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Cultura

Así es el Planeta sin Lara, menos político pero igual de contundente: Crehueras y los herederos de Lara se reafirman contra la independencia

premio planeta
Carmen Posadas y José Crehueras, en la presentación del Premio Planeta.

Un Planeta sin Lara, vaya desangelado reino. A la 64 edición del galardón literario organizado por el grupo editorial catalán faltó en esta ocasión el hombre que soltaba por igual titulares y advertencias, el maestro de ceremonias tras la inmensa pista del clásico editorial de otoño. Se nota la ausencia de José Manuel Lara Bosch, quien presidió el grupo hasta febrero de este año, cuando falleció a consecuencia de un cáncer, el premio ha perdido la figura del editor, del que defendía el mundo del libro, ahora quedan solo empresarios.

En el tradicional encuentro con la prensa, que se celebra el día previo al anuncio y la entrega del Planeta, ha tomado el testigo el nuevo presidente del grupo Planeta, José Creuheras, quien optó por una intervención más sobria y discreta, con bastante menos contenido político que las convocatorias de Lara Bosch. Su hijo, José Manuel Lara, consejero delegado, fue más contundente: "Yo no soy quién para rectificar lo que dijo, pensamos lo mismo que dijo mi padre en 2012", refiriéndose a la inviabilidad del Grupo Planeta en una Cataluña independiente. Crehueras respaldó sus palabras. 

Más melancolía que política. Más homenajes que titulares de prensa. Muchas más puntualizaciones editoriales que bemoles políticos. Así quedó claro, a través de la proyección de un vídeo que resumía la relación del editor con el premio, así como en las valoraciones de cada uno de los portavoces convocados, comenzando por su actual presidente. "De José Manuel se sabía siempre lo que pensaba: era transparente. Igual hablaba de independencia como de fútbol", dijo el presidente Crehueras, quien evitó cualquier posicionamiento más allá del tema editorial.

La ausencia de Lara Bosch cubrió el acto de melancolía y rebajó el tono político de la cita, su sucesor, Crehueras, solo habló del tema editorial

La víspera del Premio Planeta va calentita, bien servida con una buena ración del tema soberanista catalán, inalterable ración de un suflé que no varía en el menú de la cena literaria en la que acostumbra a entregarse el Planeta, todos los 15 de octubre (el día de Santa Teresa), desde 1952. Así, este año, la ceremonia de entrega coincide con la fecha fijada por la Fiscalía Superior de Cataluña para citar a declarar al presidente de la Generalitat, Artur Mas, imputado por la convocatoria a un nuevo plebiscito secesionista para el próximo 9 de Noviembre

Más sentimental, e incluso más político, se mostró José Manuel Lara hijo, consejero delegado del grupo, quien aprovechó la ocasión para retomar la memoria -y a su manera el discurso- de su padre: "He nacido y crecido con el Premio Planeta. Es la primera vez que vengo a una rueda de prensa y mañana será la primera vez que iré al premio sin mi padre (...) Pensé que vendría con una frase en la cabeza, pero elegí una que mi padre dijo hace tres años: si Cataluña fuera independiente tendríamos que irnos a Cuenca. Mañana será la cena. A él le habría gustado estar ahí, para estar con la gente, hablar, resolver los problemas de la gente (...) Mañana un gran autor tendrá un Premio Planeta, espero que mañana haya también un premio para mi padre". Al ser repreguntado sobre el futuro actual del grupo, rehuyó: "Yo no soy quién para rectificar lo que dijo, pensamos lo mismo que dijo en 2012". Crehueras remató: "nuestra posición es inequívoca"

Sobre el papel del Planeta en el mercado editorial, Crehueras reafirmó la vocación divulgativa de un Premio que ha vendido 41 millones de ejemplares hasta la fecha. Señaló el poco apoyo legislativo a las políticas de lectura, que se traduce a su juicio en el descenso de la tasa de lectura, y solicitó una política más activa de protección a las librerías y de lucha contra la piratería. "Es un grave perjuicio que se cifra en unos 900 millones, un lucro cesante de 120 millones. Exigimos al gobierno medidas más contundentes", manifestó Crehueras."El papel resiste", zanjó, aludiendo al avance de la tecnología pero también a una relativización del retroceso de los formatos tradicionales. 

