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Cultura

Feria del libro

¿Hacia dónde va la literatura juvenil? Las pistas de los premios Barco de Vapor y Gran Angular

El porcentaje de jóvenes no lectores ha descendido desde el 51 % de 2005 a un 12 % en la actualidad; y la proporción de grandes lectores (más de ocho libros al año) ha aumentado desde el 8 % de 2005 al 41 % en 2020

niños libros
Imagen de archivo de un niño frente a unos libros.

Desde 1978, las obras que han recibido el Premio El Barco de Vapor y el Premio Gran Angular han entrado -para ilusión y gracia de sus autores- en la extensa colección de las editoriales de referencia de la literatura juvenil (Gran Angular) e infantil (El Barco de Vapor). Aproximadamente, El Barco de Vapor cuenta con más de dos mil títulos publicados y cerca de trescientos si hablamos de Gran Angular. Traducido en ventas, son cerca de sesenta los millones de ejemplares vendidos de El Barco de Vapor y más de cuatro millones por parte de Gran Angular. 

Estos premios descubren talentos y los consagran. Para Cristina Fernández Valls, ganadora del Premio El Barco de Vapor por Jack Mullet de los siete mares, escribir ha sido una búsqueda genuina de años. “Así es como se hacen los buenos libros”. 

Una escalera hacia la literatura

Berta Márquez, editora ejecutiva de literatura infantil y juvenil de SM, no es autora, sino editora de vocación y de corazón. Nunca le ha apetecido escribir; le parece una tarea muy difícil, porque cada trabajo entraña su dificultad. “Pero cuanto más leo, más difícil me parece el acto de escribir”, dice. Su labor, añade, es leer, leer y leer... y buscar tesoros, como El mar detrás o Jack Mullet de los Siete Mares. “Al libro hay que llegar por placer, como a las cosas importantes de la vida. Entonces, al final, la literatura juvenil, la infantil y la adulta tienen que tener un encanto muy atractivo para el lector. La identificación es muy importante, sobre todo en la literatura juvenil. Pero nadie tiene recetas para conseguir que, haciéndolo de una manera concreta, llegues a unos ciertos lectores”. 

Subraya que hay que llegar a ellos y hay que darles ejemplos, porque si viven en un entorno con libros es más fácil que se acerquen. “Pero tiene que ser cada uno el que llegue hasta allí, elija y que le entre por los ojos, con las ilustraciones…”. Insiste en que los libros deben tener tres elementos: el atractivo para el lector -el enganche que le lleva desde que empieza en la primera página para que llegue hasta el final-, valor literario indiscutible y una capacidad transformadora -las vitaminas, que ese libro deje algo-. Esas tres cosas han de estar en todos los libros del catálogo de la editorial. 

Puede que en los colegios obliguen a leer una serie de libros, pero quizás sea contraproducente a la hora de marcar la personalidad del alumno a través de sus lecturas. Los currículum están diseñados de esta forma; tienen lecturas obligatorias que, a lo mejor, no están mal, pero que, igual de otra manera, nadie leería. Sirva de ejemplo El Lazarillo de Tormes, obra muy interesante o no tanto para los alumnos de doce años. Pero a parte de estas lecturas obligatorias, es muy importante trabajar la biblioteca en las escuelas: tener una oferta distinta, más allá de trabajar el ámbito lector. Berta opina que la tanto la lectura como la educación en general, hay que individualizarla un poco: “tanto la manera de enseñar las matemáticas como la literatura. Los mediadores son súper importantes en nuestro ámbito. El trabajo que tenemos que hacer entre todos es formar a las familias para educar el gusto”.

Pero ya no es solo educar a los alumnos, sino también a los profesores y a los padres para que entiendan la literatura juvenil. Si un alumno debe de comprender una literatura un poco más adulta, también tendrían que entenderla los adultos, que son los prescriptores. “En la literatura juvenil, son más ellos los que eligen, porque a esa edad todo lo que viene de la familia se coge un poco con pinzas”, razona la editora. “Es verdad que, ahora mismo, en la literatura juvenil, se guían mucho por fenómenos globales: películas, series... Y la lectura es como una escalerita: un libro te lleva a otro”. Señala que es imprescindible la labor de los profesores, los libreros, los padres, son los mediadores los que se encargan de dar luz a este camino.

El mar detrás

Por su parte, Ginés Sánchez, con El mar detrás, entrega su primer libro dirigido a los lectores más jóvenes, pues su campo ha sido hasta ahora la literatura para adultos. Cree que es bueno este camino de vuelta y que la literatura juvenil sea vista como literatura de primera división. “El trabajo es el mismo, pero cada historia es distinta. De alguna forma, las claves son un poco diferentes. Ahora que tengo dos vidas, me van surgiendo ideas y, cuando te surgen, ya piensas: ¿a cuál de las dos vidas pertenece? Y automáticamente piensas: a la vida adulta, porque para la vida juvenil no”. Una historia es una historia y, una vez dentro, el trabajo ya es el mismo. “Ahí ya no hay problema, pero, de alguna forma, lo que sucede es que antes había ideas que rechazabas y ahora dices: “puede ser que algún día tenga salida por otro sitio”. Existe la historia, quien la escribe se enamora de ella y va con ella hasta el final.

