"El PNV no es un partido político como otro cualquiera... es la patria vasca en marcha". La cita es de 1933 del líder más carismático del nacionalismo vasco en todo el siglo XX, el primer lehendakari del gobierno vasco, José Antonio Aguirre. Las andanzas de este político, que llegó a jugar en el Athletic de Bilbao, dan para varias series, pero quedará en la historia como una de las piezas claves en la consecución y mantenimiento del autogobierno vasco. Después de varios intentos durante la Segunda República, el golpe de Estado del 18 de julio 1936, que desencadenó la guerra civil, aceleró la aprobación del estatuto.
El PNV, partido católico confesional, se había mantenido fiel al gobierno legítimo de la Segunda República y el diputado peneuvista Manuel Irujo entró como ministro sin cartera en el gobierno de Largo Caballero al tiempo que las Cortes republicanas aprobaban el Estatuto vasco. Aguirre fue elegido lehendakari el 7 de octubre de 1936 en la Casa de Juntas de Guernica con el voto de los concejales vascos que pudieron emitir su voto. Juró su cargo ante el viejo roble, símbolo de los antiguos Fueros: "Ante Dios humillado, en pie sobre la tierra vasca, con el recuerdo de los antepasados, bajo el árbol de Guernica, juro cumplir fielmente mi mandato". En el contexto de la guerra, este primer gobierno fue muy presidencialista, con enormes poderes para Aguirre, con hegemonía del PNV y participación del resto de integrantes del Frente Popular. La CNT presente en el gobierno republicano o el catalán quedó vetada por el PNV.
“Durante apenas nueve meses, el Gobierno de Aguirre ejerció plenos poderes y se dotó de los atributos propios de un Estado soberano: así, entabló relaciones internacionales a través de sus delegaciones en el extranjero, sobre todo en Francia y Gran Bretaña; creó el ejército regular de Euskadi, cuyo mando político ostentaba el consejero de Defensa (Aguirre llegó a asumir incluso el mando militar en mayo de 1937); acuñó moneda, expidió pasaportes, reorganizó la justicia, nombró el Tribunal Popular de Euskadi, concedió indultos, etc. Algunas Consejerías, como la de Defensa o la de Justicia y Cultura, actuaron como verdaderos Ministerios, y en tan poco tiempo se configuró una extensa administración de carácter estatal con organismos de todo tipo, según prueba fehacientemente el Diario Oficial del País Vasco, editado en Bilbao entre octubre de 1936 y junio de 1937”, señala José Luis de la Granja Sainz, uno de los mayores expertos en la historia del nacionalismo vasco.
El territorio controlado por el gobierno de Aguirre durante los primeros meses de la contienda llegó a ser conocido el “oasis vasco” por la moderación mostrada. Se respetó a la Iglesia, hasta el punto de que párrocos colaboraron con la administración y ejército vasco; no hubo revolución social y fue diligente en la asistencia social y el mantenimiento del orden público. El fin llegó con el ataque de las tropas franquistas a Vizcaya que culminó con la toma de Bilbao a comienzos del verano de 1937. Antes había tenido lugar el bombardeo de Guernica, que sobrecogió al mundo y que quedó como icono mundial de la barbarie de la guerra con la obra de Picasso.
Bombardeo de Guernica.
Gobierno vasco en el exilio
El gobierno vasco comenzó entonces un peregrinaje que le llevó a Santander, durante ese verano, y Barcelona, donde colaboró con la Generalitat de Companys hasta la derrota final y el exilio a Francia al que también le acompañaron presidentes republicanos como Azaña y Negrín. Historiadores y politólogos concuerdan en considerar al PNV como un partido comunidad y, salvando la exageración, la cita de Aguirre del comienzo del texto tiene algo de realidad. El PNV es indudablemente la formación más importante en la consecución del autogobierno y de la propia creación del nacionalismo vasco con su fundador Sabino Arana. Pero además fue la columna vertebral de la comunidad nacionalista vasca con vehículos de socialización política e importantes elementos de la sociabilidad con centros sociales, juveniles, de mujeres, actividades deportivas o culturales.
