mirando más allá veremos que el desperdicio de alimentos también sacude al planeta.

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El 48% de lo que se tira en los hogares españoles es fruta, verdura y pan fresco.

Y eso que los españoles no somos el país de Europa que más comida tira a la basura (en 2016 éramos séptimos), aunque nuestros datos no son halagüeños. Según un informe ministerial de 2016, tiramos nada menos que 1.325 millones de toneladas de comida -preparada o sin preparar- en los hogares, lo que supone un 42% del desecho total, mientras que el resto se reparte entre elaboraciones industriales (39%), restauración (14%, gracias también a iniciativas como Too Good To Go) y distribución (5%), siendo este el eslabón más eficiente por razones como estas, y es que el denominado food wasting es un problema global.

Un drama que además salpica especialmente a ciertos productos, como se menciona en un debate que organizó la OCU en 2016, hablando de aquellos que eran más susceptibles de acabar en la basura: entre un 30% y un 50% de los alimentos comestibles acaban desechados, donde un 80% se tiraban tal cual se habían comprado, mientras que el 20% pertenecía a alimentos ya procesados que sobraron. Además de eso, se mencionaba que el 48% de lo desechado correspondía exclusivamente a frutas, verduras y pan fresco. Como veis, ahorrar no es solo una cuestión de comprar menos o más barato y sí de comprar mejor.

Entonces, ¿qué tiene que ver la báscula en todo esto?

Báscula por razones de peso y de bolsillo

Pues precisamente porque nos ayudará a ahorrar en dos sentidos. El primero en evitar que compremos más comida de la que vayamos a preparar porque mediremos mejor las raciones, sobre todo si hacemos recetas que veamos de sitios webs o de libros de cocina; el segundo ahorro vendrá porque generaremos menos comida elaborada al ser más racionales con lo que compremos.

Una báscula evita que cocines de más y que, por tanto, acabes empaquetando y congelando tuppers hasta el infinito, simplemente porque te ha sobrado comida, o directamente que te acabes terminando restos y platos simplemente por el hecho de no desechar comida, lo cual puede ser positivo en términos medioambientales pero choca frontalmente con nuestro segundo problema de la báscula: el peso.

Es un pequeño dilema, pero una realidad en muchas casas donde no se quiere tirar comida, lo cual es loable, pero donde se puede cocinar en demasiada cantidad, lo cual nutricionalmente no tiene por qué ser siempre lo más indicado. Es por eso que la báscula en la cocina nos permite medir mucho mejor las cantidades de lo cocinado, que se traslada también en raciones más adecuadas y permitiendo así que no ganemos peso con tanta facilidad.

Algo que incluso nos enfrenta a nuestra propia psicología, siendo dejar el plato vacío una especie de meta ya que el ser humano es completador por naturaleza, y que hace que tendamos a acabarnos toda la comida, bien sea por ese estigma o por demostrar agradecimiento hacia lo cocinado y que también puede provocar que comamos más por cuestiones tan elementales como el tamaño del plato.

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Una báscula de cocina nos ayuda a ahorrar en la compra y nos ayuda a no engordar al controlar las cantidades cocinadas. ©Gtres.

Todo ello lo podemos reducir a un sencillo axioma: cuanto más racional compres, más racional comes. Esa racionalidad permitirá no enfrentarte a la báscula del baño, ni a tirar más comida de la que desearías, o a no cocinar más de lo que pudieras estar consumiendo, es decir, ahorrar en varios eslabones de esta cadena. Problemas que pasan en muchas casas españolas, aunque las que se llevan la palma en cuanto a desechos de comida son aquellas, explica la OCU, en las que "hay niños, muchos miembros y compran comida preparada".

Sin embargo, también en generaciones teóricamente más comprometidas encontramos datos nada halagüeños: los millenials están entre los que más alimentos desperdician.

Algo que también ocurre en casas donde han cambiado las necesidades nutricionales o el número de miembros. El ejemplo podríamos encontrarlo en un hogar donde los hijos adultos ya se hayan emancipado, pero se haya adquirido el hábito de cocinar para cuatro o cinco personas, generando así raciones más grandes y cocinando de más.

Por eso, medir lo que realmente necesitamos en una receta con una báscula de cocina nos hará un favor, tanto al bolsillo como al peso, y por eso también podemos aplicar ciertos consejos de la OCU para tirar menos comida.

Entre ellos mencionan la importancia de revisar la nevera (y el congelador, ese pozo a veces sin fondo) y la despensa antes de hacer la compra; planificar las comidas para los próximos días -incluso recurriendo al batch cooking-; colocar los productos recién comprados al fondo; evitar las compras por impulso y los 3x2, y no abrir los envases hasta estar seguros de que se vaya a consumir.

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