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Cultura

The Beatles

Todo pasa, menos George Harrison

La edición en castellano de sus memorias se une a la remasterización del álbum clásico y metafísico "All Things Must Pass"

Los periodistas Peter McCabe y Robert Schonfeld entrevistaron a John Lennon y Yoko Ono a mediados del año 1971. En este encuentro la artista japonesa definió maliciosamente al ex Beatle George Harrison como "poco sofisticado". Apoyaba así el juicio de su marido, Lennon, el cual afirmaba que Harrison era “muy cerrado” en gustos. Puede que esa misantropía intelectual, ese cultivar su propio jardín (metáfora del gusto de Harrison, gran hortelano), sea un caramelo en dulce como definición.

El exBeatle mantuvo relaciones tensas con la prensa del tiempo -ahí están sus canciones Cockamamie Business o la excelente Devil’s Radio- e hizo de la ocultación, de perderse por Hawái o Grecia, un particular encanto para cualquier estudioso de músicos fuera de radar. No, no podía ser un favorito de la prensa aquel que llegó a decir en el semanario Melody Maker “prefiero ser un ex Beatle, a un exnazi, pero prefería ser un ex nada”, y que juzgó la “nueva ola” de los ochenta como “basura” en una de sus canciones.

Sus memorias, I me mine (Libros del kultrum), traducidas al castellano con oficio por Eduardo Hojman, traen a 2021 al músico de Liverpool en sus facetas de jardinero, chistoso, aficionado a la Fórmula 1 y místico. Hojman, incluso, llega adaptar las canciones al castellano -las memorias de Harrison son esencialmente comentarios a sus canciones- forzando rimas y traicionando significados. En ocasiones la adaptación es brillante, mientras que en otras las referencias se le escapan por especialmente opacas (confunde al grupo Rolling Stones con la revista Rolling Stone en ese ajuste de cuentas que es la canción This Guitar Can't Keep From Crying).

Los Beatles estaban condenados, nos faltaba espacio propio, como a los monos del zoológico", recuerda Harrison

A pesar de estos fallos, el conjunto es notable -recordemos los destrozos en el campo de la traducción de Anagrama- y mantiene el acento optimista de la obra en inglés con los añadidos de su reedición en los dosmiles. El inicio del libro, de hecho, es más bien una conversación informal entre Harrison y su amigo el periodista Derek Taylor; escritor oculto con unas excelentes memorias sin traducir y no muy lejanas en ese estilo libre a Tom Wolfe o Hunter S. Thompson (Fifty Years Adrift In An Open-Necked Shirt). En esta introducción todos los tópicos del ex Beatle fluyen, recordando a las clásicas entrevistas de Jot Down: la pobreza en Liverpool, los primeros conciertos del grupo, las desavenencias entre sus miembros, el amor por la comedia británica y su particular fervor religioso. Sus comentarios sobre la disolución del grupo de Liverpool, de hecho, son bastante sarcásticos:

“…en la versión de nuestras vidas de Dick Lester de ¡Qué noche la de aquel día! y Help! parecía que todo era juegos y diversión, un buen revolcón Todo era agradable en las películas, pero en la vida real nunca hubo ninguna duda. Los Beatles estaban condenados. Tu propio espacio, amigo. Es algo muy importante. Por eso estábamos condenados, porque no lo teníamos. Es como pasa con los monos en el zoológico. Se mueren”.

Oh Señor, dulce Señor

El proselitismo religioso de estas memorias, quizá, pueda atragantarse a aquel que busque anécdotas divertidas y comentarios musicales. Por suerte, Harrison sabe bien parar su propia verborrea hindú con algún sarcasmo para el lector. Exactamente igual que las carcajadas que finalizaban la seminal Within You Without You; confesión culpable para que el oyente no se tome todo en serio, según declaró al biógrafo de los Fab Four Hunter Davies.

Más interesante, sin duda, es que estas amenas memorias musicales hayan coincidido este año con el remix de All things must pass, su obra clásica de los años setenta y el último triunfo del "muro de sonido" de Phil Spector.

Contaba Harrison en la revista Crawdaddy que al publicarse este disco triple Lennon comentó que debía “estar loco por sacar tres LP al mercado”, además de juzgar que en la portada George se asemejaba a un “Leon Russell asmático”. Era el tránsito del año 70 al 71, el apogeo de la contracultura en los países anglosajones, y el propio Lennon afirmaba que una de las razones por las cuales no asistió al concierto de Bangladesh -esencialmente All Things Must Pass en vivo- era “no tocar” en My Sweet Lord. Un año antes, incluso, había hecho proselitismo ateo en ese himno góspel heterodoxo que es God.

