Cuando The Beatles se separaron en 1970, Paul McCartney se retiró a una granja en Escocia. Allí compuso sus primeras canciones en solitario y las que formarían parte del primer disco de Wings, su banda durante los años 70. Ahora, con 82 años, el exbeatle podría refugiarse en la calidez de su gran legado pero, sin embargo, sigue inmerso en su enésima gira mundial. Hace meses estuvo por Sudamérica y, hace semanas, en París. Estas dos últimas noches ha tocado en Madrid de forma consecutiva, una hazaña a valorar dada su avanzada edad. Muchos artistas de su talla y vejez descansan varios días entre bolo y bolo.
Sin embargo, parece que para McCartney no existen limitaciones. Comenzó el concierto con la potente y beateliana Can't Buy Me Love, aún con la voz un poco rota, pero con la energía necesaria para que no importara: había 16.000 personas coreando un clásico de la música popular. Durante la siguiente hora, el cantante junto a una compacta banda -dos guitarristas, un batería, un pianista y tres personas encargadas de los vientos- repasó éxitos de los Beatles como la popular Drive My Car, Got to Get You Into My Life, la optimista Getting Better o I've Just Seen a Face.
Estos temas se intercalaban con algunos grandes éxitos de Wings como Junior's Farm, Letting Go o Let 'Em In, que eran recibidos por el público con la misma emoción o más que las demás canciones, y otras en solitario como la reciente Come On to Me o la imponente Maybe I'm Amazed. Esta última dejó patente el desgaste vocal del cantante y también sus herramientas y tablas para dar el mejor show a pesar de todo (sus músicos le apoyaban con unos excelentes coros).
Este es un gran acontecimiento musical por su talla cultural y también por las escasas ocasiones que surgen para verlo
Uno de los grandes éxitos de este show es que Paul no cae en hacer un greatest hits en directo, no se trata de una lista de temazos incontestables sin más intención. Esta banda, que le acompaña desde hace más de 20 años, está perfectamente engrasada pero suena genuina; hay planificación pero también espontaneidad. Cada músico tiene espacio para lucirse -especialmente el batería- y no están solo a servicio de la gran estrella.
Esta humildad también la demuestra en la interacción con el público, hablando en numerosas ocasiones en español: "Hola, España. Buenas noches, Madrid. Estoy muy feliz de estar aquí de nuevo", dijo al comienzo del show. Lo cierto es que el de Liverpool llevaba desde 2016 sin pisar España y, anteriormente, no venía desde 2004. Este es un gran acontecimiento musical por su talla cultural y también por las escasas ocasiones que surgen para verlo. Desde luego, elegir el WiZink Center fue un acierto. El sonido fue impecable y el espectáculo visual, formidable.
El show se ralentizó cuando Paul nos avisó de que íbamos a viajar hacia atrás en el tiempo -como si no llevásemos más de una hora haciéndolo- y cantó la primera canción que "grabamos los Beatles", en sus propias palabras. Esta es In Spite of All the Danger, acompañada de Love Me Do, un clásico del primer álbum de la banda, y quizá el tema que peor ha envejecido de todo el repertorio, aunque fue recibida como agua de mayo por los asistentes.
En un momento íntimo y con las luces casi apagadas, McCartney se elevó en una plataforma rodeada de una pantalla sobre la que cantó la delicada Blackbird y Here Today, una canción que escribió en 1980 después del asesinato de su "hermano" John Lennon, y a quien se la dedicó expresamente. Dentro del 'homenaje' a su exbanda, le tocó el turno a Now and Then, considerada la última canción de los Beatles que fue publicada el año pasado sobre una base que compuso Lennon y que él y Ringo Starr, los dos únicos supervivientes del grupo, arreglaron y terminaron.
¿Quién no quiere cantar Hey Jude a pleno pulmón junto a Paul McCartney?
En la segunda parte del concierto se sucedió otro carrusel de éxitos de los Beatles como Lady Madonna, Ob-La-Di, Ob-La-Da -coreada por el público-, Something, con un gran y emotivo homenaje a George Harrison, o incluso Being for the Benefit of Mr. Kite!, un no muy popular corte del Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (1967) y que fue bien recibido entre los más fanáticos. En este momento le tocó el turno a algunos de los grandes himnos: Get Back, Let It Be y Hey Jude. Esta última, cantada con la ayuda de las 16.000 almas que allí estaban, con un 'na, na, na, naaaa' que inundó cada rincón del recinto. ¿Quién no quiere cantar Hey Jude a pleno pulmón junto a Paul McCartney?
Entre medias sonaron la enérgica Jet y el clásico de los Wings Band on the Run. En Live and Let Die, un tema que el artista compuso para una película de James Bond en los años 70 -y que a principios de los 90 fue rescatada por Guns 'N Roses en la que probablemente sea su versión más conocida- se desató un espectáculo de pirotecnia que, en ocasiones, asustó hasta al propio Paul, quien estaba al piano. Un momento del show que, sin pretenderlo, lleva meses llenando de memes las redes sociales.
Paul McCartney explodes and fucking dies versión Madrid lateral. pic.twitter.com/Yr4aGQgXnw
— Xulián ?? (@xuliansf) December 9, 2024
El bis final fue uno de los momentos más enérgicos de las dos horas y media de concierto. Primero, con I've Got a Feeling en un nuevo gran homenaje a Lennon, que incluso 'cantó' su parte en un vídeo bien intercalado dentro de la canción, mientras la banda seguía tocando. Luego, con Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (Reprise), que anunciaba en su letra el final del concierto, seguida de la pionera Helter Skelter, considerada una de las primeras canciones de hard rock e incluso del metal.
McCartney sabe lo que tiene entre manos y lo trata con delicadeza pero con la pasión de quien sostiene sobre sus hombros el legado de una de las bandas más importantes de la historia
Para el gran colofón, se sucedió el delicioso medley conformado por Golden Slumbers, Carry That Weight y The End, el último tramo del disco Abbey Road, el último que grabaron los Beatles -aunque no fue el último que se publicó, ese fue Let It Be-, lo cual no deja de ser una declaración de intenciones.
Este concierto, con sabor a despedida -y el que quizá sea el último del británico en España-, demostró de nuevo que los Beatles fueron mucho más que una banda y que más de 50 años después sus canciones siguen emocionando y moviendo masas. Paul McCartney sabe lo que tiene entre manos, lo que ha compuesto y lo que sigue cantando con la emoción del primer día, y lo trata con delicadeza pero con pasión, entre bromas y con la seriedad de quien sostiene sobre sus hombros el legado de una de las bandas más importantes de la historia de la música y de la humanidad.