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Ciencia

La paradoja temporal del coronavirus

A medida que la epidemia avanza por el planeta, cada país revive situaciones que se produjeron en los primeros lugares del brote. Su solución puede pasar por aprender de ese juego con el tiempo.

En el capítulo siete de su divertido libro “Diarios de las Estrellas”, el escritor polaco Stanislav Lem plantea una paradoja temporal durante la misión del astronauta Ijon Tichy. Al cruzar una región estelar donde la fuerza gravitatoria produce alteraciones del espaciotiempo, la nave del protagonista sufre una avería en los timones. Esa misma noche, un extraño despierta a Tichy y le da un misterioso mensaje sobre cómo arreglar la avería. Éste, agitado, lo echa de la sala y lo toma por un mal sueño, pero al día siguiente se cruza consigo mismo en uno de los pasillos de la nave. A partir de ese momento el astronauta empieza a cruzarse con otras versiones de sí mismo, despierta a su “yo del lunes” - que está durmiendo y aún no sabe nada de lo que pasa - e interactúa con su “yo del jueves”, que le explica lo que tiene que hacer en los días siguientes. Y así con sucesivas versiones de sí mismo que se juntan en la nave sin que nadie sea capaz de arreglar la avería.

La manera en que la epidemia causada por el coronavirus SARS-CoV-2 se extiende por el planeta recuerda a este juego de dimensiones temporales. Transformando un poco la analogía, China sería nuestro yo del “domingo”, que viene a avisarnos de lo feas que se pusieron las cosas al final de la semana. Italia nuestro “yo del sábado”, que ha empezado a ver las orejas al lobo, y nosotros estaríamos en el jueves. Otros países, como Estados Unidos, estarían aún por el miércoles y unos cuantos afortunados aún dormirían plácidamente en la versión del lunes. Es un poco forzado, pero si uno mira un mapa con la evolución de la pandemia, es fácil advertir que las cifras corren como en una especie de casillero dimensional en el que el número de contagiados y muertos se repiten en uno y otro escenario con diferencia de días o semanas.

China sería nuestro yo del “domingo”, que viene a avisarnos de lo feas que se pusieron las cosas al final de la semana

Uno de los puntos en los que más insisten los epidemiólogos es en la necesidad de aplanar la curva de avance exponencial de la enfermedad y han ido preparando medidas en función de los escenarios que iban viendo venir. Pero al principio, como en la historia de Lem, los países que entraban en la fase de contagio no parecían creer que ellos fueran a verse en la situación que relataba su versión más adelantada, en este caso, China. En el relato del escritor polaco, el astronauta tiene que experimentar sus propios errores para aprender de ellos, y tal parece que ha sucedido en el mundo con las reacciones que se han ido tomando en cada uno de los países frente al coronavirus (salvo algunas excepciones).

Este lunes, por ejemplo, España parecía inmersa en un embudo que le llevaba inexorablemente a la situación de Italia y ha empezado a cerrar colegios y tomar medidas más estrictas. Es posible que en nuestro caso lo hayamos hecho tarde, pero la pequeña ventaja es que cada país que entra en esta pendiente tiene como referencia lo que ha ocurrido en la anterior y tiene algo más de tiempo para prepararse. Ese tiempo, confían los epidemiólogos, puede ser vital para adelantar la llegada de la curva en la que los casos dejan de crecer exponencialmente y aplanar la curva que frene el contagio.

En la historia de Lem, que tiene un punto cómico, se acumulan centenares de versiones de Ijon Tiochy dentro de la nave que se agreden entre sí, incluso versiones de él mismo de niño y de viejo. Al final, son dos de sus versiones de niño las que salen al exterior y terminan arreglando los timones y sacando la nave de la zona de perturbaciones temporales. La solución estuvo todo el tiempo ahí, pero la espiral de confusión llevó a los clones temporales del astronauta al caos. De la misma manera, me dice un epidemiólogo cuando le cuento mi estrafalaria analogía, “estaremos unos días muy jodidos mientras aparecen yoes temporales, discutiremos y tocaremos durante días todo tipo de cosas". Cuánto tardaremos en alcanzar la curva en la que estaremos a salvo aún no lo sabemos, pero como en el cuento, me dice el epidemiólogo, "a lo mejor la solución para frenar el virus también estuvo todo el tiempo ahí y es algo que podría haber dicho un niño: 'papá, ¿y si todos nos lavamos las manos?'"

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