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Ciencia

Las ‘arcas del apocalipsis’ españolas

El impacto de la actividad humana en el planeta es de tal magnitud que los científicos ya consideran que hemos entrado en una nueva era geológica llamada Antropoceno. Hasta el punto de que se han construido infraestructuras como el famoso almacén de semillas de Svalbard, una instalación situada en el Ártico y conocida como la “Bóveda del fin del mundo”, con capacidad para albergar hasta 4,5 millones de semillas para una futura repoblación. Y esta no es la única instalación de este tipo. En la última década, gobiernos, instituciones científicas y empresas privadas han multiplicado los esfuerzos por crear bancos que sirvan para conservar esta biodiversidad de cara al futuro como una especie de “disco de reinicio”.

En España no tenemos un banco de semillas bajo el hielo, pero contamos con la Red Española de Bancos de Semillas (Redbag), que coordina una veintena de repositorios en la península y las islas. “El objetivo de estos bancos es la investigación y educación”, explica Inmaculada Porras, coordinadora de la red, “pero la labor más importante es la conservación de aquellas plantas que están en peligro de desaparecer”. En su centro, el Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá, se conservan unas 15.000 muestras de plantas, 900 de ellas silvestres. Las semillas se almacenan en vitrinas a diferentes temperaturas, en función del grado de conservación. “Se meten en tubos con gel de sílice, que es un desecante”, explica Porras. “Las plantas normales las conservas a 5ºC y aguantan unos 40 años. Las que queremos conservar largo plazo están metidas en cámaras a -18ºC y pueden aguantar unos 100 años”.

“Las semillas conservadas en cámaras a -18ºC pueden aguantar unos 100 años”

Estas últimas son las muestras que permanecen intactas - salvo que se soliciten para una investigación muy puntual - y conservadas de cara al futuro. Se trata en su mayoría de plantas que son raras o que están a punto de desaparecer en su entorno natural y que quizá necesitemos repoblar. Un vistazo a la Lista Roja de Fauna Vascular Española permite comprobar que son cientos las especies en peligro. Astragalus algerianus, Astragalus baionensis, Aurinia sinuata, Carduncellus matritensis, Ranunculus lingua… En algunos casos la lucha llega demasiado tarde y la planta ha desaparecido de la naturaleza. “Eso es lo que pasó con 'Aeonium mascaense', que se descubrió en 1969 en el Macizo de Masca en Tenerife y no se ha vuelto a encontrar silvestre”, apunta Porras. “Aunque sí existen ejemplares cultivados en dos jardines botánicos”.

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La conservadora ve poco realista la posibilidad de utilizar estos bancos para repoblar el planeta en caso de un escenario apocalíptico. “La verdadera catástrofe es que una planta se pierda en la naturaleza, y con ella todo el sistema que se desarrolla a su alrededor y las criaturas que viven de ella”. Por eso se centran en casos concretos y libran sus batallas de una en una. El Banco de Germoplasma Andaluz, por ejemplo, trabaja en la repoblación de especies como el romero 'Rosmarinus tormentosus' y en Madrid se desarrolla un plan para recuperar el geranio paularense, una variedad especifica de la sierra de Guadarrama. Nosotros estuvimos recolectando semillas de esta planta silvestre en El Paular”, explica la especialista. “Para ello se requieren unos permisos y se sigue un protocolo muy estricto. Recolectamos unas 300 semillas e hicimos los estudios de plantación, al tiempo que los enviamos a otros dos centros: al Botánico de Madrid y al de la UPM (Universidad Politécnica) . Todo por seguridad; si se incendia el edificio de uno de los centros, siempre estarán las semillas en el otro”.

Semen para repoblar el futuro

En el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), el investigador Eduardo Roldán coordina un sistema similar de conservación, pero con especies animales. Se trata del Banco de Germoplasma y Tejidos de Especies Silvestres Amenazadas (BanGES), que almacena muestras de semen, sangre, plasma y piel de lince ibérico, visón europeo o gacelas africanas. “Tenemos distintos tipo de material”, explica a Next. “El semen se criopreserva dentro de unas pajuelas y se almacena en nitrógeno líquido en unos tanques bien identificados. Los embriones y los tejidos, ya sean piel o testículos, se procesan de otra manera, pero también acaban conservados en tanques de nitrógeno”.

