Cultura

Xacobe Pato: "Los poetas de Instagram no existen"

Xacobe Pato, escritor, librero y prescriptor.

Politólogo y librero, Xacobe Pato (Ourense, 1987) es conocido por los fragmentos del diario personal que publica en su perfil de Instagram (@xpgigirey): la manzana de la discordia en lo que a cantera literaria respecta, al menos de unos días para acá. Pero ahora debuta como autor, porque Espasa ha publicado Seré feliz mañana, su primer libro, y en cuyas páginas recoge sus vivencias y sentimientos en forma de diario. Aunque el título roce la cursilería, este dietario no incurre en el sentimentalisto. Habla, eso sí, de la felicidad como algo mínimo y fugaz, aunque de lo que habla en verdad es de literatura. Todo el tiempo. 

Xacobe Pato no es un influencer canónico, ni siquiera es seguro aplicarle la etiqueta. Aunque su cuenta de Instagram sobrepasa con creces los 10.000 seguidores, él sí tiene algo qué contar y lo cuenta bien. Pato es un hombre inteligente, que nació apenas dos años antes de la caída del muro de Berlín. Su intuición como librero (trabaja en la librería Cronopios de Santiago de Compostela) delata su gran fondo literario. Igual evoca a Ricardo Piglia, Carrére, Trapiello, Vila-Matas, Iñaki Uriarte o Pavese. Todo sujeto, bien atado con el pabilo de sus anécdotas personales escritas a manera de dietario.

No le falta razón a Xacobe Pato al decir que la autoficción es un invento de sus abuelas gallegas, y no patrimonio de Rachel Cusk o Knausgård. Porque algo de eso ocurre en una de las comunidades que más autores ha dado en la última década: narran desde la cuna. Sobre la polémica por el más reciente ganador del Premio Espasa de Poesía, Pato le quita hierro. A ésa y a casi todas las peleas. No cree que existan poetas de Instagram, lo que sí le quita el sueño es el presente inmediato de los libreros, el eslabón más frágil de la industria editorial. 

«Seré feliz mañana». ¿Hoy no le da tiempo?

Creo que la promesa o incluso la amenaza de la felicidad son mucho más estimulantes que la felicidad misma. Yo veo la felicidad como un ente difuso que intento mantener siempre a unos diez o veinte metros, donde pueda tenerla bien vigilada y que no se termine de marchar. Me gusta pensar que camino hacia ella haciendo un poco lo que me da la gana, sin obsesionarme con llegar, porque para mí llegar a cualquier sitio siempre tiene algo de decepcionante. Por otro lado, Houellebecq dijo que no hay que temerle a la felicidad, pues no existe. 

¿Es este un elogio de la brevedad?  

Creo que la vida son momentos muy pequeños y quizás por eso yo escribo de una forma fragmentaria. En contraposición a la literatura de largo aliento, a veces uno encuentra en la brevedad un refugio. Camba se disculpaba a veces por no haber tenido más tiempo para escribir más corto.

Sus diarios de Instagram, seguidos por cientos de lectores, toman ahora forma de libro. ¿Por qué Xacobe Pato, que es un millenial, acaba publicando un libro físico si hemos pasado de la era Gutenberg a la era Zuckerberg?

Ja, ja. Yo empecé a usar las redes sociales como una herramienta, de manera muy consciente. Creo que conozco bien los pros y los contras de escribir en internet. Veía que la gente pasaba mucho tiempo en Instagram, por ejemplo, al viajar en metro o en tren, o antes de meterse en la cama por la noche, y por eso me parecía un lugar idóneo para empezar a publicar mis diarios, para ponérselo fácil a un lector potencial. Y una vez que conseguí convencer a un cierto número de lectores, empecé a plantearme la posibilidad de publicar en formato libro. Creo que la ambición más o menos secreta de todas las personas que escribimos en internet es publicar en algún momento un libro físico: poner en el mundo un objeto rectangular que lleva tu nombre en la portada. 

¿Cómo llega un politólogo a librero, prescriptor y autor? Alude a sus abuelas como narradoras extraordinarias. ¿Tendrán ellas algo que ver?

Los politólogos estamos por todas partes, seguramente por desgracia. Fíjate que hemos llegado hasta el mundo del libro, es el colmo. Llegué a trabajar en la librería Cronopios de Santiago un poco como consecuencia de la crisis en la que me sumergí al terminar la carrera, en esos veintipocos en los que los hijos de la clase media tenemos que empezar a buscarnos la vida. Durante esa crisis me refugié mucho en la lectura, y entonces, tras una serie de azares, acabé trabajando en una librería.

