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Protestas

“Patria y vida”: la música cubana como polvorín político

Sube el conflicto y el hartazgo por las promesas incumplidas

La música ha sido siempre uno de los emblemas de la identidad cubana. No es fácil destacar entre la intensa competencia del Caribe, pero el país siempre lo ha conseguido, con géneros tan distintos como el son, el bolero o la nueva trova, entre otros. Ahora que los artistas están en pie de guerra contra el Gobierno, llega el himno 'Patria y Vida', colaboración entre tres artistas tan populares como Yotuel, Gente De Zona y Descemer Bueno (colaborador de éxitos globales de Enrique Iglesias). La letra, que menciona al movimiento antigubernamental San Isidro, tiene versos muy crudos sobre la situación en la isla: “Qué celebramos si la gente anda deprisa/ cambiando al Ché Guevara y a Martí por la divisa/ todo ha cambiado, ya no es lo mismo/ entre tú y yo hay un abismo / publicidad de un paraíso en Varadero/ mientras las madres lloran por sus hijos que se fueron”, reza la cuarta estrofa del himno. Por supuesto, el título es una réplica del lema revolucionario “Patria o muerte”.

Desde el Ministerio de Cultura se han producido diversas reacciones de rechazo a la canción. ¿La más llamativa? Un meme ofensivo contra los artistas el pasado 18 de febrero, compartido desde la cuenta oficial del Ministerio de Interior cubano. El montaje fue rápidamente retirado ante las protestas de los usuarios. La imagen con subtítulos daba a entender que los artistas habían compuesto la canción por dinero, pagados por Álex Otaola, influyente actor y comunicador contrario al comunismo. La tensión en la isla ha ido creciendo, como puede comprobarse en los mensajes que comparte Carlos Manuel Álvarez, director de la revista ‘El Estornudo’, que ha convertido su muro de Facebook en una crónica de la represión cultural castrista (de la que él mismo ha sido víctima). “El esfuerzo por acallar a los raperos reforzó la canción en vez de censurarla”, certifica.

El régimen está nervioso por esta canción", destaca José Miguel Vivanco de Human Rights Watch

Otro ejemplo lo compartió José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch: “Anoche dos activistas independientes [Osmel Adrián Rubio y Anyell Valdés] escribieron ‘Patria y Vida’ en el portal de su casa en La Habana. Hoy las fuerzas de seguridad del régimen sitiaron la casa y les cortaron el Internet. Así de nervioso está el régimen por esta canción”, destaca. Que un estribillo pop pueda desatar operaciones de represión policial estatal se ha interpretado desde diferentes instancias como un síntoma de desorientación y debilidad por parte del Gobierno.

Mutaciones aceleradas

Una curiosidad relevante para hacernos una idea de cómo cambian las tornas. Hace tan solo un año, sorprendieron al presidente Díaz-Canel y a su esposa Lis Cuesta bailando en un concierto de Descemer Bueno en Miami. Desde ese momento relajado, se ha llegado en tiempo récord hasta la crispación actual. Más sorprendente todavía: Gente de Zona fueron vetados en diciembre de 2019 en un concierto de fin de año en Miami porque se les consideraba excesivamente cercanos al régimen castrista. El cambio de tercio se puede atribuir sobre todo al creciente respaldo popular -sobre todo, juvenil- al movimiento San Isidro, que pide mayores márges de acción para los artistas de la isla caribeña.

A comienzos de febrero, el movimiento 27-N presentó una petición ante la Asamblea Nacional y el Consejo de Estado, ambos en La Habana, para revocar los cargos de Alpidio Alonso Grau como diputado y ministro de Cultura de Cuba. