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Cultura en el tocador

Dos películas tras el #MeToo: 'Una joven prometedora' es punitivismo, venganza y obscenidad

Estamos ante una película irresponsable, que vacía de contenido el género de la violación y venganza

En Hispanoamérica la película se comercializó como Hermosa venganza. Hubo medios que lanzaron reportajes con títulos como "La venganza tiene nombre de mujer", "La venganza es una película que se sirve fría", "El lado dulce de la venganza"... Todo esto no es más que paratexto, claro, y no forma parte de la obra en sí que es Promising young woman o Una joven prometedora: lo que debería enseñarnos es que a veces las condiciones de creación y recepción de una obra son casi más importantes que su contenido. Nuestra capacidad interpretativa está determinada por muchos factores, incluyendo el momento histórico —y social— en el cual leemos, vemos o escuchamos algo. Aquí, en este momento, hay quien ha escogido que la clave de lectura para esta película sea interpretarla como un pastiche o vuelta de tuerca más al cine de violación y venganza. Ese será nuestro punto de partida.

En el artículo anterior, hablando sobre Annette y respondiendo a Pablo Caldera —que ya reseñó en su momento Una joven prometedora, considerándola una pregunta "que anima a ver el pasado desde el prisma del #MeToo", sin ser necesariamente "optimista con el feminismo"—, yo comentaba que, si el #MeToo podía ser un prisma a través del cual mirar la estética, no podía serlo sólo de la recepción, sino también desde la creación de las obras. Mi intención, con la crítica de Annette, era examinar uno entre tantos otros puntos de vista: cómo la película referenciaba y construía su realidad autónoma a partir de hechos, estereotipos y dinámicas propias del mundo cinematográfico, cómico o teatral posterior al #MeToo, en un juego frecuentemente autorreferencial, constituyendo así un ejemplo de una creación que estéticamente pertenecía a esa etapa tras el #MeToo, y que por tanto me parecía bien lograda (¡acababa diciendo que era espectacular!).

Punitivismo y promesas

Una joven prometedora es otra cosa: creo que sus códigos estéticos no son tan posteriores, removiendo clichés y referencias de mayor antigüedad; sí es claramente el producto de una reinterpretación post-#MeToo de la venganza. Y esta reinterpretación, a mi parecer, no merece tanto elogio: es el ejemplo de una tendencia punitivista y oscura que encuentra su reflejo en un feminismo tan devastado por los casos de injusticia y violencia a los cuales hace frente que a veces, a su pesar, acaba reduciéndose a pedir un endurecimiento de las penas de prisión o de los agravantes.

La protagonista sale de noche, se hace la borracha, deja que un tío se acerque y luego suelta un discursito sobre su terrible comportamiento cuando suben a casa o al hotel

Más que una visión ecuánime sobre la relación entre el trauma y el tiempo, o la reinterpretación del pasado, Una joven prometedora es una película que retoza con nostalgia en el barro de los recuerdos. La protagonista no es la mujer violada, Nina, sino su mejor amiga Cassie, lo cual podemos interpretar de dos maneras: o como un ejercicio de sororidad, de venganza por procuración —Nina acabó suicidándose después de ser violada por Al en la universidad, al quedar traumatizada y sufrir una total negligencia institucional y falta de investigación—, o como una instrumentalización negativa del dolor de los demás para convertirlo en un propósito propio, condenando toda posibilidad de olvido o paz.

La película está llena de momentos demasiado retorcidos: como cuando la protagonista dice a la rectora —que fue quien dejó pasar institucionalmente el caso de su mejor amiga violada, argumentado que no iba a condenar la vida de unos muchachos prometedores: la explicitación de cómo se otorga un valor diferente a los futuros de las mujeres y los hombres está bien, es un punto a favor— que ha dejado a su hija adolescente en la misma habitación en la que Nina fue violada. O como cuando emborracha a Madison, compañera de clase en los tiempos de la violación de Nina, y la deja sola con un hombre para que él se ocupe de llevarla a su habitación de hotel y producirle miedo. Es sorprendente que una parte tan grande de la película se ocupe de instigar terror en las cabezas de otras mujeres, por cómplices que sean ellas de las estructuras de poder patriarcales.

