Un ordenador portátil, un par de libros, algo de ropa y sus diplomas académicos. Cuando la cineasta Sahraa Karimi fue consciente de que la única manera de evitar la pesadilla era salir de su país, Afganistán, tuvo menos de una hora para hacer la maleta y salir corriendo hacia el aeropuerto para escapar de los talibanes. El resto de sus pertenencias más valiosas —cuadros, fotografías, muebles o cualquier recuerdo— se ha quedado en su casa de Kabul. Al igual que le ocurre al resto de las mujeres afganas, la alternativa a huir era quedarse encerrada en casa, a pesar del importante cargo como directora de la Organización del Cine Afgano —la agencia estatal de cine— que ostenta desde hace dos años.
Sahraa Karimi nació en Teherán (Irán) en 1983. Sus padres eran refugiados afganos. Tras estudiar cine en Eslovaquia y la República Checa se instaló en el país de origen de sus progenitores y allí desarrolló una importante carrera que la ha llevado por algunos de los festivales más importantes de cine, como Cannes o Venecia, y que la ha convertido en la primera mujer que dirige la Afghan Film.
Precisamente, la directora y productora estará presente en el festival italiano para relatar los sucesos que ha vivido desde que los talibanes tomaron el control del país y sensibilizar así al mundo acerca de los peligros que afronta ahora la población, tal y como ha contado por teléfono a Vozpópuli desde Kiev (Ucrania), ciudad en la que se encuentra desde su huida.
Desde la ficción audiovisual se han planteado recientemente apocalipsis y situaciones extremas en las que la población se ve amenazada y busca desesperada vías para escapar del horror y de la represión, sea cual sea su forma. Vienen a la mente series como la francesa Colapso o la norteamericana El cuento de la criada, la adaptación de la obra de Margaret Atwood. Sahraa Karimi se grabó mientras corría aterrada por las calles de Kabul, como si se tratara de una de esas escenas inquietantes, para que el mundo fuera consciente de la inverosímil situación que vive su país. Ella y otros cineastas son conscientes de que aunque sigan rodando en el exilio, su cine nunca volverá a ser el mismo, tal y como recientemente afirmó su compatriota Shahrbanoo Sadat.
Pregunta: Ir al Festival de Venecia es una oportunidad para contar lo que has vivido. ¿Es la mejor plataforma?
Respuesta: Necesito compartir con la gente lo que ocurre, especialmente en el entorno del cine. Hay cineastas que tuvieron la oportunidad de abandonar el país pero algunos siguen en gran peligro, porque los talibanes están en contra del arte, del cine, de filmar, y no quieren que tenga un papel importante. Especialmente para las mujeres será muy peligroso, afrontarán muchas limitaciones y desafíos. El mundo tiene que saberlo y tenemos que encontrar una solución para protegerles. No quiero convertirlo en un asunto político. La gente que hizo mucho durante los últimos 20 años para traer muchos cambios significativos al país no deja de existir tras el colapso. Somos narradores y Venecia es una buena plataforma para hablar de ello.
P: ¿Cuántas cineastas están aún allí en peligro?
La mayoría de los cineastas de Kabul pudimos escapar, pero por ejemplo las actrices con las que he trabajado están allí aún. Pusimos su nombre y el de sus familias en los últimos vuelos, pero cuando tuvieron la oportunidad de llegar al aeropuerto hubo explosiones. Ahora están a salvo en sus casas. También hay otros directores y guionistas que siguen aún con sus familias y que tampoco llegaron a tiempo a causa de la explosión. Algunos tardaron casi cinco días hasta alcanzar las puertas del aeropuerto. Pero la mayoría de los intelectuales, especialmente las generaciones jóvenes que se han convertido en voz de los cambios, se han ido del país.
En Afganistán me habría quedado en casa sin hacer nada, habría sido el inicio de mi invisibilidad", señala Karimi
P: Los talibanes han ordenado a las mujeres que trabajan para el Ministerio de Cultura que se queden en sus casas. ¿Es el comienzo de un acto de borrado de las mujeres?
R: Nos enviaron una notificación y nos comunicaron que todos los empleados tenían que volver a las oficinas, excepto las mujeres. Pero, si yo no iba, ¿cómo iba a funcionar el departamento? Algunos afganos se preguntan por qué me he ido y me dicen de malas maneras que debería haberme quedado. Podría quedarme, pero me fui por mis sobrinas, y estoy feliz de haberme ido porque ahora al menos puedo ser la voz de muchos cineastas. Allí me habría quedado en casa sin hacer nada, habría sido el inicio de mi invisibilidad.