Estoy muy en contra de la sobreprotección. Yo creo que los niños deben ir a los funerales, saber lo que es el dolor… si no, lo que estamos haciendo es crear niños eternos

Ginés presentó El mar detrás a finales de agosto y no sabía cuándo se fallaba el premio; estaba totalmente olvidado, hasta que un día le sonó el teléfono a las tres y media tarde. No se lo creía. Y su pareja, que hizo el trabajo de documentación, se echó a llorar. “Solo por eso merecía la pena”, confiesa el autor. El mar detrás tiene como protagonista a Isata, una niña huérfana que vive en un campo de refugiados con su amiga adolescente Dibra. Las dos se entienden sin hablar, dado que Isata, debido a su pasado traumático, no es capaz de articular palabra alguna. Ante esto, surgen dos dudas: la primera es: ¿cómo un escritor adulto, que ha escrito literatura adulta, se dirige a un público juvenil sin que sientan que le están infantilizando la historia? Esta es la cuestión importante para Ginés, que al principio era lo que más le preocupaba: encontrar el tono y la distancia, aunque, después de todo, la búsqueda se resolvía sola. “Estoy muy en contra de la sobreprotección. Yo creo que los niños deben ir a los funerales, saber lo que es el dolor… si no, lo que estamos haciendo es crear niños eternos, niños infinitos que nunca van a poder enfrentarse a la vida, que es muy perra, muy dura y cuando tengan que enfrentarse a ella, no van a tener armas”. 

Cuenta además que tuvo que pensar mucho en quién era la voz que hablaba. Por lo tanto, la siguiente pregunta abarca esa búsqueda de la voz de una protagonista que no habla. Ginés responde con otra pregunta: “¿Pero desde cuándo está hablando ella? Porque, a lo mejor, ella ya está hablando cuando recupera la voz. A parte, hay magia, y el personaje tiene su discurso mental y podemos ver su evolución”. La cuestión es, en tal caso, ¿quién era el narrador?, porque si era una tercera persona que sobrevolaba el campo de refugiados, corría Ginés el peligro de que no se entendiera su historia y, sobre todo, esa voz narrativa. “El tema del campo de refugiados es un tema que conocíamos. Siempre lo teníamos dando vueltas, porque la gente no sabe lo que son los campos de refugiados. Estaba ese tema de fondo y un día pensamos en la historia”. Lo que querían él y su pareja era ajustar el relato para los chicos, entonces entendieron que la esencia en sí era mostrar lo dura que es la vida y el concepto de abandono y de gente olvidada en un campo de refugiados. Se preguntó si podía cabalgar ese caballo o si tenía que bajarse de él”.

Jack Mullet de los Siete Mares

“Escribir es algo que se lleva dentro”. Cristina Fernández lleva haciéndolo toda su vida, pero considera que publicar es algo diferente: “Tengo cosas publicadas muy pequeñitas: un poema aquí, un relato corto allá.. Esto es realmente algo con más tono”.

Jack Mullet de los Siete Mares trata de una niña pirata que vive en Isla Cangrejo con sus padres adoptivos, dos piratas retirados pero de buen corazón. Ellos son John Mullet, del mar Caribe, y James de los Siete Mares, de las Bahamas. Una mañana, y de manera repentina, ambos desaparecen cuando, en medio de la estación seca, se sucede un temblor en el mar y el rugido del volcán. La idea de esta historia le vino entre noviembre y diciembre del 2020. “Tenía un poco la idea, la frase, quiénes eran sus amigos… Nos fuimos de vacaciones a Tenerife en diciembre y eso me ayudó a pensar en la isla. Tenía la idea, pero no sabía muy bien”. Pero estar allí le empujó a ver cómo se vive en una isla, qué paisaje tiene… Cristina vive en el norte de Escocia, donde hay pocas horas de sol. “Fue muy duro. Yo, al final, me iba a la isla con Jack, que era un sitio en el que yo estaba muy a gusto”. Y así desarrolló la historia.

La autora había escrito literatura infantil antes y algunas pequeñas cosas para adultos en términos de poesía o de micro relatos. Pero su mundo es la literatura infantil. “He escrito libros de literatura infantil que no han encontrado la manera de salir adelante, obviamente, porque nadie llega y el primer libro que escribe gana el premio El Barco de Vapor. Escribir requiere muchísimo trabajo técnico, además del desarrollo de las ideas”.

