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Bienestar

Hipotensión en verano: las bajadas de tensión estivales te avisan de estos riesgos

Sentirse mareado, cansado o de repente sentir que pierdes ligeramente la visión cuando te pones en pie de forma rápida no son síntomas típicamente veraniegos. Sin embargo, nuestro organismo reacciona peor durante el calor

Hipotensión en verano: las bajadas de tensión estivales te avisan de estos riesgos
Un médico mide la tensión arterial de una paciente. ©Gtres

Sentir que el verano nos 'aplatana' no es una mera cuestión térmica, sino que puede ser una hipotensión (o bajada de tensión arterial). Durante los meses de más calor, nuestro cuerpo reacciona de forma natural provocando una ligera vasodilatación, haciendo que venas y arterias se engrosen. Al ocurrir esto, nuestra presión arterial desciende, lo cual obliga al corazón a cambiar su ritmo.

Empieza a bombear más rápido de lo habitual, causa de que esos mareos, acompañados de palpitaciones e incluso de pérdida de equilibrio, sean más frecuentes. En cualquier caso debemos fiarnos de que las bajadas de tensión solo aparezcan en verano, ya que se pueden dar en cualquier época del año, pero sí es cierto que su recurrencia aumenta en junio, julio y agosto.

Además, la presión arterial baja o hipotensión tiene unos patrones delimitados para saber cuándo considerarla baja, oscilando en los valores 9/6. Es decir, según Clínica Mayo, hablaríamos de una lectura de la presión arterial inferior a 90 milímetros de mercurio (mm Hg) para el número superior (sistólica) o 60 mm Hg para el número inferior (diastólica).

La sintomatología incluye mareo o cierto aturdimiento, desmayos, visión borrosa o desvanecida. Además, es también común que incluya náuseas, fatiga o falta de concentración, por lo cual podemos interpretar en ocasiones con simple cansancio, cuando no es así. Lógicamente, la hipotensión va asociada en la sintomatología de estar cansado, pero debemos diferenciar cuándo hablamos de una cosa u otra.

También se debe diferenciar de la hipotensión ortostática (o postural), la cual se produce cuando te pones de pie tras estar sentado o acostado. Es más frecuente en personas ancianas, aunque la prevalencia total dentro de la población está cerca del 6,9%, y los síntomas son los mismos: mareo, aturdimiento o incluso desmayos.

Generalmente son episodios leves, que pueden durar unos minutos y que con reposo se recuperan, pero existen otras hipotensiones ortostáticas, las agudas, que cobran más importancia durante los meses de verano. Afortunadamente, diagnosticarla y solucionarla es relativamente asequible.

Identificar la hipotensión en verano

No solo el hecho de que haga más calor se convierte en una mala noticia para la salud cardiovascular. Cierto es que afecta con más frecuencia a personas delgadas y a mujeres o que otros factores externos, como pueden ser una pérdida repentina de sangre o algunos medicamentos, como ansiolíticos o diuréticos, pueden favorecer la aparición de una tensión arterial baja.

En ningún caso se debe concebir como algo necesariamente bueno ser hipotenso de forma continuada, lo cual exigiría una diagnosis médica para descartar otras patologías, algunas de las cuales van asociadas a anemia ferropénicas. Por lo que se debe desbancar el mito de que una tensión arterial baja es buena por naturaleza.

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Un sencillo tensiómetro nos servirá con facilidad para comprobar nuestra tensión. ©Gtres.

Esto acaba encauzándonos hacia las complicaciones habituales del verano para saber por qué las bajadas o bajones de tensión arterial son más frecuentes y cómo podemos limitarlos. De nuevo, como es frecuente en nuestros ritmos vacacionales, los nuevos hábitos que adquirimos durante la temporada complican nuestra salud cardiovascular.

Podemos citar así la deshidratación, ya que lógicamente nuestra sangre necesita una gran cantidad de agua y un descenso del líquido corporal -junto a la pérdida de sales minerales- contribuye a disminuir el volumen de sodio o potasio en sangre, los cuales se necesitan para asegurar ese equilibrio de sales. Por tanto, mantenerse bien hidratado es una forma espléndida de combatir la hipotensión.

A su lado, como podéis imaginar, aparece de nuevo el alcohol, otro factor que contribuye a bajar la tensión. No hablamos de la mera ingesta, sino de la relación que mantiene con la química orgánica de nuestro cuerpo. Como os hemos explicado en otras ocasiones, el alcohol bloquea la producción de la hormona antidiurética, interviniendo en el equilibrio de líquido corporal.

Esta hormona es así la encargada de controlar la cantidad de agua que deben reabsorber los riñones, pero el concurso del alcohol (enemigo natural del verano) hace que el agua no se reabsorba, así que eliminamos más líquido del que debiéramos a través de la orina, lo cual nos conduce de nuevo a la deshidratación.

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Aunque las mujeres y las personas delgadas son más propensas a la hipotensión, en verano aumenta el número de ellas sin importar sexo o peso. ©Gtres.

Por último, el verano también es época donde las grandes comidas se suceden, quizá de manera puntual, pero suponiendo a nuestro cuerpo un esfuerzo extra en determinadas grandes digestiones donde confluyen varios problemas. Incluimos así el factor ambiental del calor y de la humedad, que son por sí solos causas que aumentan la hipotensión, y lo aderezamos a menudo con factores sociales.

Hablamos así del alcohol, pero sobre todo de las comidas copiosas -incluso en personas no acostumbradas a ello, pero que caen en el 'un día es un día'-, por lo que las digestiones se complican. Esto exige a la sangre un refuerzo para proceder a digerir los alimentos ingeridos, reduciéndose la cantidad de sangre presente en el resto del cuerpo y haciendo descender la presión. Por eso, la somnolencia propia de después de las comidas no tiene que ver con el simple cansancio -por regla general-, sino que es una causa directa de las bajadas de tensión.

Cómo controlar la hipotensión en verano

Salvo que alguna persona sea hipotensa diagnosticada, la cual ya tendrá pautas médicas o farmacológicas para adaptarse a su situación, los hipotensos en verano no deben preocuparse más allá de esta patología si se produce con poca frecuencia y las causas son fácilmente identificables.

En cualquier caso, las mejores formas de atajarla son sencillas. Estar siempre bien hidratado, bebiendo incluso cuando no se tenga sed; comer menos cantidad pero en más momentos del día, evitando los atracones; reducir el consumo de alcohol, incluso el uso de medias de compresión, que evitarán que la sangre se acumule en las piernas y así siga circulando.

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