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Slavoj Zizek: lecciones filosóficas de la victoria de los talibanes

El profesor esloveno se fija en Afganistán para anticipar futuros conflictos globales

El intelectual hegeliano y marxista Slavoj Zizek ganó un estatus cercano a las estrellas del rock en el cambio de milenio. Sus análisis de la ideología de nuestra época -aquellos valores que nos dominan, muchas veces de manera inconsciente- le convirtieron en un superventas del ensayo político. Ahora su prestigio ha decaído, en parte por el desconcierto de la izquierda, pero también porque se le reprocha escribir demasiado y que muchas veces sus conclusiones resultan demasiado paradójicas (argumenta y se autorrefuta tan bien que parece capaz de defender cualquier postura). Dicho esto, sus recientes artículos sobre Afganistán -y el debate que generan- señalan dinámicas históricas para el futuro.

La primera pregunta que se ha formulado el esloveno es clara y sencilla: ¿cómo es posible que los talibanes recobrasen su país tan rápidamente? Recordemos que 80.000 soldados talibanes se impusieron a un ejército nacional de 300.000 efectivos, mejor equipados y entrenados. De todas las causas concurrentes para esta victoria (corrupción, miedo, deseo de orden interno…) el filósofo pone el foco en la menos mencionada: “Se trata del desprecio de los talibanes por la supervivencia y la disposición de sus combatientes a asumir el ‘martirio’, a morir no sólo en una batalla sino incluso en actos suicidas. La explicación de que los talibanes, como fundamentalistas, ‘creen realmente’ que entrarán en el paraíso si mueren como mártires no es suficiente, ya que no capta la diferencia entre la creencia en el sentido de la perspicacia intelectual (‘sé que iré al cielo, es un hecho’) y la creencia como una posición subjetiva comprometida. En otras palabras, (los liberales) no tienen en cuenta el poder material de una ideología -en este caso, el poder de la fe- que no se basa simplemente en la fuerza de nuestra convicción, sino en estar comprometidos existencialmente: no somos sujetos que eligen tal o cual creencia, sino que ‘somos’ nuestra creencia en el sentido de que esta creencia impregna nuestra vida”, destaca. Si realmente queremos cambiar nuestro modo de vida, habrá que superar el cuidado del 'yo' individualista", explica.

Si realmente queremos cambiar nuestro modo de vida, hay que superar el ‘cuidado del yo’ individualista", apunta Zizek

Zizek recuerda que estamos ante un conflicto similar a la revolución de los ayatolás, que fascinó al filósofo radical Michel Foucault en 1978. “Desde el punto de vista del individualismo liberal, todo compromiso universalista, especialmente si incluye arriesgar la propia vida, es sospechoso e ‘irracional”. Aquí nos encontramos con una interesante paradoja: aunque es dudoso que el marxismo tradicional pueda dar una explicación convincente del éxito de los talibanes, proporcionó un ejemplo europeo perfecto de lo que Foucault buscaba en Irán (y de lo que nos fascina ahora en Afganistán), un ejemplo que no implicaba ningún fundamentalismo religioso, sino sólo un compromiso colectivo por una vida mejor. Tras el triunfo del capitalismo global, este espíritu de compromiso colectivo fue reprimido, y ahora esta postura reprimida parece volver bajo la apariencia del fundamentalismo religioso”, destaca.

¿Podemos, entonces, imaginar nuevos compromisos emancipatorios colectivos en Occidente? “Sí. No sólo podemos, sino que ya está llamando a nuestras puertas con gran fuerza. Mencionaré la catástrofe del calentamiento global, que demanda acciones colectivas a gran escala que exigirán sus propias formas de martirio, sacrificando muchos placeres a los que nos hemos acostumbrado. Si realmente queremos cambiar todo nuestro modo de vida, habrá que superar el ‘cuidado del yo’ individualista que se centra en nuestra relación con esos placeres. La ciencia experta por sí sola no hará el trabajo: tendrá que ser una ciencia enraizada en el compromiso colectivo más profundo. Esta debería ser nuestra respuesta a los talibanes”, propone como camino.

Respuesta india a Zizek

Por supuesto, su postura ha tenido respuesta, la más visible por parte del intelectual indio Manash Firaq Bhattacharjee, especialista en los conflictos nacionales de su país. Defiende que el análisis del esloveno es artificial y poco riguroso: “Zizek argumenta que, para los talibanes, la fe no es simplemente una cuestión de elección sino algo relativo a todo su ser. Eso es lo que garantiza a estos matones con armas, en opinión de Zizek, una autenticidad ontológica (y una justificación). Pero los talibanes no son especiales por el hecho de que sus miembros estén dispuestos a sacrificar su propias vidas en el altar de sus ideales. Cualquier ejército nacional está preparado para entregar la vida por sus creencias cuasi-seculares. Lo que resulta más inquietante -pero tampoco único- es que los talibanes también están dispuestos a sacrificar la vida de otros por su ideal. Lo ontológico no puede escapar de lo ético: por eso los talibanes, en un sentido ético, son una catástrofe de la fe”, replica Bhattacharjee, que añade que “no puede haber potencial emancipatorio en ninguna expresión colectiva de solidaridad con la violencia fascista”.

El debate es importante en estos tiempos de desigualdad, catástrofes ambientales y bolsas de miseria extrema. Como era de esperar, la respuesta es más compleja que el dilema. Lo explica el propio Zizek en un artículo posterior: “La crítica que escuchamos una y otra vez es que Occidente ha fallado a Afganistán porque intentó implementar su propia idea de democracia y libertad, ignorando las circunstancias específicas y las tradiciones locales. De todos modos, si miramos más de cerca, podemos comprobar que Occidente sí estableció vínculos con colectivos afganos y el resultado fueron pactos con señores de la guerra en el país, etcétera. El resultado a largo plazo de estos procesos solo puede ser una combinación de capitalismo global y nacionalismo local, al estilo de lo que vemos en Turquía; por eso no nos sorprenden las buenas relaciones del gobierno turco con el actual gobierno de Afganistán”, señala.

¿Conclusión final? En realidad, “Afganistán no recibió nunca demasiada modernidad, sino que solo le dimos todo lo que fue fallando de nuestra modernidad, comenzando por la ocupación soviética del país. Como argumentó el filósofo alemán Jurgen Habermas, la modernidad es un proyecto inacabado, y los talibanes son una prueba”, concluye Zizek.

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