Harrison, a pesar de todas estas críticas envidiosas de Lennon, alcanzó el éxito con una producción ambiciosa, pero también con un conjunto de canciones memorable: la mayoría habían sido rechazadas por Lennon y McCartney. Este triple vinilo fue quizá su único gran éxito de crítica en un tiempo donde todavía la prensa musical podía retar en un pulso a las grandes discográficas. El crítico Ben Gerson en Rolling Stone llamó a este triple LP una producción “wagneriana, bruckneriana, música de vastos horizontes y cimas de montañas” mientras la publicación de la industria Billboard juzgó el disco como “una mezcla maestra de rock y piedad que supone un alivio al tedio del rock cotidiano”.

Con más de tres millones de copias vendidas, el triple LP de Harrison fue uno de los hitos del arranque de los setenta

La producción de All things must pass, que duró casi todo el año 1970, incluyó a toda la élite del rock anglosajón en el tiempo: Eric Clapton, Badfinger, el excelente batería Alan White, los teclados de Billy Preston, Gary Brooker o Gary Wright además de cameos del futuro ídolo adolescente Peter Frampton y un jovencísimo Phil Collins. El contraste de la “big band” instigada por Harrison con los espartanos discos de Lennon y McCartney del año 1970 se justificaba así al periodista radiofónico Howard Smith:
“…prefiero tocar con otra gente, sabes, porque… "unidos permaneceremos, divididos pereceremos". Creo que, musicalmente, se puede sonar mucho más cohesionado si tienes un bajo, un guitarrista, un batería y unos pocos amigos. Una ayudita de tus amigos”.

Como consecuencia en las reediciones ha sido “imposible” discernir quién había tocado qué, según las memorias del ingeniero sonoro Ken Scott. El “muro de sonido” fue grabado con decenas de artistas en una sola pista por el productor Phil Spector, con lo que todos los instrumentos se solapan.
Este creador de “sinfonías adolescentes”, ideólogo de un sonido superventas cargado de eco, trabajó en el triple vinilo desde el inicio, aunque empezó a faltar a últimas sesiones (llegaron a publicar un anuncio en la prensa para que apareciera). Sugirió, a pesar de todo, el sencillo del disco que habría de ser superventas ("My Sweet Lord") y también qué canciones figurarían en los elepés. Personaje polémico en la actualidad por sus relaciones delictivas con el otro sexo, los discos que hizo con los ex Beatles a inicios de los 70 fueron su último momento de gloria antes del ocaso y condena social.

La honestidad de Harrison

Con más de tres millones de copias vendidas, el triple LP de Harrison fue uno de los hitos del 70 al 71. Este éxito comercial, empañado por la demanda de plagio del sencillo "My Sweet Lord" (su parecido con He’s So Fine de las Chiffons resultó evidente), permitió varias reediciones en los dosmiles hasta llegar al remix de este año. Producido por la familia de Harrison, se vende en distintas ediciones de menor a mayor precio. La más cara incluye, además, réplicas de los enanos de la portada (que representaban a John, Paul, George y Ringo, según confesión tardía del propio Harrison), y un libro con manuscritos que iluminan los orígenes de cada tema. El remix, que ha adaptado al formato digital las pistas, ha sido criticado por reducir el eco, pero también ha permitido dentro de lo posible una mayor definición de los instrumentos.

Puede que lo más interesante de esta publicación sean los discos que presentan no solo tomas alternativas, sino las primeras versiones de las canciones y sobre todo las pistas anteriores a la canción final. Estas últimas funcionan como si las canciones de Harrison hubieran sido tocadas por un conjunto más compacto, más Beatles (incluyendo una excelente versión de "Get Back" cantada por Harrison), y son la gema oculta en los cinco discos. Por otra parte, pistas desconocidas para el gran público, pero ya publicadas en discos piratas como Nowhere to Go o Cosmic Empire ven al final la luz.

El libro y este disco demuestran que todas las cosas pasan, pero que Harrison también permanece como referente de honestidad musical en un sector asediado por los “lideres codiciosos”, citando su excelente y kármica "Beware of Darkness". Incluso Lennon lo reconocía para 1970 en su entrevista clásica con el director de Rolling Stone: “¡voy a acabar creyendo en Dios de tanto oír "My Sweet Lord" en la radio!”.

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