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Cultura

Picasso se acomoda en Berlín

Martin Pulaski (CC) vía Flickr

Este centro de arte moderno constituye una suerte de Museo Picasso levantado gracias al fallecido en 2007 Heinz Berggruen, judío e hijo de hombre de negocios. Berggruen fue amigo del pintor malagueño además de mecenas y uno de los mayores coleccionistas privados de lienzos del genio andaluz.

Berggruen, el comerciante de arte más importante que haya tenido Alemania, legó en 2000 a Berlín un tesoro pictórico de valor incalculable y en el que la pintura de Pablo Picasso ocupa un lugar de excepción. Esa donación nutre al Museo Berggruen, donde la muestra recientemente estrenada Picasso und seine Zeit (Picasso y su tiempo) vuelve a dar vida a este espacio artístico tras casi dos años cerrado por una costosa renovación. Más de 6 millones de euros fueron invertidos en mejorar este centro que lucha por conservar un ambiente íntimo entre el espectador y las obras.

Picasso aparece en la colección berlinesa con todos sus matices, a diferencia de lo que ocurre con las otras tres grandes figuras representadas en el conjunto pictórico amasado por Berggruen y sus herederos, a saber, Paul Klee, Alberto Giacometti y Henri Matisse. “Heinz Berggruen coleccionó obras desde que Picasso comenzó a pintar a los 16 años hasta el final de su vida. Reunió en cuatro décadas un auténtico panorama de su trabajo”, dice a Marabilias Kyllikki Zacharias, comisaria de la muestra expuesta en este museo situado en Charlottenburg, en el oeste berlinés. Prueba de ello es, por ejemplo, esa “Hoja de estudios” firmada por Picasso en Madrid, en 1897. En ella se aprietan bustos, caras de un hombre con bigote a la Souvarov y todo tipo de animales.

También hay trabajos identificados con las etapas azul y rosa de Picasso y, cómo no, con su inmensa dimensión cubista. Algunos lienzos del malagueño representativos del cubismo dialogan en Berlín con algunas pinturas de George Braque, coetáneo con el que el artista español revolucionó la pintura convirtiendo las formas naturales en cuerpos geométricos. Así ocurre en la sala donde se encuentra Horta de Ebro, obra de 1909 “especialmente importante para la colección por su valor artístico”, señala Zacharias al referirse a este cuadro, que perteneció en el pasado a la familia Rockefeller. Más adelante, la exposición, que sigue cronológicamente el genio creador del pintor español, permite contemplar Les femmes d'Alger version L (1955), cuadro adquirido en 2011 por los herederos de Berggruen y que se identifica con el mejor Picasso tras la Segunda Guerra Mundial.

Resulta muy difícil imaginar que, con casi una centena de trabajos del malagueño, el Museo Berggruen presentara antes de la renovación su colección de Picasso en una sola planta. Ahora, los tres niveles del primero de los dos edificios decimonónicos que componen el conjunto arquitectural del centro están dedicados a Picasso casi en exclusiva. En el otro bloque se pueden ver obras del Paul Klee, de la Bauhaus que tanto gustaba al coleccionista germano, de Matisse y Paul Cézanne, entre otros.

Por medio de pequeñas salas, se ha querido mantener pese a una ampliación en superficie de 1.000 metros cuadrados la intimidad que tanto ha caracterizado a este museo berlinés. En esta lógica, sigue existiendo incluso un pequeño apartamento de la familia Berggruen en el último piso del edificio que acoge a Picasso. Eso sí, los hay que echan de menos el ambiente encantador del otrora recogido museo. Sin embargo, los amantes de Picasso pueden disfrutar en mejores condiciones de una colección que se encuentra entre las más exquisitas de origen privado. Hasta el prestigioso semanario Die Zeit, que forma parte de los que ahora añoran el hechizo previo a la renovación del museo, terminaba su artículo dedicado a la muestra Picasso y su tiempo con un reconocimiento: “Es impensable una mejor visión general de este artista”.

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