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Cultura

De Russian Red a Barón Rojo: así perdieron los ‘progres’ la batalla del pop-rock

Montaje sufrido por 'Sherpa', bajista original de Barón Rojo

La izquierda española siempre ha tenido un problema de clasismo. Lo capturó de manera insuperable Chummy Chúmez en una de sus mejores viñetas. El protagonista es un hippie universitario, con pinta de clase media, que observa a una familia de la España rural y les dedica unas palabras: “A veces pienso que esta gente no se merece que me lea entero El Capital”. Medio siglo después, seguimos a vueltas con lo mismo: asesores progresistas menosprecian a diputadas de Vox por su aspecto 'gipsy power' y artistas gráficos de Malasaña se burlan de 'Sherpa' (Barón Rojo) por apoyar las caceroladas contra el Gobierno. La vida sigue igual, que cantaba Julio Iglesias.

En ambos casos, hablamos de músicos que han sido iconos de los barrios populares españoles durante décadas. Como era de esperar, a quienes les cuestionan les salió el tiro por la culata. Gonzalo Remiro y Álvaro Lario, asesores del Gobierno, trataron de desprestigiar a dos diputadas de Vox comparando su estilismo con el de Azúcar Moreno. ¿Resultado? Rechazo general y respuesta cariñosa del dúo a las diputadas: “Ánimo y a por ellos”. Desastre de relaciones públicas. Tres días después, el humorista hípster Mauro Entrialgo afeó públicamente al bajista original de Barón Rojo que le haya bloqueado en Twitter. “No sé si le sentaría mal que hiciera algún chiste sobre sus, ejem, cuadros/esculturas o es solo algo político, porque se fue enfascistando y se ha hecho cacerolo”, escribía en la red social Twitter. ¿Dónde está escrito que la izquierda deba tener el monopolio de las protestas callejeras?

El PSOE de los 80 castigó a Barón Rojo excluyéndoles de los conciertos subvencionados en sus ayuntamientos por negarse a participar en sus mítines

Cualquiera que acuda la hemeroteca puede comprobar que 'Sherpa' desconfía de los gobiernos socialistas desde los tiempos del rodillo de los diez millones de votos. Lo explicó en esta entrevista de El País hace una década: “En la campaña de 1982, el PSOE nos ofreció actuar en 50 actos electorales. Nos negamos y lo pagamos: cuantos más discos vendíamos, menos conciertos de aquellos que patrocinaban los ayuntamientos”. José Luis Campuzano, que es su nombre real, ha tenido que aguantar también esta semana que circulase como verdadero un montaje presuntamente cómico donde parecía haber pintado un cuadro de homenaje a Vox.

chummy

Bumerán político

¿Para qué han servido las presiones desde la izquierda al legendario músico heavy? Solo para que se reafirme en su postura en una extensa entrevista con el diario ABC, donde ofrece datos muy reveladores, desde recordar que actuó en un festival del PCE hasta lamentar que Podemos se sirviese -sin pedir permiso- de uno de sus himnos en campaña. “El marqués de Galapagar usaba ‘El Malo’ cuando daba sus mítines. No dije nada, aunque me jodió”, afirma. 'Sherpa' volvió a recordar que un “gerifalte” del PSOE ochentero presumía, “entre raya de coca y raya de coca”, de haber impuesto la consigna de que estaba prohibido contratar a Barón Rojo en los muchos ayuntamientos que controlaba el partido, como castigo al rechazo a participar en sus mítines. Caciquismo clásico.

En la inmensa mayoría de los casos, los músicos de pop/rock no se meten en política. O peor: lo hacen de la manera más farisea y aburrida. Es una inercia que ha resumido muy bien el columnista Hughes, a propósito de una entrevista reciente con el rockero Quique González: “Los cientos de representantes que orbitan alrededor de la Cultura Oficial mediática y autonómica-ministerial dicen siempre lo conveniente, y además lo dicen como si estuvieran cometiendo un acto de rebeldía. Desde que a uno le nace el sentido común hasta que se le va yendo, ¿cuántas entrevistas a artistas españoles puede acabar leyendo? ¿Dos mil? ¿Cuatro mil quinientas? En el 99% de ellas, habrán dicho lo conveniente”, denunciaba.

