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Ciencia

Un paseo con el rey de las hormigas

Jose María observa las avispas que parasitan a las hormigas en Almazán (Soria)

Una mañana de hace tres años, José María Gómez Durán estaba leyendo un libro en los jardines del INIA (Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias) cuando le cayó un bichito en la cabeza. Con su curiosidad de naturalista, José María guardó el diminuto espécimen alado y lo analizó aquella misma noche bajo la lupa binocular. Lo que estaba viendo le parecía una Leptanilla, un tipo de hormiga extremadamente raro sobre el que apenas hay información porque vive casi todo el tiempo bajo tierra. Cuando le mandó las imágenes al profesor Xavier Espadaler, de la Universidad Autónoma de Barcelona, le confirmó que se trataba de una de las esquivas leptanilas que tanto cuesta encontrar en la naturaleza. 

“Estuve cavando durante 5 o 6 meses todos los días"

Mientras caminamos por el INIA, donde trabaja como técnico de laboratorio, José María señala los lugares donde estuvo buscando a estos insectos durante aquel verano de 2013. “Estuve cavando sistemáticamente durante 5 o 6 meses todos los días, ¿sabes lo que es eso? Todos los días”. El sistema que empleó para buscar las leptanillas se conoce como “berlese”, por el biólogo italiano que lo diseñó a principios del siglo XX, y consistía en recoger unos 20 kilos de tierra en cada agujero (debía profundizar hasta unos 50 cm), extenderlos sobre un cedazo con una malla muy fina y colocar una fuente de calor encima (como una lámpara infrarroja). De este modo, todos los pequeños artrópodos que haya en la tierra huyen hacia abajo y caen en una fuente de agua donde el investigador los puede encontrar flotando. 

José María cava en busca de las hormigas del género Leptanilla (Madrid).

Tras muchos intentos, José María obtuvo resultados. En una de las batidas encontró una colonia con 227 ejemplares, documentó algunos de sus comportamientos desconocidos hasta entonces e incluso pudo filmar por primera vez cómo un macho emprende el vuelo batiendo las alas y haciéndolas chocar. “Sabemos que una de las especies se llama Leptanilla charonea y la otra está en estudio, pero podría ser perfectamente nueva”, explica José María. “A pesar de ser un bicho tan esquivo, yo he llegado a la conclusión de que no sólo no son raros sino que son realmente abundantes”. Lo interesante es que aún quedan muchas incógnitas por resolver, como la forma en que consiguen estos machos alados localizar los nidos bajo muchos centímetros de tierra para fecundar a las reinas o si es que lo hacen antes y luego simplemente salen al exterior para morir. 

El vuelo de un macho de leptanila

Su trabajo sobre las leptanilas no es el primero que permite identificar una especie nueva o un comportamiento hasta ahora desconocido. A pesar de no haber acabado la carrera de Biológicas, José María nunca perdió el amor por el estudio de la naturaleza que comenzó cuando era bien joven. A los 17 años ganó un premio internacional por su trabajo “El Comportamiento de las Lagartijas de las paredes”, fruto de años de meticulosas observaciones en una pared cerca de su casa en Sevilla, al lado del campo del Betis. “A mí me influyó mucho Félix Rodríguez de la Fuente”, recuerda. “Yo veía el Serengueti y decía: yo al Serengueti no puedo ir, pero reptiles tengo; así que escogí las lagartijas”. De aquella época le viene también su amor por las hormigas, a las que resultaba sencillo observar y de las que se podía aprender muchas cosas. “Pasé cuatro o cinco largos años en los que siempre hacía el mismo experimento. Cogía un trocito de jamón de York y ponía un peso encima. La hormiga que llega intenta tirar y como no puede, inmediatamente pide ayuda”. De esta forma podía observar cómo se avisaban unas a otras y cómo algunas especies adoptaban una estrategia primitiva que se conoce como “reclutamiento en tándem”.

“Yo no tenía el Serengueti, pero tenía lagartijas”

José María se define como naturalista y bohemio, recuerda que empezó como ordenanza y ha ido ascendiendo hasta técnico de laboratorio. Sus compañeros del INIA le conocen como el tipo que se pasea de aquí para allá con un carro y una pala o que se tumba para observar algo en el suelo. A pesar de su modestia, este sevillano de 54 años es un auténtico erudito y su pasión por las hormigas le ha llevado a descubrir asuntos sobre los que los científicos ni siquiera tenían una sospecha. Su espíritu recuerda al de los grandes pioneros de la ciencia, como Van Leeuwenhoek o el propio Darwin, quienes se dejaban llevar por el puro placer de conocer mejor la naturaleza. En 2006, José María se puso en contacto por carta con el prestigioso entomólogo Edward O. Wilson, considerado el mayor experto mundial en hormigas, para traducir un glosario de uno de sus libros de hormigas. En la carta aprovechaba para comentarle un detalle sobre el que llevaba años recopilando datos: las investigaciones sobre hormigas que el botánico español José Celestino Mutis había realizado en América a finales del siglo XVIII durante su famosa expedición. De Mutis se conocen ampliamente sus trabajos sobre plantas, pero dedicó muchos años a observar las hormigas e hizo descubrimientos inéditos para la época. Sus escritos sobre el tema permanecían olvidados en distintas fuentes hasta que José María los recuperó. 

