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Cultura

Los diez años de Tipos Infames: “Vender un libro cuesta mucho”

Alfonso Tordesillas y Gonzalo Queipo, de la librería Tipos Infames

Corría el año 2010 y España enfrentaba una profunda crisis económica cuando Alfonso Tordesillas, Curro Llorca y Gonzalo Queipo fundaron Tipos Infames. Vinos y libros (C/ San Joaquín, 3 y 6), un lugar que cambió por completo el concepto de la librería de barrio: librería, cafetería, enoteca, sala de exposiciones… En ese lugar se hizo tomar un vino, beber una cerveza artesanal, ver una exposición, comprar un libro y sentarse a leerlo, pero además levantarse a buscar muchos otros -son grandes prescriptores-. Empezaron en aquella Malasaña más canalla que gentrificada. Diez años después, y en medio de una pandemia mundial, Alfonso Tordesillas (AT) y Gonzalo Queipo (GQ) celebran su décimo aniversario. En ese tiempo en Madrid ha cerrado el doble de las librerías de las que se abren. Y ellos siguen en pie. 

Han sobrevivido a las vacas flacas y a una epidemia que sacude a la humanidad, incluso a la desidia lectora, que aún ronda el 40% en España. Y lo han hecho siendo fieles a sus criterios. En aquel 2010, la revista The Economist los señaló como un ejemplo sorprendente de emprendimiento en una España quebrada. No sólo los distinguió como librería, sino también como un proyecto de calidad en medio del caos: "Atormentada por el desempleo, España necesita nuevos proyectos como el de Tipos Infames", publicó la prestigiosa revista británica. 

Tipos Infames es el punto de encuentro. Las razones no son pocas: su extraordinario fondo literario, su apuesta por sellos míticos como Anagrama pero también por otros más arriesgados, las jornadas en las que por un día convierten a un autor en librero, las catas de vino, las presentaciones y talleres, pero, sobre todo, la conversación inteligente de estos dos jóvenes libreros que estarán por cumplir los cuarenta en este local al que han dedicado diez años de sus vidas. 

En esta librería se está a gusto, siempre. Incluso en estos días de mascarilla e hidrogel, ellos han conseguido que no se note. Están curtidos Tordesillas y Queipo. Tras la marcha de Curro, se entregaron en cuerpo y alma a una librería que no tiene nada qué envidiar a la neoyorquina Stramp o la lisboeta Bertrand, ni siquiera el espacio, porque en noviembre de 2019, Tordesillas y Queipo abrieron un segundo local dedicado a la novela gráfica y la literatura infantil. Sobre el oficio del librero o la falacia del emprendimiento como un asunto fácil conversan estos dos libreros de tomo y lomo en esta entrevista concedida a Vozpopuli. 

Alfonso Tordesillas y Gonzalo Queipo, de la librería Tipos Infames

Empezaron en 2010, durante una de las crisis económicas más largas y severas de España, y cumplen diez años en medio de una pandemia. ¿Están hechos a todo, no?

A.T. Cuando acabe la pandemia te lo decimos -risas-. La verdad es que tenemos muy buen ojo para abrir negocios. Basta que abramos uno para que pase algo. Es complicado y esto nos pilla en muy mal momento, porque justo en noviembre del año pasado abrimos una segunda librería donde llevamos la novela gráfica, el fondo de narrativa, la poesía, la narrativa infantil y juvenil. La abrimos justo en frente. Hicimos una apuesta muy grande, pedimos un crédito, reformamos ese local y también este. La abrimos el día de las librerías, el 8 de noviembre, y el 14 de marzo ya estábamos encerrados en casa.

G.P. Arrancamos en 2010 con una crisis. Entonces nos endeudamos, arrancamos todo esto. Ahora en 2020 también es una crisis, y hemos vuelto a invertir....

Ustedes son infames a tiempo completo. Tras la marcha de Curro, sostuvisteis esto ustedes dos solos.

