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Cultura

¿Qué pensaría María Moliner del lenguaje inclusivo?

María Moliner, filóloga y lexicógrafa aragonesa.

“María Moliner hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana, dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y –a mi juicio- más de dos veces mejor”, escribió el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez del diccionario que escribió la filóloga y lexicógrafa aragonesa María Moliner (Paniza, 1900 - Madrid, 1981) y del que este año se cumple más de medio siglo desde que se sentó a escribirlo.

En ocasión del 8 de marzo, es importante recuperar y analizar muchas de las aportaciones de la lexicógrafa aragonesa de cara a las reivindicaciones actuales: visibilidad de la mujer, la cruzada de lenguaje inclusivo, así como la paridad en las corporaciones públicas o privadas. La obra de María Moliner propone muchas similitudes pero también circunstancias, eso que llaman contexto, que llegan a ilustrar el valor de una obra hecha incluso con todas las condiciones en contra: el aislamiento y purga a la que se la sometió el franquismo.

En ocasión del 8 de marzo, es importante recuperar y analizar muchas de las aportaciones de Moliner

Hija de un médico rural y de una madre con un especial sentido de la supervivencia y agudeza, María Moliner fue la segunda de tres hermanos. Entre 1918 y 1921 cursó la Licenciatura de Filosofía y Letras en la universidad de Zaragoza (sección de Historia), obtuvo un sobresaliente y Premio Extraordinario. Al año siguiente, ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, y obtuvo como primer destino el Archivo de Simancas. De ahí pasa al Archivo de Hacienda de Valencia, donde Fernando Ramón y Ferrando, catedrático de Física, con quien se casa en 1925. Durante esos años nacen sus dos hijos, a la vez que continúa su vida profesional, comienza a participar en las empresas culturales que nacen con el espíritu de la II República. 

Su inclinación por el archivo, por la organización de bibliotecas y  la difusión cultural, la llevó a reflexionar  y trabajar sobre las Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España e incluso asumió un papel activo en la redacción de instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas, un trabajo vinculado a las Misiones Pedagógicas de la República. Dirigió la Biblioteca de la Universidad de Valencia, participó en la Junta de Adquisición de Libros e Intercambio Internacional, que tenía el encargo de dar a conocer al mundo los libros que se editaban en España, y desarrolló un amplio trabajo como vocal de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico, creado en febrero de 1937, en la que Moliner fue encargada de la Subsección de Bibliotecas Escolares.

Pero estalló la Guerra Civil Española y todo se vino abajo, derribado por los fuertes estragos de la contienda y los ajustes de cuentas que vendrían en los años siguientes. Tras la derrota del bando republicano, su marido perdió la cátedra de Física y fue trasladado a Murcia. María Moliner regresó al Archivo de Hacienda de Valencia: dieciocho niveles por debajo del que tenía en el escalafón. 

No pretendía fundar ningún movimiento ni responder a los que la marginaron. Su trato con el lenguaje estaba determinado por el respeto

En la década de 1950, comienza la que sería su obras más luminosa en aquellos años de dictadura: el Diccionario de uso del español, en cuyos dos tomos se incluyen 1.750 entradas y más de 190.000 definiciones. Aunque ella ya confeccionaba anotaciones para un diccionario que corrigiera las deficiencias del DRAE, un hecho el terminó de acelerar su decisión de ponerse a trabajar: su hijo Fernando le trajo de París un libro que llamó profundamente su atención, el Learner’s Dictionary of Current English de A. S. Hornby (1948).

Semejante hazaña: escribir ella sola un diccionario cuya claridad y acierto fue reconocido de forma unánime no pareció mérito suficiente a los académicos de la RAE para incluirla entre sus filas. Dámaso AlonsoRafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo la postularon para que fuera ella la primera mujer en entrar a la Academia. Pero el elegido, sería Emilio Alarcos Llorach. “Sí, mi biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia (...) Mi obra es limpiamente el diccionario”, dijo Moliner en una entrevista en El Heraldo de Aragón, en 1972.

Era enemiga de hacer por hacer y por tanto, cuando se empeñaba en algo era porque valía la pena, y necesitaba hacerlo “correctamente hasta las últimas consecuencias”

La intención de Moliner fue crear "un instrumento para guiar en el uso del español tanto a los que lo tienen como idioma propio como a aquellos que lo aprenden”. No pretendía fundar ningún movimiento, tampoco responder a los que la marginaron, incluida la RAE de su tiempo. Su trato con el lenguaje estaba determinado por el respeto y el interés que sentía por las palabras. 

La imagen que suele asociarse a María Moliner es la empresa mayúscula a la que se dedicó el Diccionario de uso del español (DUE). Sin embargo, en El exilio interior, la biografía que escribió Inmaculada de la Fuente y salió publicada en Turner, amplía el foco sobre un personaje vitalista y con una personalidad lo suficientemente compleja para proponerse tamaño empeño y sacarlo adelante tras quince años de trabajo ininterrumpido. María Moliner era “enemiga de hacer por hacer” y por tanto, cuando se empeñaba en algo era porque valía la pena, y necesitaba hacerlo “correctamente hasta las últimas consecuencias”, explica de la Fuente en estas páginas. 

Nada más salir a la luz el Diccionario de uso del español, escritores como Miguel Delibes o  Umbral comenzaron a mostrar su fervor por él

Comenzó en el año 1952. "Estando yo solita en casa una tarde cogí un lápiz, una cuartilla y empecé a esbozar un diccionario que yo proyectaba breve, unos seis meses de trabajo, y la cosa se ha convertido en quince años", aseguró. Tras una larga y lenta labor, la primera edición contó con la fe y el apoyo de Dámaso Alonso, director entonces de la Biblioteca Románica Hispánica de la editorial Gredos, quien decidió impulsar el proyecto. Se publicó entre los años 1966 y 1967, en dos volúmenes.

Nada más salir a la luz el Diccionario de uso del español, escritores como Miguel Delibes o Francisco Umbral comenzaron a mostrar su fervor por él: por su utilidad y la sencillez de su estilo, que rompía con la costumbre de definir los términos mediante frases enrevesadas y estereotipadas. Ese es, tal vez, su mayor logro: un estilo propio, moderno y práctico, que recogía en muchas ocasiones el habla de la calle, y que María Moliner supo imprimir a todas y cada una de las definiciones, con explicaciones claras, sin pretensiones, utilizando un vocabulario accesible para cualquier lector pero no por ello vacío de contenido ni falto de elegancia o sentido del humor. 

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