Se ha convertido en un tópico culpar de nuestros problemas socioculturales a la iglesia católica y el franquismo, como si su hegemonía no se hubiera apagado en los últimos 40 años

¿Qué había dicho Quique González para convertirse en un perfecto paradigma 'progre'? Más o menos lo de siempre: definir a España como “un territorio con muchísimos aspectos culturales”, en el que el diálogo era algo casi imposible “por la herencia de la iglesia católica y del franquismo”. No es cuestión de culpar específicamente a González, ya que es una respuesta tirando a ubicua en las secciones de Cultura. Cualquiera de los miles de estudiantes Erasmus que escoge España como destino académico lo hace con la certeza de que ni el franquismo ni la iglesia católica van a influir demasiado en el año más divertido de su carrera. La obsesión de los intelectuales 'progres' con definir España como 'Francoland' es parte de la explicación de su divorcio con los mortales.

El discurso de siempre

Quien tuvieran el ánimo de atreverse con la entrevista al cantautor 'indie' Sr. Chinarro que publicaba estos días El Mundo también encontró una auténtica verbena de tópicos de la izquierda española, desde “los fachas se mueven por impulsos” hasta “les molesta que Pedro Sánchez sea bien plantado”, pasando por “lo bueno de Cataluña es que fascistas hay pocos". Lo crean o no, su nuevo disco se titula El bando bueno, expresión que tendrá su carga irónica, pero ahí queda eso. Podríamos poner muchos ejemplos de entrevistas culturales normativas, pero seguramente ya han leído suficientes en su vida y se hacen una idea. La respuesta de un artista suele levantar revuelo cuando rompe la marejadilla de lugares comunes ‘progres’.

Muchos recordarán el impacto de aquellas declaraciones de Russian Red en 2011. Bueno, más que declaraciones, se trataba de una sucinta respuesta a un cuestionario de la revista de moda Marie Claire. La cantautora 'cool' se había limitado a decir que, si le daban a escoger entre la izquierda y la derecha, se quedaba con la derecha. Como era de esperar, le llovieron réplicas, reproches y reprimendas. Cuando me tocó escribir sobre aquello, preguntando a varios superventas nacionales, me pareció sensata la respuesta de Enrique Bunbury: “No conozco a muchos músicos del pop español. Tampoco me importa si Nena Daconte o La Quinta Estación votan a Convergencia o a UPyD. En general, el rock siempre fue de izquierdas. Pero tampoco es una cualidad que denote una mayor inteligencia o sensibilidad”, resumía, en línea con lo que opinan la mayoría de españoles.

En el siglo XXI, la postura política donde coinciden más estrellas del mundo del espectáculo es su activismo en la defensa del fraude fiscal

En realidad, es discutible que la mayoría de los rockeros sean de izquierda. Iconos como Kiss, Slayer, Elvis Presley, Ted Nugent y Johnny Hallyday difícilmente podrían ser descritos como progresistas. En el siglo XXI, el espacio político donde coinciden más estrellas del espectáculo es su activismo en la defensa de la evasión fiscal, basta ver la cantidad de iconos progresistas que han sido acusados de este delito, desde U2 hasta Joaquín Sabina, pasando por los Rolling Stones. Para lo bueno y para lo malo, los tiempos de hegemonía de Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos han quedado atrás para dar paso a otros donde ya no parecen tan intolerables las opiniones conservadoras, reaccionarias o sencilamente cuestionadoras del PSOE, caso de Juan Echanove, Quique San Francisco e Iker Jiménez. No digo que tengan razón unos u otros, solo que cada vez parece más claro el ocaso del dominio cultural 'progre'.

Fascismo rockero

En mayo de 1976, cima de su fama y su prestigio, David Bowie apareció en Victoria Station (Londres) haciendo el saludo nazi desde un coche descapotable. No fue una anécdota ni una mala interpretación del gesto, sino que le obsesionaba el poder totalitario. “Gran Bretaña está preparada para un líder fascista. Creo que se podría beneficiar de ello. Después de todo, el fascismo es nacionalismo verdadero. Creo de manera firme en el fascismo, la gente siempre responde con mayor eficiencia ante el liderazgo de este tipo de regímenes”, había declarado ya en una entrevista con Playboy en 1974.