Una de las eternas reivindicaciones actuales de los nacionalismos vasco y catalán, la selecciones deportivas propias, ya se habían ensayado en tiempos republicanos. Aguirre que había sido delantero con el Athletic, formó durante la Guerra Civil el "equipo" de Euzkadi (en ningún documento de la época aparece la palabra "selección") como un elemento más de propaganda y acción exterior, como apunta el historiador Fernando Estomba Etxepare. Los combinados regionales habían sido habituales antes de la República, pero ahora tenían un claro componente nacionalista. El mejor ejemplo, el atuendo del nuevo equipo de Aguirre: camiseta verde, pantalón blanco con una raya lateral roja y medias rojas, con dos rayas verdes y una blanca. La ikurriña representada en 11 hombres que 'luchaban' contra otras naciones era una imagen casi insuperable de lo que posteriormente bautizarían como nacionalismo banal. El equipo llevó los colores de la ikurriña por Europa y América hasta que se disolvió en agosto de 1939 con la guerra ya perdida.
En aquel momento el gobierno vasco ya estaba instalado en el palacete de la avenida Marceau de París que ha sido noticia esta semana después de que el Gobierno de Pedro Sánchez cediera en diciembre la titularidad al PNV. El inmueble de más de 1.300 metros cuadrados está situado cerca de los Campos Elíseos y hoy es una de las dos sedes del Instituto Cervantes en la capital francesa. La cesión ha levantado una nueva polémica política por las dudas sobre la financiación y propiedad.
En lo referente a la ocupación del inmueble, fue la sede del Gobierno vasco de forma intermitente siguiendo los compases de la política internacional. Entre 1937 y 1941 estuvo en manos del Gobierno vasco en el exilio, hasta que la ocupación nazi de París facilitó la instalación de la embajada española franquista. La liberación de París en 1944 auspició el regreso del gobierno vasco hasta que perdió definitivamente el edificio en 1951, cuando las autoridades franceses escucharon las reclamaciones de la dictadura española.
Con o sin la sede, Aguirre mantenía la esperanza de derribar a un Franco aislado del mundo, con la derrota de las potencias del Eje, aliadas de Franco, en la Segunda Guerra Mundial. En 1946 reorganizó su gobierno en Bayona con integrantes de los mismos partidos que en 1936 y con el firme objetivo de plantar cara a la dictadura. Un año después organizó la mayor movilización social antifranquista en España desde el final de la guerra con la huelga general del primero de mayo de 1947, que contó con el apoyo de UGT, STV y CNT. La huelga fue ampliamente secundada por los trabajadores vascos y fue seguida de una fuerte represión de los gobernadores civiles con numerosos despidos y detenciones, como apunta De la Granja.
Equipo de Euzkadi en un partido en México.
Espía para Estados Unidos
La acción exterior continúo con todas las comunidades de vascos exiliadas por Europa y Latinoamérica como muestran la abundante prensa que mantenía el pulso de la resistencia vasca. Pero el punto más interesante fue la colaboración del Gobierno Vasco en el exilio con Estados Unidos con la esperanza última de que estos terminaran por derribar a la dictadura. Durante la Segunda Guerra Mundial, servicios vascos de información colaboraron con el FBI y la OSS, precursora de la CIA, y en la posguerra dirigieron sus acciones contra el comunismo. El espionaje contra el comunismo en Latinoamérica se combinaba con una campaña de semblanzas a la democracia estadounidense en los grupos de vascos exiliados en México, Cuba o Argentina.
El hermanamiento peneuvista con los integrantes del Frente Popular se terminaría rompiendo con la expulsión en 1948 del consejero comunista del Gobierno vasco. El pulso de la Guerra Fría es el que marcaba el compás del mundo y fue el motivo para que Occidente, es decir, Estados Unidos, dejara de considerar un paria al antiguo aliado de Hitler. En el nuevo tablero en el que los enemigos eran los soviéticos, para Washington era mucho más tentador apoyar al gobierno franquista, profundamente anticomunista, antes que las reivindaciones de unos cuantos vascos dispersos por el mundo por mucha legitimidad democrática que estos tuvieran.
Aguirre murió en 1960 y aunque ningún sucesor tuvo su liderazgo, el gran cambio había sido el contexto internacional. El Concordato con la Santa Sede y los pactos con Estados Unidos de 1953 fueron un mazazo definitivo para la acción del Gobierno vasco en el exilio.
Una oposición dentro de España, mucho más joven e izquierdista, tomaría el relevo en la hegemonía de la resistencia vasca de una forma mucho más directa especialmente desde los años sesenta con los primeros atentados de ETA.
logowa4117
17/01/2025 09:28
Y es más que probable, por la coincidencia de fechas, que el palacete fuese adquirido con los bienes por valor de 7.000.000 millones de pesetas de la época esquilmados por el PNV de los bancos y cajas vascas donde estaban depositados. Vamos, para pedir perdón a estos racistas.