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Ciencia

La coleccionista de lágrimas de animales

La investigadora brasileña Arianne Pontes Oriá ha recogido y estudiado las lágrimas de un centenar de especies. En su composición puede estar el secreto para tratar el ojo seco en humanos o para diseñar lágrimas que un día nos permitan bucear con los ojos abiertos.

La coleccionista de lágrimas de animales

“Lo primero que tenemos que hacer con el cocodrilo es sujetarle bien fuerte la boca para que no la abra y atarle la cola. Después, utilizamos unas pequeñas tiras de papel esterilizado que ponemos en sus ojos y que absorben un montón de lágrimas”. Arianne Pontes Oriá, investigadora veterinaria de la Universidad Federal de Bahía, en Brasil, se dedica a estudiar las lágrimas de diferentes especies animales y analizar su composición. En su último trabajo, además de las icónicas “lágrimas de cocodrilo”, ella y su equipo han recogido lágrimas de alrededor de un centenar de animales y han comprado las diferencias entre unas especies y otras. “Tenemos lágrimas de caimanes, de guacamayos, loros, búhos, halcones y tortugas marinas”, explica a Vozpópuli. “Hemos hallado diferencias y similitudes, pero hemos descubierto que las diferencias se deben sobre todo al hábitat en que viven las especies, mucho más que la proximidad filogenética con otras especies o la alimentación”.

Aunque las lágrimas humanas han sido ampliamente estudiadas, hasta ahora nadie había fijado su atención en las lágrimas animales como fuente de información para encontrar nuevas proteínas que sirvan para tratamiento. En el artículo publicado en la revista Frontiers in Veterinary Science, Ponte y su grupo analizan la cantidad de proteínas y los diferentes electrolitos que se presentan en la cobertura acuosa de los ojos de diferentes especies. “Todas las lágrimas tienen tres componentes principales”, explica la investigadora, “una capa que es aceite, que es la más expuesta a exterior, la capa media que es acuosa y la última que está en contacto con el ojo, que es mucosa. Cada especie tiene diferentes componentes de estas tres capas, unas tienen más agua, otra tiene más aceite, otra más mucina… Y los componentes de cada una de estas tres capas son también diferentes”.

Extracción de lágrimas de una lechuza

Los autores del estudio acudieron a un centro de cría donde tienen más de 20.000 animales y recogieron muestras de un centenar mediante estas pequeñas tiras de papel, de uso oftalmológico, que no provocan ningún daño en el animal. “Lo mantenemos uno o dos minutos en el ojo, no más, porque solo queremos las lágrimas y no queremos dañar las células de la conjuntiva. Después de eso cogemos el papel, lo colocamos en una centrifugadora y recogemos las lágrimas”. Tras este proceso, obtienen alrededor de 3 microlitros de lágrimas, una cantidad muy pequeña por cada animal, pero suficiente para caracterizar su composición y sus proteínas. “Anteriormente habíamos estudiado las lágrimas de caballos y perros que tienen lágrimas más parecidas a las de los humanos comparados con las otras especies”, indica Ponte. “Los animales que viven en el océano, como las tortugas marinas, tienen una baja cantidad de proteínas, mientras que el caimán, incluso siendo también un reptil, tiene una enorme cantidad de proteínas. Así que es diferente. Y lo que les diferencia está más relacionado con el hábitat que con la proximidad entre especies”.

Extracción de lágrimas de halcón y de guacamayo

Las diferencias también se ponen de manifiesto a la hora de recoger las muestras. “Así, tenemos a los búhos, con esos ojos enormes que mantienen abiertos de par en par y un montón de colesterol en sus lágrimas”, relata Claudia Raposo, coautora de la investigación. “Tenemos las aves de presa, como los halcones, tienen un montón de glucosa en sus lágrimas, y a las tortugas marinas que tienen una película tan viscosa en sus lágrimas, que no podamos absorberla con las tiras”. Otro aspecto muy interesante es que uno tendería a pensar que las especies que más tiempo mantienen los ojos abiertos tienen más cantidad de lágrimas, y sucede justo lo contrario: utilizan proteínas que mantienen la tensión superficial del líquido que protege el ojo de manera más eficiente. “Eso es muy curioso”, subraya la doctora Ponte. “Los búhos y los caimanes mantienen los ojos mucho tiempo abiertos y producen muy poca cantidad de lágrimas. Y los caimanes pueden tener los ojos abiertos durante una hora y media sin parpadear una sola vez”.