A.T. A partir de que se fue Curro pasamos a ser dos. Como toda persona que tiene su propio negocio, Gonzalo y yo trabajamos muchísimas más horas. Intentamos complementar la plantilla con gente y para nosotros ha sido un chasco todo esto, con los ERTE. Ha sido muy complicado arrancar de nuevo.

¿Cuáles han sido las lecciones más importantes como libreros y empresarios en estos diez años?

G.Q. Uno arranca la librería no con la idea de un empresario, sino de un librero. Uno se imagina que no se pueden desligar, pero con el paso del tiempo llegas a entenderlo verdaderamente.

A.T. Sin duda, es imposible desligar una cosa de otra. Y esto quiere que  quede claro: cuesta mucho vender un libro. No porque antes supiéramos, sino por ese componente romántico pesa mucho y de, hecho, de no haber tenido ese componente romántico, no hubiésemos abierto la librería. Pero eso lo tienes que conjugar con el negocio. Tienes que apostar por un fondo determinado, nosotros hemos podido hacer eso, también con las novedades.  Hay que hacer una mezcla entre mantenerte fiel a una idea y al mismo tiempo funcionar como negocio.

G.P Desde el punto de vista personal, te digo que sin Alfonso esto no funcionaría ni como empresa ni como librería. Yo no aguantaría esto solo. Desde la gestión de la librería hasta el estímulo de continuar trabajando.

Tipos Infames tiene un perfil literario clarísimo e incontestable. Es el lugar de referencia y de espacio de reunión. ¿Son conscientes de que eso ocurre desde el primer año?

A.T. Yo no soy consciente. Puedo serlo cuando salgo fuera de Madrid. Si entro a una librería a comprar un libro y les digo que yo tengo una., cuando me preguntan cuál es y digo Tipos Infames, entonces me contestan: ‘Ah, claro’. Es ahí cuando comienzas a entender que la gente sabe dónde estás y qué haces.

G.P. El hecho de estar aquí, encerrados en nuestro trabajo y el día a día, no nos permite darnos cuenta. Aquí pasan cosas. Hay días más tranquilos, otros más animados. Sí es verdad que cuando te mueves, por ejemplo a León, nos conocen ahí. Soy consciente de que hacemos muchas cosas aquí, presentaciones, talleres, exposiciones...

Gonzalo Queipo, de Tipos Infames, en entrevista con Vozpópuli

¿A quién se le puede atribuir lo de "Perdimos nuestra juventud en Malasaña" que habéis impreso en vuestras bolsas de tela para libros?

G.Q. Creo que a Curro...

¿El Malasaña al que ustedes llegaron dista mucho del actual?

G.Q. Cuando llegamos a esta calle, en 2010, estaba el Lozano, que ya no está; el local de encuadernación, que cerró...

A.T. El Patatín, que cerró.

G.Q. La cerrajería, que tampoco está y el restaurante que teníamos al lado. 

¿Creen que en estos 10 años la idea de la librería de barrio ha crecido para bien?

A.T. Creo que ha mejorado la calidad de la librería de barrio, pero también porque se ha dado un proceso de diversificación impulsado por los propios libreros. Hemos pasado de la librería tradicional, que está muy bien y me parece muy respetable, a nuevas librerías con más capacidad tecnológica que te mandan los libros a casa, incluso han surgido librerías como la nuestra.

Antiguamente se concebía el negocio como librería-papelería y ahora se pueden vender discos, en nuestro caso, quisimos crear la librería que nosotros buscábamos como lectores, un lugar donde poder tomarte un vino, una cerveza, un café, estar tranquilo, ver una exposición, una presentación, en un buen ambiente y un local bonito. Eso se ha hecho en una librerías con otras opciones y otros tamaños.

G.Q. Hay una parte de ocio asociado a la librería. Eso está bien. La gente iba a una librería, pero no se quedaba en ella. Nosotros tuvimos claro que en esta librería tendríamos lo que querríamos leer y eso forma parte.

¿Qué cambios perciben en la industria del libro desde 2010 para acá?