No sabe por qué le vino a la cabeza la idea de una niña pirata con dos padres que vivía en una isla y se llamaba Jack. Simplemente se le ocurrió y pensó: “voy a hacer reír, voy a crear una aventura, algo que sea positivo”. Y al igual que a Ginés se le pregunta, ¿cómo se le explica el mundo a alguien tan joven sin que sin tratarlo como si fuera un bebé? Cristina cree que a los niños hay que entenderlos como niños y, para eso, primero hay que ser personas: “Si tú te olvidas de cuántos años tiene ese niño y simplemente le tratas con el respeto y la educación con el que tratarías a una persona como tú, te empiezas a comunicar con él”. Obviamente, depende de qué edad tenga; con un bebé, solo se puede mirar e interaccionar. Con un niño de dos años se juega de una manera y con un niño de ocho de otra. “Tú te adaptas al momento de desarrollo en que ellos están y tienes que respetarlo. No les puedes pedir que estén a tu nivel porque, obviamente, no se han desarrollado. Pero si les tratas con respeto y educación y haces por entenderles, la comunicación se establece y, al final, escribir libros es comunicarse”. 

Con respecto al escenario de la isla, Fernández piensa que todo el mundo, en algún momento, se ha sentido aislado, de igual manera que habrá niños que sentirán que la isla es su sitio seguro. “Pero yo creo que tienes que tener un poquito más de madurez para hacer esa metáfora. Quizá tienes que ser un preadolescente para tener esa sensación. Yo, al menos en mi experiencia, en lo que he trabajado con niños de primaria o más pequeños, ellos siempre quieren ser parte del grupo y yo no sé hasta qué parte ellos son capaces de entenderse como islas”.

El futuro de la literatura juvenil

La periodista y escritora Nuria Labari, maestra de ceremonias en la entrega de premios, encuentra que son dos libros, Jack Mullet de los Siete Mares y El mar detrás, que aunque puedan parecer distintos, son primos-hermanos, “como siempre lo es la buena literatura”, porque apelan a la construcción de la identidad y del carácter.

Labari también hizo hincapié en que antes de internet había un tipo de lectura y que, después, hubo cambios que modificaron el comportamiento y hábitos de los lectores. Por supuesto, también durante la pandemia, época en la que se ha recuperado la lectura como forma de ocio. Berta Márquez afirma que durante los meses de confinamiento hubo muchas horas que llenar y no todo podían ser pantallas y videojuegos, “así que hemos notado que creció el hábito lector y esas cifras se han mantenido, con lo cual, es algo positivo que podemos sacar de esta época tan rara que estamos viviendo”.

Alguien menciona Wattpad, la plataforma online de lectura y escritura donde los creadores pueden publicar sus artículos, poemas, textos o novelas para que puedan ser leídos de forma gratuita. Nuria Labari se muestra escéptica: “Hay un mundo antes y después de internet. El gusto ha cambiado, porque antes estaba relacionado con el estilo y la calidad literaria, pero ahora es un algoritmo, por lo que no hace falta educar el gusto, sino buscar muchos juntos”. Y sentencia que internet no es el mejor lugar para que los adolescentes lean obras sin ningún filtro. No cree que pueda publicarse una nueva historia de Sandokán cada año, porque piensa que es muy difícil encontrar literatura juvenil e infantil de calidad. “Es el momento en el que se conforma el gusto y la identidad y la vida y la belleza. Puedo leer mucho en una pantalla, pero no puedo leer por leer”. No es una cuestión de volumen, sino de calidad; si existe una preocupación por lo que toma la sociedad para alimentarse diariamente, ¿por qué  no hacerlo con el “alimento del alma”? “Hay que apostar por la tecnología, pero también por la esencia de la literatura”.

El porcentaje de jóvenes no lectores ha descendido desde el 51 % de 2005 a un 12 % en la actualidad

El libro impreso continúa siendo el preferido para un alto porcentaje de los jóvenes: el 42% frente al 10 % que se decanta por el libro digital. “La novela constituye claramente la preferencia expresada por algo más del 40 % de los jóvenes, seguida de la ciencia ficción (el 19 %) y los cómics y novelas gráficas (el 17 %)”, cuentan desde SM.

Mediante los resultados del estudio Jóvenes españoles 2021. Ser joven en tiempos de pandemia, de la Fundación SM, se ha podido comprobar un claro aumento en el hábito de la lectura por parte de la población joven en la última década. “El porcentaje de jóvenes no lectores ha descendido desde el 51 % de 2005 a un 12 % en la actualidad; y la proporción de grandes lectores (más de ocho libros al año) ha aumentado desde el 8 % de 2005 al 41 % en 2020”. La conclusión es esperanzadora. Mientras tanto, tanto El Barco de Vapor como Gran Angular continuarán proporcionando lecturas no solo para que las cifras sean favorables, sino también para que, en efecto, continúen los jóvenes “alimentando el alma”.

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