Celuloide irresponsable

El gran error de Una joven prometedora quizá ni siquiera esté en lo que se esfuerza en retratar, sino en las condiciones de su recepción. Habiendo sido producida en el contexto en el que ha sido producida, es imposible extraer ciertas conclusiones y no otras: como al final llega la policía y una justicia por parte del Estado es administrada, aunque llegue tarde e ineficiente y la protagonista ya esté muerta, nunca podremos llegar a pensar que la ley del talión puede destruir a quien la invoca, o que la espiral de la violencia como respuesta a la violencia rápidamente se convierte en un círculo inescapable.

Se esfuerza mucho en mostrar que no hay ningún hombre bueno, que el #NotAllMen es una farsa

Es una película irresponsable, que mata a su protagonista en un ejercicio de crueldad extrema para transmitir Dios sabe qué, vacía de contenido el género de la violación y venganza —y casi nos hace ver que quizás es mejor abandonar ese género después del #MeToo si no queremos que se convierta en otra cosa—, sólo obtiene su resolución gracias al sacrificio y encima somete su resolución a la misma responsabilidad legal que constituía el motor inicial de la venganza, como si la única manera de activar los resortes de la justicia en favor de las mujeres fuera a través de la muerte o la tragedia.

No he mencionado uno de los aspectos que más ridículos me parecen: se esfuerza mucho en mostrar que no hay ningún hombre bueno, que el #NotAllMen es una farsa, que todos son cómplices, pero luego dedica buena parte a lo que Pablo Caldera ha llamado "etnología del deseo masculino": la protagonista sale de noche, se hace la borracha, deja que un tío se acerque y luego suelta un discursito sobre su terrible comportamiento cuando suben a casa o al hotel, como si a través de la lección condenatoria fuera a conseguir que esos hombres se responsabilizaran de sus actos. La única dicotomía que permite la película es esa: entre el "discursito" en un contexto en el que será totalmente ignorado o la venganza más extrema posible que implica el sacrificio de su ejecutora. Ya me dirán ustedes si establecer esa dicotomía no es, ay, casi obsceno.

Críticas más profundas

A principios de 2020 se estrenó una película mucho más contenida, The Assistant, de Kitty Green, que trataba de forma absolutamente elíptica la cotidianeidad y existencia absolutamente podrida del mundo laboral que rodea a Harvey Weinstein, figura central del #MeToo, siempre presente y nunca mencionado. Era imposible verla y no acabar invadida por una profunda angustia.

Su retrato del funcionamiento de cada uno de los mecanismos que llevan a que el abuso se tolere era infinitamente más profundo que la condena moral ya preestablecida de Una joven prometedora, y su capacidad para repartir la culpa y la corresponsabilidad, también. Su juicio moral quedaba dentro de la frialdad de los movimientos en la oficina, de lo inhumano en la aceptación de un mundo en el cual distintos actores conspiran para que todo siga siendo como es. Es completamente posible elaborar películas después del #MeToo (y sobre el #MeToo) cuyos mensajes no supongan una regresión o caída en una espiral de castigo y venganza.

Claro que hay cosas positivas en Una joven prometedora, y me habría encantado que la película me gustase, más allá de su guion absolutamente ridículo con frases sacadas de post de Instagram con estética pastel y pretensiones pseudofeministas; me entristeció profundamente encontrarme con una barrabasada a mi parecer demasiado conservadora en su obsesión hiperpop, un festival del cutrerío, un despliegue moral absolutamente equivocado.

No encontraremos aquí los mimbres de una sociedad más justa o de un movimiento dispuesto a transformarlo todo, tal y como se han declarado en numerosas ocasiones partes del feminismo y del colectivo LGTB, incluso en manifiestos de los cuales yo fui firmante: manifiestos que decían que "no ganamos nada con una comunidad que exige venganza y prisión para los agresores, no podemos dejar que nos dominen el miedo ni la rabia, no podemos dejarnos llevar por el cortoplacismo y las respuesta fáciles". Una joven prometedora, y lo digo con tristeza, hace todas esas cosas: considera incluso que la respuesta al asesinato es el asesinato. Y en esa trinchera, que no es la de la justicia, sino la del placer que se extrae de la venganza, no nos tendrán nunca.

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