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El Duque Blanco argumentaba así su postura: “Las estrellas de rock son fascistas. Adolf Hitler fue una de las primeras estrellas de rock. Piensa en ello. Mira sus primeras películas y la manera en que se mueve. Creo que es tan bueno como Jagger. Resulta fascinante. chico, cuando Hitler se ponía sobre un escenario, sabía como trabajar al público y es el creador de algo que supo controlar durante doce años. El mundo no volverá a ver nada como eso. Convirtió un país en un escenario. La gente no es muy lista, ¿sabes? Dicen que quieren libertad, pero cuando tienen la oportunidad pasan de Nietzsche y escogen a Hitler porque él entra en las habitaciones con música y luces manejadas de manera estratégica. Ofrecía algo muy parecido a un concierto de rock and roll. Los chavales se excitaban mucho, las chicas se calentaban y sudaban y la gente quería ser como él. Para mí, esa es la experiencia del rock and roll”, explicaba. Que muchos sigan percibiendo a Bowie como una voz progresista es algo que debería darnos qué pensar. La mayoría de la estrellas cuturales, fachas o 'progres', son simples elitistas militantes adictos a su estatus semidivino.

Los límites de la política pop

Por si fuera poco, este fin de semana tuvo lugar otro ‘beef’ (riña entre celebridades) que confirma la condición suicida de las batallas tuiteras de nuestra izquierda. El rapero valenciano Nega, la mitad de Los Chikos del Maíz, miembro del círculo íntimo de Pablo Iglesias, acusó al portero de fútbol Pepe Reina de ser una “fascista de mierda” por señalar que el sábado las manifestaciones antigubernamentales habían tenido éxito. ¿Respuesta del jugador de la selección española? Difundir una foto de Nega sonriente, abrazado a Arnaldo Otegi, bajo el mensaje “menos lecciones de dignidad, campeón”. Lo crean o no, en muchos ambientes de Unidas Podemos la sensación que arroja este intercambio es que se ha dado una lección de política al deportista. Mientras tanto, en el mundo real, el saldo más probable del rifirrafe será pensar que el rimador bolchevique descalifica como "fascistas" unas manifestaciones legales mientras compadrea con un exmiembro de ETA. Es como si nunca hubiera existido Antonio Gramsci.

"La mayoría de los músicos se declararan de izquierdas, aunque lo que yo he visto es, en general, tibieza y desinterés", explicaba el cantante de Astrud el año del 15-M

Bajemos del Olimpo. Aunque no lo parezca, el grupo de Nega es cabeza de cartel de festivales de verano y llena recintos de tres mil personas en cualquier capital de provincia, pero la mayoría de músicos españoles están en el límite de la supervivencia digna. ¿Se puede ser progresista desde esa posición? Aquí encuentro útil la respuesta de Manolo Martínez, la mitad del grupo Astrud. “La mayoría (de los músicos) se declaran de izquierdas, aunque lo que yo he visto es, en general, tibieza y desinterés. Por otro lado, muchos de esos que se declaran -y seguramente se creen- de izquierdas luego están encantados por tocar en Espacios Movistar y similares. Yo no digo que tengan que dejar de hacerlo; ya me doy cuenta de lo difícil que es ir viviendo de tocar, tal y como están las cosas. Pero es que en muchos casos ni siquiera se dan cuenta de que hay -digamos- cierta tensión entre hacer publicidad, aun indirectamente, y defender determinadas opciones políticas”, subrayaba en 2011, el año del 15-M.

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Al final de la entrevista, Martínez confesaba estar afiliado a un partido comunista y añadía que encontraba complicado traducir su compromiso a las canciones. Lo más lejos que había llegado era autoimponerse que todos sus músicos de gira cobrasen lo mismo que el grupo y rechazar que sus canciones sonasen en anuncios (“tampoco me lo han pedido nunca”, admitía honestamente). Por triste que parezca, este es el estrecho margen de libertad que ofrece el planeta pop actual, atrapado entre la naturaleza narcisista de la que hablaba Bowie y un circuito cada vez mas colonizado por Silicon Valley y los patrocinios corporativos. Algunas escenas musicales vinculadas a los guetos, a la cultura “hazlo tú mismo” y a la canción de autor han logrado victorias efímeras, oasis de emancipación que apenas funcionan unos pocos años. El resto de los músicos son simples trabajadores, sin apenas capacidad de acción política. Precisamente por eso resulta delirante que la izquierda pretenda someter a la cultura pop a un eterno tribunal político. Esta España en crisis que nos ha tocado vivir necesita justamente lo contrario: himnos de fraternidad y reconstrucción como 'Geografía de La Oreja de Van Gogh. Les invito a escucharla para iluminar el lunes.

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