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Cultura

Roma no perdona a los violadores

Origen de la República Romana por Casto Plasencia (Museo del Prado). Ante el cadáver de Lucrecia, el pueblo arengado por Bruto se subleva contra la monarquía

El mundo del deporte se ha entregado en un apasionado panegírico a Kobe Bryan, pasando de puntillas por el delito de violación del que fue acusado en 2003. La estrella del baloncesto pagó entonces 25 millones de dólares y pidió públicamente perdón a la presunta víctima para que el asunto no llegase a los tribunales. Parece mentira que en la era del 'Metoo' se haya mostrado tanta indulgencia con Kobe. Woody Allen habrá pensado que por qué no se dedicaría al baloncesto. Evidentemente porque no tenía las características físicas de Kobe Bryan.

La Historia de Roma no fue tan tolerante con la violación: la monarquía cayó y dio paso al régimen republicano cuando el heredero de la corona, Sexto Tarquinio, violó a Lucrecia, una joven patricia que era un ejemplo de las virtudes cívicas romanas. Los acontecimientos los recoge el historiador Tito Livio en el primer libro de Ad Urbe Condita, su monumental Historia de Roma desde su fundación. Sexto Tarquinio, hijo y heredero del rey Tarquinio el Soberbio, estaba en una campaña militar con sus hermanos y su primo Colatino cuando decidieron volver a Roma por sorpresa a ver qué hacían sus esposas. Debían haber llegado rumores porque, efectivamente, encontraron que todas llevaban alegremente la ausencia de sus maridos, todas menos la virtuosa Lucrecia, la mujer de Colatino.

Eso provocó una pasión obsesiva en Sexto Tarquinio. Era algo más que el deseo sexual despertado por la belleza de Lucrecia, era un morboso impulso de romper aquella virtud, de penetrar la castidad de Lucrecia, un donjuanismo patológico que concibe el triunfo amoroso como burla y vejación de la mujer.

La pasión brutal de Sexto Tarquinio y la virtud de Lucrecia han inspirado a muchos artistas. “Impulsado por alas de un infame deseo, abandona Tarquinio su ejército y lleva hacia Colatio el mal fuego sin lumbre que, oculto entre cenizas, acecha el momento de lanzarse y ceñir con llamas la cintura de la casta Lucrecia...” comienza un largo poema de Shakespeare, a modo de monólogo, que es una soberbia reflexión sobre los abusos del poder.

A la semana siguiente, en efecto, Sexto Tarquinio volvió a Roma, esta vez solo. Se presentó en casa de Lucrecia, se introdujo en su habitación y se arrojó sobre ella. Le puso la espada en el cuello, pero no solamente la amenazó con la muerte para romper su resistencia, le dijo que mataría también a un esclavo en su dormitorio para contar que los había encontrado en flagrante adulterio y les había dado muerte por ello.

“¿Qué podía hacer? –relata el gran poeta Ovidio en un dramático pasaje de sus Fasti- ¿Luchar?, en una batalla la mujer pierde. ¿Gritar? La espada en la diestra de él se lo impedía. ¿Volar? Sus manos sobre los pechos la retenían”. El crimen de Sexto Tarquinio se consumó, pero lo más extraordinario de esta historia vino después, con la reacción de la víctima.

Al día siguiente Lucrecia convocó a su marido y a su padre, les explicó lo sucedido y se clavó una daga en el pecho mientras decía: “Que ninguna mujer pueda vivir deshonrada tomando como ejemplo a Lucrecia”. El espanto de padre y esposo ante este “suicidio por honor” dio paso a la necesidad de vindicar una reparación a la honra familiar atropellada. Era algo más que simple venganza. El padre de Lucrecia, Espurio, pertenecía a la importante familia patricia de los Lucrecios Tricipitinos. Su marido era un importante político. Si el heredero del trono podía pisotearlos impunemente, Roma había caído en una tiranía insoportable.

La rebelión

Ambos tenían relaciones e influencias y Lucio Junio Bruto, llamado el Viejo, encabezó la revuelta de las grandes familias patricias a las que se sumaría el pueblo. Bruto el Viejo –antepasado del que asesinó a César en defensa de la democracia– era el hombre predeterminado a traer la República. Años atrás acompañó al Oráculo de Delfos a los hijos del rey, que le preguntaron: “¿Quién de nosotros gobernará?”. “El primero que bese a su madre”, fue la respuesta, pero el Oráculo jamás respondía de forma tan directa, siempre había un significado oculto en sus frases, y Bruto interpretó que por “madre” se refería a la Tierra. Simuló una caída de bruces y besó el suelo.

Efectivamente, de acuerdo con el oráculo, la rebelión triunfó. Tarquinio el Soberbio y sus hijos fueron expulsados de Roma, y Bruto y Colatino, el viudo de Lucrecia, fueron elegidos los primeros cónsules del nuevo régimen, la República Romana.

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