Pocas preguntas, y buena parte de ellas tan melancólicas como las expresiones de los portavoces. El tiempo -cierto- fue escaso, lo cual favoreció la poca voluntad política de un evento mucho menos político que años anteriores. Más añoranza que actualidad. Sin duda, en un Planeta sin Lara reina la medianía, acaso la grisura de los melancólicos. 

El premio Planeta en cuestión 

En una edición algo más concurrida que la anterior (casi 40 manuscritos más), los títulos y autores (o sus seudónimos) de las 10 obras son Sociedad Literaria Tolbooth, una novela de intriga policiaca, con siete narradores, ambientada en la sociedad victoriana, presentada por Margarita García Gallardo; El ladrón de sueños, una novela metaliteraria ambientada en la posguerra española, de Gustavo Olea (seudónimo); La librería Vidal, de Nadal Vila (seudónimo), que se desarrolla en la Valencia actual y plantea una trama de especulación urbanística en el edificio donde funciona una antigua librería; Vuelo de vencejo, ambientada en la Barcelona del franquismo, de Juan Burgos Baruel (quien ya fue finalista en 2013) y Nubes de tormenta, de Toni Farga (seudónimo), una novela ambientada en la crisis. También han quedado finalistas Pijama Party, de Nabor Córdoba (seudónimo), una historia de iniciación de un joven español entre la Francia y la Inglaterra de los sesenta; La otra vida, de Blanca Bravo, séptima de la lista, una novela histórica de intriga libresca sobre la verdadera autoría del 'Lazarillo de Tormes'; Trece meses desde mayo, de Julia Ponsky (seudónimo); Psicolover, una novela policiaca ambientada en Madrid, de Amoroso (seudónimo) y El baile de San Vito de Maribel Benquerencia (seudónimo). 

Un total de 486 obras originales se presentaron a la LXIV edición del Premio Planeta de Novela, escritas en su mayoría por autores españoles, aunque también procedían de América del Sur (76 obras), resto de Europa (31), América del Norte (28), América Central (12) y África (2). 

En 2014, tras haber sido concedido en los últimos tres años a autores españoles -incluyendo entre sus finalistas a una ex ministra de cultura, Ángeles González Sinde-, el Planeta de lo llevó el periodista mexicano Jorge Zepeda con una con Milena o el fémur más bello del mundo, una historia que retrata el mundo de la prostitución y las bandas mafiosas ucranianas, con Marbella y México como telón de fondo. En aquella edición , la periodista Pilar Eyre quedó finalista con una historia autobiográfica de amor: Mi color favorito es verte. Era la segunda ocasión que el ganador pertenecía al sello Destino, incluido dentro del grupo. 

No faltaron en la rueda de prensa las preguntas acerca de un Premio –para muchos ya una tradición– concedido de antemano. Las suposiciones iban desde un consagrado latinoamericano, al soniquete de cada edición, hasta figuras mediáticas -Cristina Pedroche incluida- e incluso figuras vinculadas al esoterismo -Javier Sierra-. Juan Eslava Galán no negó, en ese momento, a Sierra. Sobre la presentadora no dijo nada. Una cosa sí queda clara: la trama de todos los originales tiene lugar en España. A diferencia de la edición pasada, el galardón podría quedarse, en esta ocasión, de este lado del Atlántico. 

El nombre se dará a conocer en la tradicional cena literaria que tendrá lugar en Barcelona, en el Palacio de Congresos de Cataluña, donde está previsto que asistan, entre otros, tanto el presidente de la Generalidad, Artur Mas, como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau o el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, quien ha confirmado su asistencia el acto. De momento, un jurado integrado por Alberto BlecuaFernando DelgadoJuan Eslava GalánPere GimferrerCarmen Posadas, Rosa Regàs y Emili Rosales ha dado más detalles a la prensa de las diez novelas finalistas, elegidas entre casi medio millón de originales. Además de la información antes referida, hubo de parte de cada integrante del jurado un recuerdo especial, desde Rosa Regàs hasta Pére Gimferrer, para con José Manuel Lara, a quien se refirieron como un hombre de mentalidad empresarial y editorial moderna y auténtica. 

