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Cultura

7 de cada 10 personas puede leer algo más largo que las etiquetas de los botes… ¡y se nota!

Hombre leyendo, de Sargent.

Usar una metáfora es un asunto serio. Muy serio. Casi de alto riesgo. Ni hablar de la ironía o el sarcasmo. Y si decide usted echar mano de algo parecido a tal cosa, prepárese. Como la expresión no esté escrita junto a una almohadilla explicativa (#esbroma) o acompañado de grafismos  del tipo 😉 que desactiven el conflicto que ha intentado introducir en la frase … ¡vendrán a por usted!  No lo dude. Vendrán.

"Como la expresión no esté escrita junto a una almohadilla explicativa (#esbroma) que desactive el conflicto, vendrán a por usted"

Ahí donde haya escrito descafeinado como sinónimo de desabrido, incompleto o blandorro, alguna organización de bebedores de café desprovisto de estimulante hallará un agravio y un motivo suficiente para colapsar con insultos el foro de la red social elegido para expresar por escrito su parecer. La relación con el lenguaje ha perdido sus pliegues y giros. Se ha vuelto lisa como una lápida.

¿Cuándo se perdió la sofisticada práctica de la ironía? ¿Acaso, como dice Félix de Azúa, con la desaparición del sombrero como prenda para cubrir la cabeza hemos renunciado también a la vieja costumbre de pensar? Según los datos del CIS  correspondientes a octubre de este año, 4 de cada 10 españoles asegura no leer libros –no periódicos ni revistas, libros- nunca o casi nunca. Y se nota.

"La lectura parece haber pasado de acto esporádico a excepcional, casi instrumental"

La lectura parece haber pasado de acto esporádico a excepcional, al menos  a juzgar por la literalidad con la que las personas interpretan determinadas cosas. El asunto llega a tal nivel que delata la aparición de un uso instrumental de la lectura  -etiquetas, manuales de electrodomésticos, instrucciones del desatascador- que explicaría porqué nos quedamos con la primera lectura de las frases –y por ende de la situaciones-.

Si a ese margen cada vez más literal de extracción de sentido  se añaden antipatías o afinidades más o menos organizadas políticamente, la inquietante y autómata carencia se convierte en un bidón de gasolina. Quien no lo crea, que se asome a Twitter. Esa enorme esclusa en la que nos sentamos, a diario, con un mini de combustible en una mano y un ramillete de puros encendidos en la otra.

"Menos de uno de cada tres españoles (un 27,5%) alcanzaron el nivel 3, necesario para comprender un texto largo"

Según el Informe de competencias de adultos elaborado por la OCDE hace tres años, sólo 3 de cada 10 españoles era capaz de leer y entender un texto largo. Dentro de una escala en la que uno supone la peor puntuación en destrezas lectoras y cinco la mejor, en España el 71,7% domina las de tipo dos, aquellas personas capaces de comprender textos sencillos, pero a las que costaba mucho sentido extraer conclusiones de una lectura de cierta profundidad y riqueza, como puede ser cualquier novela más o menos extensa. Pero hay más. Menos de uno de cada tres españoles (un 27,5%) alcanzaron el nivel 3, necesario para comprender un texto largo y sólo 5% alcanzó los niveles 4 y 5 en comprensión lectora, cuando la media de la OCDE es del 12%.

De aquellos lodos vienen estos barros. Hace ya cuatro siglos, cuando Chirinos y Chanfalla, dos pícaros que protagonizan uno de los ocho entremeses que Cervantes escribió en sus años en Alcalá de Henares, llegaron a pueblo tras una larga marcha, ambos decidieron echar mano de su retablo de las maravillas (un artefacto que hace las veces de una pequeña caja de títeres). Decididos a estafar a los espectadores, hacen creer al gobernador y a las autoridades de la localidad que solo podrán ver las maravillas que suceden dentro del retablo aquellos vecinos que sean cristianos viejos —es decir, que no tengan sangre judía— y que no sean hijos bastardos.

"Cuatro de cada diez españoles dice no leer jamás un libro y menos de uno es capaz de comprender un texto largo… Y se nota. Se nota"

Sin dudarlo un segundo Chanfalla atestigua a su auditorio cómo pueden verse en el retablo seres y asuntos extraordinarios  (Sansón, un toro, ratones, leones y hasta osos colmeneros). La realidad, sin embargo,  es que no está ocurriendo nada. Solo hay una caja de madera vacía, un público expectante y un narrador que pretende estafar a los asistentes con un espectáculo que no existe. Pero las autoridades, por miedo a ser tachadas de hijos ilegítimos o de judíos conversos, fingen y aseguran estar viendo las grandiosas maravillas que los dos mequetrefes relatan entre aspavientos.  Lo dicho... Cuatro de cada diez españoles dice no leer jamás un libro y menos de uno es capaz de comprender un texto largo… Y se nota. Se nota. La relación con el lenguaje –con la lectura- se ha vuelto roma. Ha perdido filo y seso. Ya no acuchilla de la misma forma. 

#Opinión #NoInformación

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