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En su opinión, este tipo de repositorios no se planifican para después el apocalipsis, sino para evitar el apocalipsis. “Quizá se ha enfatizado demasiado en el concepto de “arca” , que implica que estamos ante una situación de catástrofe”, asegura. “La idea que nosotros promovemos es no llegar a ese extremo, sino hacer algo a tiempo”. Eso fue precisamente lo que hicieron él y su equipo con el lince ibérico y lo que dio lugar al banco de germoplasma allá por el año 2005. De pronto las autoridades descubrieron que el número de animales era mucho menor de lo que pensaban y que la población estaba en riesgo de desaparecer. “Cuando hay pocos individuos, la falta de diversidad genética genera un problema de cosanguineidad. Es decir, la reproducción entre animales emparentados hace aflorar una serie de mutaciones y defectos genéticos que reducen la viabilidad”, explica. “En un caso como el del Arca de Noé, cuando solo queda una pareja de cada especie, nos hubiéramos extinguido nosotros y los animales. Las posibilidades de mutaciones negativas es muy alta, por eso la idea del arca no es buena y hay que intervenir lo antes que se pueda”.

En Castilla-La Mancha conservan semen de ciervo local para revertir la contaminación genética

Aunque todavía queda mucho por desarrollar, en España hay una incipiente red de bancos de germoplasma que siguen esta filosofía de conservar gametos que se puedan usar en el futuro para garantizar la diversidad. En la Universidad de Castilla-La Mancha, por ejemplo, hay un banco de germoplasma de ungulados silvestres (ciervos, gamos y muflones) donde conservan material genético de estas especies que se explotan económicamente. “Por eso cada cierto tiempo hay importación, incluso ilegal, de otras partes de Europa”, explica Durán. “Las especies de ciervo de otras partes de Europa son diferentes y, si se importan y se les deja la posibilidad de cruzarse con los de aquí, la subespecie se contamina genéticamente. Hay un interés de preservar la variedad local, que está adaptada al entorno, y al mismo tiempo mantener un repositorio sobre la diversidad para el futuro. Y en este caso no se trata de especies amenazadas como el lince o el oso”.

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En el banco de germoplasma del MNCN se conserva material genético de unas 25 especies, ibéricas, del norte de Africa (gacelas) y americanas (jaguar, puma, ocelote). Pero su objetivo principal es la conservación de las cuatro especies de mamíferos emblemáticos: lince ibérico, visón europeo, foca monje y oso pardo. “Tenemos miles de muestras”, explica Roldán. “Para dar una idea de la importancia, basta un dato: tenemos más individuos guardados de linces que animales hay libres en la naturaleza o en el programa de cría en cautividad”. El banco colabora activamente con el programa de cría y el de conservación ex situ. “Lo que hacemos es desarrollamos los protocolos de congelación de semen, y congelamos semen para guardar y para tenerlo en caso de que sea necesario en el futuro para reproducción asistida”.

“Si esperamos al último momento, como pasó con el bucardo, ya no se puede hacer nada”

En este caso son los biólogos del banco los que se desplazan a cada uno de los cinco centros de cría de lince en la península (en Portugal, Jerez, Doñana, Granadilla y Jaén) y obtienen el semen de los machos mediante electroeyaculación y previa anestesia general. “Se congela y los guardamos en nuestro banco”, explica Durán. “De momento hemos hecho algunos ensayos preliminares de fecundación in vitro en el laboratorio, para ver la capacidad de fecundación de estos espermatozoides. Y las pruebas las hemos hecho con óvulos de gata son positivos”. Afortunadamente, el programa de cría en cautividad funcionó tan bien que no hubo que recurrir a reproducción asistida, pero conviene tener el sistema ensayado por si hay una necesidad urgente.

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El banco de germoplasma no se limita a recoger semen, también congelan embriones y tejidos. “En ocasiones aparecen animales muertos y nos mandan ovarios o testículos para que extraigamos óvulos o espermatozoides y para que los conservemos o para en el futuro poder obtener gametos a partir de ellos”, explica su responsable. “También nos envían tejido, normalmente piel, porque se pueden utilizar en el futuro para hacer trabajos de clonación”. La idea es conservar tejido de la mayor cantidad de animales posibles con vistas incluso a reconstituir un animal que interesa reproducirlo a través de un programa de cría. “Con esta batería intentamos estar preparados en caso de que a la especie le vaya mal y haya que intervenir de una manera más activa”, concluye. “Si esperamos al último momento, como pasó con el bucardo, ya no se puede hacer nada”.

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