Mis abuelas contaban muchísimas historias, sí, algunas repetidas hasta la saciedad, otras muy adornadas, y algunas directamente inventadas. Siempre he pensado que la autoficción la inventaron ellas dos un día que se juntaron para tomar café.

Sus alusiones a sus viajes de la infancia  lo retratan. Escribir este diario implica un viaje. Si leer es haber leído y vivir es haber vivido. ¿Qué es escribir? 

Escribir es conseguir que lo leído y lo vivido duren cinco minutos más.

Tengo la impresión de que su generación es un tanto autorreferencial, pero usted no para de aludir aquellos autores y asuntos que lo estimulan. Acláreme eso, si lo desea claro.

Disfruto muchísimo del diálogo entre autores dentro de los libros. Como lector me encanta encontrar referencias a otros libros y a otros autores dentro de las novelas, los ensayos o los diarios que leo, y lo mismo me pasa con las películas o las series. Todo eso lo traslado de forma natural a la escritura. Me gusta ir por la calle y escuchar una conversación que a lo mejor completa una crónica que he leído por la mañana. Luego te sientas un rato por la noche con el ordenador e intentas relacionarlo todo, a menudo con resultados catastróficos.  

"Mis abuelas contaban muchísimas historias, sí, algunas repetidas hasta la saciedad. Siempre he pensado que la autoficción la inventaron ellas dos"

En este libro mezcla anécdotas con preguntas, recuerdos, citas literarias, series, música. Alguna que otra homilía. ¿Es un diario, un dietario o un arte de la fuga? 

Está bien visto eso de la fuga porque siempre he sido muy de marcharme de los sitios un poco antes de que me echaran. El diario es un género muy libre que a mí me permite escribir en cada momento lo que me apetece. 

Menciona a Piglia, Trapiello, Pavese. Tiene muy presente la impronta literaria del diario. ¿Por qué?

A veces me pregunto de dónde me viene esa querencia por la lectura de diarios, y no solo por esos que citas, más bien literarios, si no también por cualquier tipo de diario que cae en mis manos: diarios de todo tipo de artistas, de actores, de músicos, de pintores, de personajes históricos. Llevo tiempo buscando los diarios de Azaña, por ejemplo. Tiendo a pensar que algo tiene que ver que mi libro favorito cuando era niño fuera el diario de mi hermana mayor.

Muy pocos “reivindican el postureo” y escasean aún más los que puedan admitir que necesitan “muy poco para hacer el ridículo” ¿A qué se debe eso?

En mi vida intento reírme de mí mismo todo lo que puedo. Creo que no tomarme demasiado en serio me hace mucho bien, y no tanto como persona, que también, como a la hora de sentarme a escribir. Además me gusta rodearme de gente que sea capaz de hacer lo mismo. En mis textos siempre soy el peor parado, y esto lo hago de una forma más o menos premeditada. A todos nos hace gracia ir por la calle y ver como alguien se tropieza, no digamos ya si hay suerte y se cae. Sería incapaz de escribir una historia explicando lo bien que he caminado entre los puntos A y B, necesito que por el camino el personaje, que soy yo, se tropiece un par de veces.

Los poetas de Instagram ¿El medio es el mensaje? ¿Son fugaces, acaso leves, estos novísimos autores? Su editora Belén Bermejo empujó a una camada interesante de ellos. ¿Qué cree que pasó en el camino?

Yo no creo que exista una cosa llamada poetas de Instagram, por mucho que sea una etiqueta llamativa y potente, de la misma forma que no creo que existan escritores o poetas de blogs, o escritores o poetas de libros, por ejemplo. Hay buenos y malos escritores, hay buenos y malos poetas, y ahí yo no me veo capaz de levantarles la patita a cada uno y decir a cuáles meto en cada saco, sobre todo por si se da el caso de que yo caigo en el lado equivocado. Es verdad que al publicar en Internet se pierde el filtro de la edición, pero es que son los filtros editoriales lo que se está poniendo en duda. 

La covid ha enchufado vida a las redes, pero se ha cebado con los pequeños comercios, las librerías por ejemplo (que ya venía arrastrando problemas) ¿Cómo lo ve usted?

A mí me parece que las librerías son la parte más frágil del sector del libro. Los ciudadanos hemos visto durante el confinamiento como son las ciudades cuando no hay comercios abiertos, cuando no hay librerías. Si tenemos interés en que las librerías sigan presentes en nuestras ciudades, yo no tengo ninguna duda de que lo harán, pero la verdad es que no sé si es así.

¿Entra a buscarse en las librerías para ver dónde está su libro? ¿O con tenerlo a mano en la suya le basta?

No entro por vergüenza, pero ganas no me faltan.