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Cultura

Santiago Muñoz, director de la RAE: “Nos creíamos dioses, eso se está viniendo abajo”

Retrato a Santiago Muñoz Machado, director de la RAE.

Santiago Muñoz Machado cumple dos años al frente de la Real Academia de la Lengua. Su designación como sustituto de Darío Villanueva se produjo en un momento complicado para la institución, aquejada por una situación económica precaria. Consiguió sacarla a flote y tuvo que capear unos cuantos temporales más, incluido el informe sobre el lenguaje inclusivo para una posible reforma de la constitución.

Jurista, experto en Derecho Público y en Derecho Administrativo, Muñoz trabaja con las palabras. Sometidos en estos días de pandemia a la resignificación de muchas de ellas, ¿seguirá siendo igual su significado después de que todo esto pase? ¿Qué tiene que decir en el presente una institución con tres siglos de historia?

Elegido académico de la RAE el 13 de diciembre de 2012 (ocupa la silla r), Santiago Muñoz también ha sido reconocido con el Premio Nacional de Historia de este año por su obra Hablamos la misma lengua. Historia política del español en América. Además de ser miembro de la Real Academia de la Lengua, también es Académico de Número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Académico de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires y miembro de la International Academy of Comparative Law.

Antes de la expansión del virus, Santiago Muñoz, apoyado por una serie de académicos como Arturo Pérez-Reverte, impulsó la renovación de la RAE. Y aunque las medidas del estado de alarma postergan sus intenciones, eso no lo exime de insistir en su empeño de acercar a los ciudadanos al claustro que custodia el idioma que hablan más de 500 millones de hablantes. 

¿Cuál es la palabra más importante en días como estos?

Tranquilidad. También convivencia, esfuerzo, solidaridad. Las palabras que reflejen el esfuerzo que tenemos que hacer todos. El español es una lengua riquísima. Una cosa es que me pregunte de sopetón, quizá no pueda proponerle la palabra adecuada, porque no las tengo en mi memoria, pero sí en la memoria colectiva del diccionario.

Hemos condenado a los diccionarios, por obsoletos. ¿Ha cambiado esa idea?

Los diccionarios están todos los días poniendo palabras nuevas, modificándose. El español es una lengua vivísima. La RAE la somete a revisión cada semana, son obras que necesitamos: ahí está nuestro léxico, el del todo el mundo hispanohablante.

Desde que asumió el cargo, la RAE quiere acercarse a los ciudadanos y abrir sus puertas. ¿Esta situación en qué medida aparca ese plan?

La RAE sigue trabajando en el mismo sentido de siempre, sólo que de otra forma. Dicté la instrucción para las que los trabajadores y profesionales y los académicos trabajaran desde casa y así continúan. El teletrabajo ha sido fructífero y no hemos bajado el nivel en ninguno de los proyectos. Potenciamos la presencia física de los ciudadanos en la sede y organizamos actos para acercar la academia a los ciudadanos, pero ahora no es posible.  También tenemos una gran apertura en las redes.

La cuenta de la RAE en Twitter no para de resolver dudas del idioma. ¿Qué opina de la gramática en las redes sociales?

La academia ha asumido con normalidad el hecho de que las comunicaciones en las redes utilicen un lenguaje especial. No se respeta la puntuación y es una especie de dialecto. Pero hemos hecho un el libro de estilo según la norma panhispánica. Dedicamos un capítulo entero a los emoticonos, con toda normalidad, y hacemos recomendaciones de lo que se puede mejorar.

¿Es la primera vez que la RAE cierra sus puertas?

Por razones de enfermedad, desde luego. Hubo suspensiones por motivos políticos. En la segunda república y la guardia civil, durante invasión napoleónica y las cortes de Cádiz.  

¿Cree que el debate sobre el lenguaje inclusivo se ha desinflamado?

Lo noto un poco más bajo de tono, a raíz de la publicación del informe que presentamos en enero de este año. Pienso que está reconduciéndose a lo que es razonable, porque hay formas de hacer más visible el género femenino. Hay que trabajar para que, en la medida de lo posible, no haya ningún inconveniente. Hay cosas que mejorar. Hemos revisado el diccionario y el significado del componente masculino es predominante cuando no necesariamente hay razones para que sea así.

¿Podría darme un ejemplo?

Ocurre con palabras como jueza o alcaldesa, que en un comienzo no correspondía a la profesión, sino a la condición de mujer del juez o el alcalde. Ese tipo de definiciones tienen que rectificarse. Que llame jueza a la mujer del juez tiene sentido histórico, pero no actual. Eso aparece con mucha frecuencia.

¿De qué manera cambiará el coronavirus el significado de las palabras?

Mi generación ha sido afortunada porque no ha tenido que sufrir los malos acontecimientos que Europa padeció en el siglo XX. Yo he nacido en un mundo en paz. Ahora en lo que más pienso es el mundo que vamos a dejarle a nuestros hijos y nietos. Tendrán que luchar contra virus, el cambio climático y las catástrofes que se asoman sin remedio.  La idea de que teníamos todo controlado y nos creíamos dioses, se está viniendo abajo.

Hace uno días ha completado una intensa gira por Centroamérica y el Caribe. ¿Ha llegado con nuevas ideas?

He llegado más consciente de la situación del español en el Caribe y Centroamérica. Hay que trabajar en la estabilidad y unidad del español. Las academias que he visitado tienen un cuerpo de académicos magnífico, pero algunas tienen pocos recursos para trabajar. Este viaje me ha servido para constatar la situación de muchas de ellas: cómo son sus sedes, si son grandes o pequeñas, si cuentan con personal… Sitio por sitio por sitio he hecho una evaluación y he podido transmitir esa información a los presidentes de esas repúblicas. 

A modo de cierre, ¿qué libro recomienda para estos días?

Me gustaría recomendar que lean libros en general. Hay muchos y cada persona es un mundo. Están los que pueden leer a Voltaire y también otros para quienes leer un libro es levantar una montaña, y hay que ofrecer libros más fáciles En estos días estoy madurando la posibilidad de impulsar lecturas colectivas en Internet. Estoy por pedir  a los propios académicos que lean fragmentos de sus obras o repetir esa forma de lectura que comienza una académico y el resto de los ciudadanos continúa. Lo importante es la afición a leer y el valor de la lectura como entretenimiento.

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