“Los búhos y caimanes mantienen los ojos mucho tiempo abiertos y producen muy poca cantidad de lágrimas”

Los científicos sospechan que algunas de las múltiples proteínas que han encontrado en las lágrimas del cocodrilo, que hasta ahora estaban sin caracterizar, podrían servir en un futuro para diseñar tratamientos contra el “ojo seco, que afecta no solo a personas, sino también a muchos animales, incluidos los perros. “Pensamos que alguna de estas moléculas son responsables de la estabilidad de la película de lágrimas”, explican. “Si pudiéramos coger uno de estos componentes y asociarlo con las lágrimas para tratar a humanos con al enfermedad del ojo seco, o encontrar biomarcadores para algún tipo de enfermedad, sería un gran paso”. También, puestos a imaginar, podría ayudarnos algún día a mejorar nuestra visión bajo el agua. “Si podemos usar una lágrima de caimán en nuestros ojos, podríamos mantenerlos más tiempo abiertos y podríamos nadar y sumergirnos en el océano sin cerrarlos”, admite Ponte. “No hemos llegado a eso, pero hemos descubierto cientos de componentes de las lágrimas diferentes a los nuestros, así que puede que ahí esté la respuesta”.

Cristalización de las lágrimas de un loro

El camino hasta llegar a estos resultados no ha sido fácil. La primera tentativa fue estudiar solo las lágrimas de los cocodrilos, por esa característica que las hace especiales. Después de recoger las lágrimas de un centenar de especímenes de yacaré overo (Caiman latirostris) y enviarlas a un colaborador hasta las Universidad de California Davis para que hicieran allí el estudio proteómico, se encontraron con un animal cuyas fauces han devorado más investigadores que los propios cocodrilos: la burocracia. Los funcionarios de aduanas se sorprendieron tanto de que alguien mandara un cargamento de lágrimas de caimán que retuvieron el envío y se degradó por permanecer demasiado tiempo a temperatura ambiente. “Hay mucha burocracia para entrar en EEUU”, admite Ponte entre risas.

La doctora Pontes y su equipo con los caimanes

Una vez superados estos primeros percances, los autores del trabajo creen que se abre todo un campo nuevo en el que investigar. “Estamos trabajando ya con otras especies y tenemos un montón de resultados, pero no han sido publicados aun, así que habrá que esperar un poco”, adelanta Ponte. “pero son resultados asombrosos y quedan cosas muy interesantes que describir en el futuro más próximo”. “Para los humanos las lágrimas tienen un montón de significados - lloramos para mostrar nuestros sentimientos, algo que no hacen los animales -, pero sobre todo tenemos las lágrimas como el fluido corporal más expuesto de nuestro cuerpo, y por eso las diferentes variaciones del ambiente, como la contaminación, pueden modificar las lágrimas”. Cuando se produce un cambio brusco a nuestro alrededor, sostiene la investigadora, las lágrimas son el primer lugar de intercambio con el medio y lo primero que cambia en nuestro cuerpo. “La gente que fuma o vive en una gran ciudad, tiene más a menudo ojos rojos”, asegura. “Nuestros ojos necesitan miles de años para adaptarse a un nuevo ambiente y lo estamos degradando muy rápido. No le hemos dado tiempo al organismo a adaptarse”, concluye, “así que tenemos que cuidar nuestras lágrimas”.

Referencia: Comparison of Electrolyte Composition and Crystallization Patterns in Bird and Reptile Tears (Frontiers in Veterinary Science)

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