Quantcast

Cultura

Rosalía: la diva de las pantallas (para bien y para mal)

Rosalía: la diva de las pantallas (para bien y para mal)

Es una estupenda noticia que alguien que se dedica a la música pueda competir con el fútbol, la investidura o el procés como asunto de debate en las barras de todos los bares de España. Rosalía Vila Tobella (San Esteban de Sasroviras, Barcelona, 1993) lo ha logrado gracias al trabajo duro y a un excepcional olfato para colocar su producto en el mercado pop. Sus méritos comerciales son indiscutibles, pero en los artísticos ha hecho cosas mejores y peores. ¿Qué balance puede hacerse del año de su gran estirón como estrella? Fueron 12 meses con altura y sin altura.

Sin altura

Uno de los aspectos más frustrantes del fenómeno Rosalía ha sido el sobrecalentamiento de los medios, deseosos de que rompiera un nuevo récord cada semana. Titulares tipo “Rosalía protagoniza Coachella” estaban ya escritos, sin importar que tocase en un horario discreto (tercera artista de un escenario mediano) y que no despertarse mayor entusiasmo que otras decenas de artistas en el festival californiano (para los angloparlantes no pasa todavía de novedad exótica). También colaron cosas como “Rosalía agota su fin de gira en minutos” cuando solo se trataba de un porcentaje del recinto, el destinado a la preventa (luego llenó dos Sant Jordis y Palacios de los Deportes, pero hubo que esperar).

Muchos fans de la cantante acusan de ‘hater’ a quien cuestione cualquier detalle de su carrera, cuando el nivel de fama que ha alcanzado es incompatible con gustar a todo el mundo todo el rato. Si alguien señala que las revistas de moda (Vogue, Icon, Cosmopolitan…) la tratan mejor que a otros artistas porque Rosalía es blanca, de clase media y está enganchada a las tendencias, se toma como un afrenta personal y como una muestra de la secular envidia española.

Rosalía es el producto perfecto para la sociedad de las pantallas, un icono joven, estiloso y que no ofende a nadie

En realidad, no son críticas hacia ella sino hacia los sesgos de una industria que ignora o sepulta a sus mayores talentos, Tampoco es buena idea endiosar a una veinteañera que da sus primeros pasos en el mundo de la música. Hablando en plata: ya ha tenido mayor mérito musical que Marta Sánchez, pero todavía no más que MIA, La Mala y Missy Elliot. Rosalía es el producto perfecto para la sociedad de las pantallas, un icono joven, estiloso y que no ofende a nadie. Lo supo ver Tim Cook cuando la escogió para presentar su altavoz Homepod en Madrid en octubre de 2018. Quizá aquel momento fue el comienzo -o el primer aviso- de su potencial internacional (para “global” aun le queda).

Los cuestionamientos que se pueden hacer a la joven estrella son puramente musicales. El primero es la frialdad de su show, del que sales con la antipática sensación de que has estado en una gala de televisión en vez de en un recital de pop, tal y como explicó Vozpópuli. No ofrece apenas música en vivo, más que las partes vocales y las palmas de Los Mellis. El monopolio de bases pregrabadas domina un espectáculo homogéneo, donde el público muchas veces está más pendiente de hacer fotos con el móvil que de divertirse. Ya se mueven Rosalía y sus bailarinas por todos. En su descargo, señalar que otras estrellas como Ozuna también caen en el mismo error.

Roslái en Mad Cool 2019

En el plano musical, ha firmado alguna canción espléndida, sobre todo Aute Cuture, pero en el resto no pasa de cruzar los recursos habituales de las princesas Disney y alguno de los trucos favoritos del productor Timbaland en su etapa gloriosa, la primera década del milenio, donde produjo a estrellas como Nelly Furtado, Beyoncé y Aaliyah. De momento, Rosalía se ha limitado a seguir el camino de Madonna cuatro décadas después de Madonna: tener capacidad de detectar nuevas tendencias y traducirlas al discurso del pop masivo, solo que en una versión más suave y digerible que la italoamericana.

Con altura

Vivimos tiempos interesantes en la música pop: especialmente desde 2004, cuando Daddy Yankee estalla comercialmente con Gasolina e inaugura una batalla donde el pop cantado en español planta cara al angloparlante y le arrebata una porción considerable del mercado. El fenómeno Despacito (20017) sigue siendo la cresta de aquella ola, pero la mejor noticia es que ya tenemos superventas suficientes cantando en español para darse el relevo los unos a los otros en lo más alto de las listas de reproducción: Maluma, Enrique Iglesias, J.Balvin, Ozuna y Bad Bunny forman una aristocracia a cuya puerta Rosalía llama con fuerza. La progresión geométrica de su carrera, basada en una inteligente política de colaboraciones, indica que 2020 será el año de su gran salto.

La mayor tesoro de Rosalía es su infinita capacidad de conexión con el público joven. Olviden lo millones de reproducciones de sus vídeos en Youtube: la mayoría supimos que iba a ser una estrella mirando los pasillos del metro y alucinando con la cantidad de chicas de entre 13 y 28 años que copiaban cada uno de sus estilismos. Eso significa que Rosalía no es solamente un fenómeno musical, sino que ha sabido presentar un modelo de comportamiento (empoderado, independiente, hedonista-narcisista…) que ha seducido a un sector inmenso de la juventud. Ese tipo de vínculos no se pueden fabricar ni tampoco es posible comprar cuando no los tienes. En ese sentido, tiene mucho en común con Beyoncé.

Su discurso que no ofende a nadie: ni romper tabúes sexuales, ni se salta las reglas del negocio, ni se posiciona en asuntos polémicos

Otra de sus características esenciales es la capacidad para generar un discurso que no ofende a nadie. Rosalía no rompe tabúes sexuales, tampoco ninguna regla del negocio y nunca se posiciona en asuntos polémicos. El momento “Fuck Vox” sería la excepción que confirma la regla y además es una posición mayoritaria dentro del mundo del espectáculo, donde el partido de Abascal carece de apoyos significativos.
Madonna construyó gran parte de su carrera desafiando al Papá y la moral sexual dominante, lo mismo que Miley Cyrus, pero Rosalía ha comprendido que ese es un papel que no le pega y que ya están el ejercito de los traperos para escandalizar a quien disfrute escandalizándose. Conocer tus límites es una gran virtud y no sería verosímil una versión “chunga” de Rosalía, que es una chica de clase media-alta especializada en facturar sonidos para cualquier oyente.

Llegados al punto que ocupa, un lugar inalcanzable para la mayoría de músicos, cabe esperar que mantenga la inteligencia demostrada hasta ahora y que se aplique a mejorar lo que ya ha logrado. Por ejemplo, que proponga un espectáculo más ambicioso a la altura de las divas de primera división (si es con músicos reales mucho mejor). También parece buena que idea que se abriese a colaborar con diferentes compositores y compositoras, ya que se ha marcado un ritmo infernal de lanzamientos y nadie es capaz de escribir diez grandes canciones por año (Shakira, Madonna y Beyoncé tienen amplios y cambiantes abanicos de autores para no rebajar nunca el nivel). Tenemos claro que hay Rosalía para rato y solo podemos desear que le vaya lo mejor posible. Y que nunca olvide que el éxito artístico es tan importante como el comercial.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.