"Tenía un talante de diálogo sin igual. Yo, que añoro para mi país la tolerancia, tuvo muchos rojos a su alrededor y se entendió bien, pero con todos se entendió bien. Fue un ejemplo de convivencia que necesita la España actual, sin cobardía. Fue claro a la hora de tomar posición", expresó Fernando Delgado. 

El Planeta, la cigüeña y otras historias 

Ya lo dijo Fernando Savater en su momento: sospechar del Planeta es como sospechar de los Reyes Magos. Es uno de los premios literarios mejor dotados del panorama español. Lo han ganado escritores de la talla de Mario Vargas LlosaJuan MarséManuel Vázquez Montalbán o Rosa Regàs y, sin embargo, siempre hay una pega. Si quien lo recibe goza de una cierta reputación intelectual, debe dar explicaciones sobre porqué acepta un “premio comercial”. Y si pasa lo contrario, pues la capilla autoral se hace la digna y mira hacia otro lugar. Otros más escépticos sencillamente pasan del tema.

Del Planeta se ha dicho de todo y en él ha pasado de todo. Desde su creación, en 1952, se han visto polémicas, despechos o berrinches. Han sido memorables, también, las declaraciones que han dado algunos de sus ganadores o, por qué no, las prisas de otros para poder recoger el galardón a tiempo. Leyendas negras, las hay. Muchas. Y apócrifas, además. Algunas de ese tipo han sido narradas por Rafael Borrás, editor de Planeta, en el segundo volumen de sus memorias, titulado La Guerra de los Planetas. Sobre la eterna sospecha del Premio -el pacto previo, la negociación editorial de antemano-, escribió en sus memorias Borrás un episodio tan pintoresco como memorable.

Cuenta el editor cómo, en 1989, durante la rueda de prensa que ofreció Soledad Puértolas, ganadora de ese año por Queda la noche, un periodista intervino para preguntar cómo había sido posible que Puértolas hubiera sido invitada al acto de premiación, si aún no se había dado a conocer el fallo y por tanto, el nombre del ganador. Según el propio Borrás, José Manuel Lara, presidente de Planeta cuando vivía, le respondió al reportero: "¿Creo que usted todavía cree que los niños vienen de París?

La concesión del premio, uno de los más dotados en lengua castellana, lleva siempre asociada la polémica del pacto previo con el autor ganador

Una pregunta que no falta y que parece incordiar a autores, año tras año, no pudo ser respondida con mayor ingenio que el que utilizó Manuel Vázquez Montalbán en 1979. El ganador de ese año por Los mares del Sur no tuvo empacho alguno en responder, al acostumbrado chascarrillo ‘qué hará con el dinero’: "Pues comprar tiempo". Todo el necesario, todo el del mundo. Para escribir. Y punto.

En el anecdotario del Premio resulta curioso un episodio sobre el que hay varias versiones. Ocurrió en 1978, el año en que se le concedió el Premio a Juan Marsé por La muchacha de las bragas de oro. Según Borrás, Marsé se negó a asistir a la cena que se suele organizar en el hotel Princesa Sofía, por el desagrado que el protocolo del traje largo y el esmoquin generaban en el entonces joven Marsé, quien supuestamente se presentó directamente en el momento de la lectura del veredicto, con un anorak amarillo.

Hace ya unos años, al ser consultado sobre esa versión de Borrás, Juan Marsé respond al teléfono: “No, eso no fue así. Yo venía de casa de mis abuelos, en el pueblo L'Arboç del Penedés, en Tarragona. Había pasado varios días allí”, dijo. “Cuando llegué a casa, recibí una llamada. Me decían que llevaban días llamándome, que me presentara ya mismo, porque había ganado el premio. Llevaba, sí lo recuerdo, un pantalón de pana y una cazadora amarilla y me presenté de esa manera. Pero jamás dije que me negaba a ir de esmoquin, que además, no se va a así. Pero bueno, llegué de aquella forma por las prisas”, aclaró el escritor catalán.

A mitad de camino entre espectáculo y la literatura, entre la promoción editorial y la escritura, el Planeta alimenta una larga y gruesa historia de anécdotas, también de novelas. Las segundas más importantes que las primeras. Las anécdotas son sólo eso, lo que va quedando, leve, entre unos y otros. Los libros –los buenos- todavía existen.

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