Ezra Edelman es un prestigioso director, conocido por haber ganado un Oscar en 2016 por OJ: Made in America, su retrato del polémico jugador de fútbol americano implicado en un crimen mediático. Ahora acaba de ser apartado de un proyecto de documental sobre Prince en el que llevaba trabajando cinco años. El motivo ha sido el disgusto de los herederos, que alegan “errores fácticos” y “sensacionalismo” para pedir la cabeza del director, según la prestigiosa revista Variety.
¿Su respuesta? “Es una broma. Esto es lo único que se les permite hacer: revisar la película en busca de inexactitudes fácticas. ¿Adivina qué? Regresaron con un documento de 17 páginas lleno de cuestiones editoriales, no fácticas. ¿Crees que tengo algún interés en sacar una película que es inexacta en cuanto a los hechos? “, explicó hace unos días en el podcast Pablo Torre Finds Out.
Edelman argumenta que el material que manejaba no contenía tantas escenas íntimas, ya que Prince fue uno de los artistas más privados y controladores de su imagen en la historia del pop. También destaca la paradoja de que el genio de Minneapolis luchase durante todo su vida por tener el máximo control artístico sobre sus canciones y que ahora sus herederos impidan al premiado director de documentales aplicar los criterios creativos que considere oportunos.
El copyright del material visual o los derechos de las canciones se convierten en valiosas bazas para los herederos o la discográfica para torcer el brazo a cualquier director honesto
Desde que recibió las cintas, Edelman celebró que el nivel del contenido era muy bueno, “un regalo”. Estuvo emocionando desde las primeras semanas hasta el final, cuando se mostró orgulloso del resultado: “Serán nueve horas sobre un artista que, por cierto, era jodidamente brillante. Todo sobre quién crees que es está en esta película. Tienes la oportunidad de bañarte en su genio. Y, sin embargo, también hay que enfrentarse a su humanidad", anticipaba.
Las zonas oscuras
Según Rolling Stone, el documental incluye una entrevista con una examante de Prince, Jill Jones, quien habló de una noche durante la cual él la golpeó en la cara "una y otra vez". Otra ex, Susannah Melvoin, dijo que después de que ella se mudó con el músico, él controló sus llamadas telefónicas, le dijo que no saliera de casa e intentó mantenerla separada de su hermana. El reportero de The Times que vio la película confirmó que otras entrevistas alegan que el cantante sufrió abusos cuando era niño y que podía ser controlador y manipulador emocional. Aunque esto sea material sensible, resulta imposible hacer un buen documental de nueve horas sobre ningún ser humano sin aludir a sus zonas oscuras. El mérito de Edelman es saber separar lo relevante de lo que no lo es, como muestra su documental sobre O.J. Simpson.
Esta polémica se une a una tendencia evidente del mercado del documental musical por el que se lima cualquier aspereza para no afectar a la imagen de la estrella, obteniendo productos más cercanos al publirreportaje que al verdadero documental. Ocurrió con Una ambición desmedida, de C. Tangana, que termina pareciendo una película de las vacaciones del trapero. También en muchos otras biografías de música urbana, donde las estrellas prefieren autoproducirse a dejarse retratar por un profesional externo. El copyright del material visual o los derechos de las canciones se convierten en valiosas bazas para los herederos o la discográfica para torcer el brazo a cualquier director honesto, que en muchos casos terminan plegándose a sus deseos y entregando películas “blancas”.