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Zahara: ‘Puta’ o el disco pop más inquietante del año

Las rimas retratan el lado tóxico de las relaciones contemporáneas

Existe una señal universal de que estamos ante un buen disco: nos atrapa aunque no seamos devotos del sonido que utiliza. Me explico: quizá nos suene aburrido el indie introspectivo electrónico, más trillado ya que una era de Castilla, pero Puta (2021, G.O.Z.Z. Records) de Zahara se impone desde esas coordenadas musicales. Las canciones se basan en confesiones destempladas, que tienen que ver con el nuevo desorden amoroso. Se trata de un enfoque conocido pero que aquí suena creíble, contundente y contagioso, en opinión de este cronista de Vozpópuli.

Sobre el papel, una canción como 'Merichane' tiene pinta de muermo cultural: memoria de las noches de baile y MDMA de jóvenes recién ingresados en la industria cultural. En realidad, captura de manera vibrante el vértigo y las dudas de esa situación, además de añadir imágenes potentes como la de la protagonista dejando sus bragas sucias en el armario de un amante ocasional (“jodiéndole la vida a un extraño”, se va a corear muy fuerte en los conciertos). Aunque no lo parezca, se trata de un incidente más que habitual, pequeña venganza para hombres infieles o toque de atención para folladores seriales que no prestan la atención debida. Sobre estos pequeños detalles se construyen grandes discos. ¿Otra frase muy potente? “Yo estaba allí dejándome hacer, con tal de que acabase de una vez”, canta. Y también va a corearse a pleno pulmón en grandes recintos de nuestro país.

Zahara lo cuenta todo

'Flotante', que abre el disco, marca ya el tono íntimo y retorcido, explicando los problemas de un tablero de juego emocional que lo único que nos regala son paletadas de ansiedad. “Perdóname, te convertí en un padre, en un marido/ te pedí (te pedí) el polvo de media tarde/ Te exigí el amor a todas horas, quería aún más de ti”, admite. Las dudas se resuelven en el remate: “Te pedí que te quedaras aquí, a mi lado/ te he querido como solo se quiere a un esclavo”, remata. Y así arranca el disco.

Zahara desarma con frases como “Tú, que no me has rozado/ has sido el que más me ha destrozado”

He escrito antes que el enfoque del trabajo es conocido. Lo sabemos los veinteañeros de los años noventa, que crecimos con cantautoras rock desgarradas como PJ Harvey, Lisa Germano y Liz Phair. También, sobre todo, con la infravalorada Courtney Love, cuyo primer éxito con Hole fue 'Teenage whore', una letra que conecta directamente con la lógica y la imaginería de este disco. De hecho, parte del paquete de este disco de Zahara es una banda tipo miss con la palabra “Puta”, en sintonía con la imagen de Courtney en el espléndido disco Live through this (1994). Si quieren más asideros en los años noventa, la cantante española ha citado 'Me and a gun' (1992) de Tori Amos como pieza clave en su trabajo, ya que escuchándola comprendió que en una canción cabía cualquier historia, por incómoda que fuera (la pieza Tori Amos recuerda la violación de la que fue víctima).

Si todo lo que cuenta ya está más o menos dicho, ¿qué resulta tan inquietante en este álbum? Diría que la credibilidad de las letras, salpicadas de imágenes religiosas, que ayudan a transmitir sensaciones entre el éxtasis y el infierno. Alguna canción carece de flow -para mí gusto-, por ejemplo 'Ramona', historia de una portera cotilla que compartía con los vecinos la vida sexual de la artista. Tampoco acaba de prender 'Joker', excesivamente melodramática. Pero Zahara triunfa en el resto porque sabe cuándo susurrar y cuándo elevar la voz. También desarma al oyente con frases que se quedan en la cabeza, del tipo “Tú, que no me has rozado/ has sido el que más me ha destrozado” ('Sansa'). O bien: “Nosotros que creímos que éramos irrompibles/ no escuchamos el tic-tac” ('Berlín U5'). O mejor todavía: “Tú eres más libre/ que todos los hombre insufribles” ('Dolores'), en la preciosa copla que cierra el trabajo. Todo un discazo para crecer como artista, con el circuito de conciertos listo para despertar.

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