P: ¿Cuándo temiste que este momento iba a llegar? ¿ Cuándo te diste cuenta de que tendrías que abandonar tu país?
No pensé en abandonar mi país hasta el último minuto. Sabíamos que los talibanes habían tomado la mayoría de las ciudades, especialmente hasta el viernes previo al 15 de agosto. Pero entonces creía que los talibanes no iban a tomar Kabul, porque pensaba que nuestro ejército y nuestras fuerzas de seguridad nos iban a proteger. Fui muy inocente. El 15 de agosto estaba en el banco para retirar dinero, alrededor de las 12.00 horas del mediodía, y el director de la sucursal me dijo que los talibanes habían entrado en la ciudad. No me lo podía creer.
Algunas noticias contaban que los americanos habían enviado 5.000 tropas de nuevo. Pensamos que esas tropas nos iban a ayudar. Pero no era lo que pensábamos. Los talibanes entraron, yo corrí hasta casa y allí decidí irme, porque mis sobrinas son buenas chicas con mucho talento y aquella no iba a ser una buena vida para ellas. Me fui con mi hermano, su familia y algunos de mis asistentes al aeropuerto. Antes de aquello no había pensado en irme, ni siquiera había hecho el equipaje. Tuve menos de una hora para selecionar algunos de mis libros, vestidos, mi ordenador, mis documentos y diplomas, y corrí al aeropuerto. Aún las cosas no eran muy caóticas, porque la gente no sabía qué ocurría.
Ahora el mundo no debería permanecer en silencio. La evacuación no es suficiente, es una solución a corto plazo. A largo plazo, no deberían reconocer a los talibanes"
P: ¿Está el mundo haciendo lo suficiente?
R: El mundo no ha hecho lo suficiente, está en silencio. Esto fue un gran error. Tras un acuerdo de Estados Unidos y los talibanes, les dieron cierta legitimidad y eso les dio confianza. Debido a la covid, los países están muy ocupados con sus propios problemas. Ahora el mundo no debería permanecer en silencio. La evacuación no es suficiente, es una solución a corto plazo. A largo plazo, no deberían reconocer a los talibanes, porque no pueden ser los líderes del país, algunos ni siquiera son afganos, tienen unas extrañas conexiones con los vecinos. No pueden entender la lengua moderna de la sociedad, no creen en la democracia ni en la igualdad.
P: ¿Sientes la necesidad de rodar lo que está ocurriendo, de comunicarte en el lenguaje que tan bien conoces?
Haré películas, porque soy una narradora de historias de mi propia gente, y puedo hacer películas en Europa, pero creo que cuando vives en un país tienes que contar también historias y situaciones de esos lugares en los que vives. Sería una solución a corto plazo. Yo observo mucho, tengo contacto estrecho con la gente, escucho sus historias, tomo té con ellos y grabo los diálogos que mantenemos. Cuando no esté en Afganistán, ¿cómo lo haré? Hacerlo fuera tiene otro sentido.
Soy un alma libre, creo en la igualdad, en el empoderamiento de la mujer, en la educación de las mujeres y su independencia y no quiero que alguien, por una interpretación errónea de la religión, establezca limitaciones estúpidas", señala la cineasta
P: ¿Crees que volverás algún día?
R: Me siento profundamente triste. Durante los dos últimos años como directora del Afghan Film afronté muchos desafíos como la única mujer que ha ostentado esta posición. Luchaba contra todos los desafíos porque creía en mi país y su cine. Luchaba contra la corrupción, contra los hombres que no confiaban en el poder de las mujeres, y para conseguir apoyo y financiación para las producciones. Cada uno de los días he trabajado para convencer de la importancia del cine en nuestras sociedades. Quiero volver porque hacer cine no es solo mi profesión sino mi vida y mi deber. Pero sé que es una ilusión que los talibanes lo acepten, y no me voy a limitar. Soy un alma libre, creo en la igualdad, en el empoderamiento de la mujer, en la educación de las mujeres y su independencia y no quiero que alguien, por una interpretación errónea de la religión, establezca limitaciones estúpidas.