Tras intercambiar varios correos con Wilson, finalmente llegó una carta con el encabezamiento de “Mutis book proposal” (propuesta para libro sobre Mutis) y ambos se pusieron a trabajar en el libro The Kingdom of ants (el reino de las hormigas), con el subtítulo “José Celestino Mutis y el nacimiento de la Historia natural en el Nuevo Mundo”. La obra es una pequeña joya, publicada por la Universidad Johns Hopkins, en la que se muestra la mirada sorprendida y sincera de un Mutis que se pone a estudiar a estos insectos por encargo de Linneo y descubre las hormigas cortadoras de hojas, o enormes grupos de legionarias que se mueven de un lugar a otro de la selva y sin hormiguero. “El espectáculo de estas hormigas ciegas, que van varios cientos de miles en columnas devorando todo lo que encuentran, le dejó fascinado”, explica Gómez Durán. “Pero Mutis, que era muy buen naturalista, se hace muchas preguntas. Por eso fue el primero en descubrir que no hacen nido; varios cientos de miles de obreras se entrelazan, forman una especie de pelota y se cuelgan de un tronco, de una rama”. Lo más interesante, en cualquier caso, es que Mutis se pasó 25 años observando el comportamiento de estas criaturas, cuando la entomología ni siquiera había nacido y en un lugar donde las especies eran completamente nuevas y diferentes. 

Los escritos de Mutis sobre hormigas estaban olvidados 

Afortunadamente, como demuestra la experiencia de José María, para descubrir historias fascinantes de hormigas no hay que irse tan lejos. En Almazán, Soria, él lleva varios años observando a las hormigas amazonas (Polyergus rufescens), que salen en grupo a una hora concreta de la tarde a asaltar otros hormigueros y ‘secuestrar’ a sus ocupantes. “Empiezan a salir a borbotones”, relata, “y de pronto eligen una dirección de avance. Entonces forman una columna, que puede tener 4 o 5 metros de largo y una anchura de 10 a 12 cm ¿Y adónde van? Lo que van buscando es el nido de otras especies, normalmente formicas, y se llevan a las ninfas. Se llevan a esas hormigas a punto de nacer y las cuidan para formar un nido mixto, por eso se llaman hormigas esclavistas”. Entre los enigmas en torno a su comportamiento, están los primeros minutos en los que estos insectos se juntan antes de realizar sus ataques y se rascan meticulosamente antes de la batida. “Dediqué un mes entero de mi verano a ver por qué se rascaban el abdomen”, explica José María. “Conseguí varias tomas que se veía clarísimo: rozaban contra un determinado segmento dorsal del abdomen donde hay una glándula. Mi conclusión es que los tarsos impregnados van a marcar el recorrido y esto les servirá para regresar al hormiguero”. 

Hormigas amazonas robando las pupas de un hormiguero 

Ese mismo verano José María se fijó en el comportamiento de una avispa, Tracheliodes quinquenotatus, que caza hormigas y se las lleva al nido. Verla cazar es como ver a un león viendo pasar a los ñus y atrapar a su presa. “La avispa se pone en perpendicular y se va moviendo así hasta que se centra en una obrera y la captura en vivo y se la lleva”, explica Gómez Durán. La historia es un poco más truculenta que la del león, porque la avispa no mata a la hormiga, solo la paraliza, la lleva hasta su nido y cuando tienen 30 o 40 individuos pone un huevo del que nacerá una larva que podrá alimentarse de hormigas frescas durante semanas. Hasta el momento los científicos creían que ese ataque se producía en dos fases: la avispa atrapa a la hormiga, alza el vuelo y se para un poco más allá para clavarle el aguijón. Pero las grabaciones de José María demostraron que no, que la avispa clava el aguijón en el primer ataque y que la segunda parada es logística. “Ese vuelo corto es porque cuando la coge la hormiga está en perpendicular y esa no es manera de llevar una hormiga, la tiene que recolocar”. 

