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Cultura

Música electrónica

Sherelle: una tormenta de elegancia ravera

La artista británica resucita los ritmos más brutos y sofisticados de los últimos treinta años

La artista electrónica Sherelle

Sherelle Camille Thomas (Londres, 1993) tuvo el honor de encargarse de la sesión de cierre del Dekmantel 2022, el festival belga con el que sueñan los gourmets electrónicos europeos. “Para aquellos que no me conozcan, mi nombre es Sherelle. Y para aquellos que me conozcan también es Sherelle. Aviso de que esto se va a poner un poco violento. ¿Os molesta si se pone un poco violento?”, explica desafiante. Miles de cluberos se preparan para la descarga final que les haga irse relajados del festival. Lo que obtienen es exactamente lo que necesitan, quizá un poquito más, una elegante tormenta de techno, jungle y música rave (ritmos de la edad de oro de las fiestas electrónicas ilegales en Inglaterra). “Me alimento de la rabia de la gente hacia mí, de quienes no querían verme actuando en su festival”, resumía Sherelle hace un año en The Guardian.

Pinchando en el enlace después de este párrafo pueden escuchar la sesión completa, pero deben hacerlo al máximo volumen para comprender lo que pasa. Sherelle actúa con una llamativa camiseta amarilla (para que el público la vea entre tanta oscuridad) y con la boina negra típica de los revolucionarios africanos. Puede parecer una frivolidad, pero no lo es tanto: la mayoría de las músicas de baile actuales fueron inventadas por comunidades negras, pero si cogemos las listas Forbes de DJs mejor pagados casi todos los rostros son blancos. Negra, pobre y lesbiana, ha recibido cantidades absurdas de hostilidad digital cuando se anuncia su nombre para un festival prestigioso, precisamente por eso dice que la intensidad y energía de su música la concibe como respuesta a quienes quieren expulsarla de la escena electrónica.

Como tantos músicos negros, Sherelle creció en la pobreza material, lo que no le impidió el acceso a la mejor música de baile. La radio le daba acceso a la explosión de la escena dancehall jamaicana de mediados de los dosmiles y una suscripción pirateada a la tele por cable la conectaba con los exhuberantes videoclips de la era dorada del R&B. También tenía un tío joven que solía llevarla en coche y ponía música jungle todo el rato, añadiendo rimas propias sobre las trepidantes bases de los temas. Todo ese sustrato cultural afro que la rodeaba fue tomando orden -poco a poco- en su agitada cabeza adolescente.

Sherelle talentosa y desatada

La situación familiar era muy precaria porque su madre (soltera) libró una larga batalla contra el cáncer. Su hermana mayor tuvo que hacer de segunda madre, según confesaba en la citada entrevista. Después de superar todo eso, llegó el odio de los troles, burlándose de su raza o de su orientación sexual, que se lo hicieron pasar mal hasta que cambio de enfoque. Ahora, en mitad de la sesión del Dekmantel, agradece la existencia de esos abusones. “Gracias por vuestros malas vibraciones, que me han hecho más exitosa”, proclama retadora.

Comenzó su carrera como editora de vídeo en Mixmag, biblia de los ritmos electrónicos, y terminó posando para su portada, a lomos de un caballo negro. “Siempre he sentido que hay porciones de la escena electrónica que son demasiado seguras, aburridas incluso, y que si algún día yo tenía la oportunidad de cambiarlas lo haría”, denuncia en una entrevista con ese medio. Luego continúa: “Lo que va a llegar no son solo ritmos acelerados rompiendo lo que tenemos, sino música original grande y negra para la que mucha gente no está preparada. Pero, lo estén o no, van a tener que procesarlo, porque estos géneros van a quedarse porque hacen sentir bien a la gente, y etsán fabricados por una generación acostumbrada a escuchar muchos estilos distintos al mismo tiempo”, advierte.

Además de sus sesiones, estamos ante una activista de la escena electrónica. Participa en dos sellos discográficos, uno propio y otro con la artista Naina, a quien conoció en Reprazent Radio. Sherelle destaca también por sus compromiso con el circuito de clubes de electrónica en el Reino Unido, para los que reclama mayor apoyo institucional, ya que las pérdidas ocasionadas por la pandemia les han dejado en una situación vulnerable. Su sello Beatiful, además de detectar y difundir buena música, aspira a contribuir a que artistas de negros y de otras minorías accedan a la propiedad de sellos, clubes y festivales para amortiguar el racismo de la escena electrónica británica, cada vez más decadente e irrelevante, con potentes excepeciones como Sherelle.

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