G.Q. Cuando abrimos, se decía que el libro digital venía a acabar con el papel y que el ebook era el regalo de esas navidades. Ha quedado demostrado que, de momento, conviven.

A.T. Lo que no es posible es que, en diez años, sigamos teniendo problemas en la distribución y que tarden tres días en servir un pedido desde Barcelona o Madrid, y con cuentas importantes. Algunas distribuidoras con menor volumen llegan en 24 horas. Se puede hacer mejor. Tenemos que mejorar todos: pedir mejor, para que no haya tanta devolución, pero el reparto sigue necesitando más.

¿Se quejan demasiado los libreros?

A.T. Creo que a veces en el mundo de la cultura en general, no somos conscientes de la voz que tenemos. Se nos escucha mucho antes que a otros sectores y eso es un valor.

Háblenme del espíritu profundamente literario de Tipos Infames.

A.T. Vamos muy acorde con una generación de editores: Anagrama, que son los libros que leíamos en nuestra juventud, luego Tusquets, por ejemplo, pero también hay otros editores con los que hemos ido un poco más de la mano y que nacieron un poco antes de nosotros Grupo Contexto, Cabaret Voltaire, Gallo Nero…

Alfonso Tordesillas, de Tipos Infames, en entrevista con Vozpópuli

¿Algún episodio o anécdota para recordar de estos diez años?

A.T. Algún que otro libro que no teníamos ha aparecido en la estantería, porque lo ha dejado el propio autor o un fan. Ha ocurrido un par de veces. También hay autores que cambian sus libros de sitio, pero no muchas cosas más.

¿Qué hicieron en el confinamiento? ¿Vendieron por  Internet? ¿Cuánto tiempo estuvieron inmóviles?

A.T. Creo que nunca estuvimos parados del todo. Lo que ocurría es que teníamos miedo y aprehensión por la situación. Teníamos que mantener la página Web, pero temimos el tema de reparto por la salud de la mensajería, pero sobre todo, por la salud de Gonzalo y mía. Si alguno de los dos se pone malo, esto hubiese chapado. También aprovechábamos para poner al día la facturación. Al principio, cuando nos dejaron abrir con cita previa, despachábamos desde la puerta y luego con una o dos personas dentro del local. Ahora, ya funcionamos plenamente.

G.Q. Hubo gente que compró los libros por la web y dijo que lo recogería cuando pudiese. Creamos unos vales por Internet. Lo único bueno de todo esto fue sentir el apoyo de la gente. Me imagino que en todas las librerías ocurriría eso. Hubo mucho apoyo para mantenernos.

¿Está prohibido tocar los libros?

A.T. Entendemos que las restricciones de ese tipo ya han pasado, pero recomendamos a los clientes usar el hidrogel que tenemos en la puerta.

The Economist puso a Tipos Infames como un ejemplo de emprendimiento. Durante la crisis ser emprendedor era un deber. ¿Qué balance hacéis de esa idea?

A.T.  Por una parte está la idea de que emprender es bueno, pero ni siquiera te ponen los ruedines. Y yo no me refiero a ayudas, sino a ayuda resolutiva, desde licencias hasta papeleo. Hay demasiada burocracia y por supuesto incentivos económicos, directos o indirectos. Hay gran publicidad sobre el emprendimiento y está bien visto, pero no tiene ayudas concretas. Al pedir un crédito a un banco sudas tinta, por la cantidad de papeleo tremendo. Es complicado.

G.Q. Desde el punto de vista personal tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Por una parte, trabajar para otro siempre es distinto que tener un proyecto propio, pero el coste personal es muy alto. 

A.T. Yo no creo que trabaje menos que cualquier otra persona. El trabajo consiste en estar aquí, nosotros no podemos trabajar desde casa. Eso te quita muchas horas para estar con tu familia. Pero insisto, el mundo de la cultura es muy llorón y no nos damos cuenta de la voz que tenemos cuando, por ejemplo, a los carpinteros u otros sectores no tienen esa posibilidad.  

Alfonso Tordesillas y Gonzalo Queipo, de la librería Tipos Infames

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