Una avispa paratitaria acecha a una hormiga (Foto: J.M.Gómez Durán)

En el mismo trozo de jardín donde descubrió las leptanilas, José María ha realizado otra serie de descubrimientos increíbles sobre avispas parasitarias. Un día, al ver subir y baja a un grupo de hormigas en un muro observó que había algo, como un punto de unos 3 o 4 milímetros que flotaba sobre ellas a poca distancia. Grabó con su cámara la escena y al llegar a casa se dio cuenta de lo que estaba pasando. “Le dije a mi mujer: Carmen, ya he descubierto lo que hacía la avispa allí, ¡era una avispa parasitoide, que inyecta huevos!”. Solo viendo las imágenes a cámara superlenta se podía observar la maniobra: la avispa esperaba a que alguna hormiga pasara trasladando alguna larva para inyectar en esta sus huevos y parasitarla (cuando nace la larva se alimenta de la hormiga en vida, un comportamiento parecido al que horrorizó al propio Darwin y le hizo tener dudas sobre la existencia de un Creador). 

Cuando consultó a varios expertos José María supo que la avispa era un ejemplar de Hybrizon buccatus y que había sido estudiada por una eminencia en este campo, el científico holandés  Cornelis van Achterberg, que ha escrito más de 800 trabajos. Pero lo que decía Achterberg era que esta avispa inoculaba los huevos en hormigas adultas, así que José María le escribió y le envió el vídeo para documentar que en realidad la avispa parasita a las larvas. Cuando el experto vio aquel material, propuso a José María que escribieran un artículo conjunto, que se publicó en la revista Zookeys y fue uno de los más citados del año.  

La avispa Hybrizon buccatus pone sus huevos en las ninfas 

Pero allí no habían acabado sus hallazgos. Para asombro de Achterberg,  José María filmó a otras avispas parasitoides como Elasmosoma luxemburgense en acción. “Esto es raro, dos avispas parasitoides de hormigas en el mismo sitio”, le dijo el holandés. “Usted tiene mucha suerte”. Muchas de estas escenas que el sevillano grababa tirado en los jardines del INIA o en Almazán no habían sido contempladas nunca antes por ningún naturalista. “Vengo aquí a esta explanada”, me cuenta, “y un día mirando las hormigas que más corren de Europa y África, que son las Cataglyphis, noto mirando la entrada y salida en la boca del nido otro puntito que va a un centímetro de superficie, a una velocidad de relámpago y que me daba la impresión de que perseguía a estas hormigas rápidas”. ¿El resultado? José María avisó a su familia de que aquel verano se quedaría después del trabajo tratando de capturar al parásito, a temperaturas cercanas a los 40 grados. Para detener a aquellas velocistas y poder grabar el proceso, se le ocurrió que debía ponerles un cebo. “Mi idea era retener a la hormiga corredora con lo que le gustaba, que eran cadáveres de otras hormigas”, recuerda. Cuando la hormiga paraba, aparecían las avispas. Y José María consiguió filmar sus curiosísimas maniobras, con pirueta incluida, para inocular los huevos en las hormigas. “Fueron 54 segundos de video en el que por primera vez se filmaba el sistema ovopositor de esta avispa. Fue espectacular”.

La increíble pirueta de Kollasmosoma para inyectar sus huevos 

Una de las avispas documentadas junto al holandés, Kollasmosoma sentum, fue declarada especie top 10 del planeta en 2012 por un grupo de expertos de la Universidad de Kansas que se reúnen cada año para hacer un ranking de las especies más interesantes. Y el tema convirtió a Achterberg, en una celebridad durante unos días, con entrevista en la BBC, National Geographic. “Me hizo mucha gracia”, recuerda José María, “porque me decía Achterberg, que ya está jubilado: ‘mira que llevo yo años trabajando en esto, pero esta avispilla me ha hecho un poco famoso’”. 

José María Gómez Durán, en los jardines del INIA durante la entrevista

Con toda su humildad, José María reconoce que será difícil repetir observaciones como aquellas, básicamente porque pasar un verano tumbado a esas temperaturas para conseguir filmar algo tan concreto requiere unas dosis de entusiasmo y sacrificio que no son habituales. “Yo viajo poco, solo observo o bien por aquí por el entorno donde trabajo, donde veraneo y los parques al lado de mi casa. Pero es igual de fascinante”, asegura. Su trabajo es una demostración de la cantidad de cosas grandes que se pueden aprender mirando las cosas pequeñas. En su blog, “Historias de hormigas”, José María lleva siete años publicando sus observaciones y descubrimientos sobre las misteriosas leptanilas o la forma en que las hormigas se alimentan. Su trabajo no se limita a eso, también es miembro fundador de la Asociación Ibérica de Mirmecología, miembro del Foro Lamarabunta y está recuperando y autoeditando algunos de los libros que escribieron los pioneros en el estudio de estos insectos. No espera la gloria ni dinero, confiesa, tan solo aspira a tener tiempo para poder dedicarse a lo que más le gusta. Cuando se tumba en el suelo y observa a los insectos se convierte por un rato en el rey de las hormigas, un naturalista bohemio que, como muchos antes que él, quiere entender los pequeños secretos de la naturaleza.

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