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Cultura

Ni Carmena ni Almeida: la casa de Vicente sigue abandonada

La casa de Vicente Aleixandre, en Madrid.

Casi tres años después de que se colocara sobre la mesa la opción de compra oficial de la casa del poeta y premio Nobel Vicente Aleixandre, el asunto sigue sin respuesta. A día de hoy, el número 3 de la madrileña calle Velintonia continúa cerrado a cal y canto, con las paredes desnudas y sin uno solo de los muebles que pertenecieron al poeta. En España otros inmuebles corren la misma suerte: desde la casa de Bécquer en Soria hasta los edificios en los que vivieron Concha Espina y Josefina Rodríguez Aldecoa.

Esta semana, el escritor Fernando Aramburu recordó, con acritud, la diferencia que hay en el trato que da la ciudad de Madrid a la casa de Vicente Aleixandre  en oposición a iniciativas como las de Fráncfort con la casa de Goethe, reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial, o las de de Dostoievski y Anna Akhmatova en San Petersburgo. El asunto, sin embargo, viene de lejos y parece aún más de encontrar una solución.

En 2018, alegando que no existía un acuerdo con los herederos de Velintonia, el Gobierno de Manuela Carmena barajó recurrir a la vía de la expropiación para convertir el inmueble en un centro dedicado a la poesía. Para conseguirlo, era necesaria una modificación del Plan General de Ordenación Urbana. ¿Con qué intención? Pues cambiar el uso de residencial a dotacional. En más de una oportunidad, la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre ha pedido reiteradamente que el inmueble sea declarado Bien de Interés Cultural. Los técnicos, sin embargo, se negaron. Argumentan que las características del edificio no se prestan.

Al ser consultada por Vozpopuli sobre el tema, la actual concejal de Cultura del Ayuntamieto de Madrid, Andrea Levy, explica que este tema depende del área de urbanismo. Asegura Levy que los propietarios no han iniciado ningún procedimiento administrativo y que la ley de patrimonio de la Comunidad de Madrid no reconoce el edificio como bien a proteger, porque no tiene elementos suficientes que lo distingan para adquirir esa categoría.

“El delegado de urbanismo no tiene ninguna herramienta en el plan general de urbanismo para su protección ni hay en tramite ningún procedimiento”, puntualiza Levy ante la consulta puntual de este diario. Desde el área de Cultura no se puede “expropiar” una casa contra sus propietarios, y sobre todo “si Urbanismo no ve elementos catalogados”, amplía la responsable municipal de Cultura de los populares sobre un asunto que permanece aún pendiente.

Una casa en ruinas

Ubicada en el número 3 de la calle Velintonia –hoy calle Vicente Aleixandre-, en este edificio de dos plantas y un pequeño jardín, se encuentra en un manifiesto estado de abandono, hasta el punto de que sobre su fachada en ruinas llegó a colgar el letrero de venta que sus herederos colocaron hace tres años para asegurar la viabilidad de una villa imposible de mantener y mucho menos de rehabilitar.

Entonces, el valor del inmueble se tasó en 4,7 millones de euros. El Ayuntamiento, entonces gobernado por Manuela Carmena, aseguró que la casa valía la mitad. En 2017, el PSOE planteó la compra y rehabilitación y para ello se puso en marcha una mesa de negociación que acercara a las partes. Fue un proceso largo y lento. La posibilidad de expropiación comunicada por el entonces delegado del Área de Desarrollo Urbano Sostenible, José Manuel Calvo, no facilitó el método ni acercó posiciones.

Aleixandre escribió casi toda su obra en las paredes de esa villa. Es, sin lugar a dudas, la casa de la poesía española: desde los poetas del 27 hasta los Novísimos, al menos a juzgar por las personalidades literarias cercanas a Aleixandre que pasaron por ella. Por eso la familia insiste en la necesidad de declarar la casa como Bien de Interés Cultural y su posterior inscripción en el Registro de Bienes de Interés Cultural. Esa medida, insisten, salvaría el inmueble del avanzado estado de deterioro. 

Ni de un signo ni de otro 

El escritor Emilio Calderón, autor de la biografía de Vicente Aleixandre La memoria de un hombre está en sus besos, asegura que una de las cosas más preocupantes radica en el hecho de que ningún gobierno, independientemente de su signo político, "se haya dignado" a considerar la declaración de esta casa como Bien de Interés Cultural.

"La incultura y la estulticia de nuestros gobernantes es de tal magnitud que solo ven una casa vacía, sin ningún valor arquitectónico que justifique su protección. En pocas palabras, son incapaces de comprender el valor inmaterial del edificio, lo que allí sucedió, quiénes y en qué circunstancia la casa de Aleixandre se convirtió en la casa de la poesía española", asegura Calderón.

En Velintonia, Federico García Lorca leyó por primera vez Los sonetos del amor oscuro. Allí tocaba el piano de la madre de Vicente, Pablo Neruda visitaba la casa todos los domingos. Otro tanto hacía Miguel Hernández, y el resto de poetas de la generación del 27. Después de la guerra, durante la dictadura, la casa fue frecuentada por las nuevas generaciones de poetas, desde la década de 1950 hasta los Novísimos. "Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, Pepe Hierro, Vicente Molina Foix, etc., todos frecuentaron Velintonia hasta la muerte del poeta en 1984".

En cuanto al contenido de la casa, explica Calderón a Vozpopuli, la sobrina nieta del poeta donó parte del mobiliario al Centro Cultural de la Generación del 27, con sede en Málaga. "Como allí no tenían espacio, almacenaron los enseres del poeta en un sótano, donde permanecen (de ahí la foto de la habitación vacía en el tuit de Fernando Aramburu). El resto, el llamado Archivo Aleixandre, pertenece a la viuda del poeta Carlos Bousoño, quien fue amigo íntimo de Aleixandre. Hubo un pleito entre la sobrina nieta y el señor Bousoño, quien al final ganó el contencioso".

Las otras casas abandonadas

La de Aleixandre no es la única casa en estado crítico. En España hay 54 casas natales, museos o fundaciones de escritores con el nombre de algunos de los autores más importantes y relevantes de la literatura española. Cada año reciben tres millones de visitantes y acogen cerca de 10.000 investigadores. Sin embargo, hay otro grupo de inmuebles en estado de ruina y abandono total.

Muchas de ellas se han salvado de la demolición gracias a la intervención de asociaciones regionales, que han conseguido –prácticamente in extremis- que los gobiernos locales interviniesen para evitar lo peor. Ocurrió con la de Gustavo Adolfo Bécquer, en Soria; con la de Vicente Aleixandre, en Madrid o la de Luis Cernuda, en Sevilla. La lista es bastante más larga. Por ejemplo, los edificios en los que vivieron Concha Espina y Josefina Rodríguez Aldecoa o, por ejemplo, el molino de Villamartín de Don Sancho, propiedad de Concepción Arenal y que aparece en la lista roja de Patrimonio.

La casa de Luis Cernuda, en Sevilla, llegó incluso a ser anunciada en un portal inmobiliario para su venta por un valor de 580.000 euros. Después de mucho batallar, la Asociación de Defensa del Patrimonio de Andalucía (Adepa) consiguió que la Junta de Andalucía la declarara como bien protegido, es decir: no puede demolerse ni venderse.

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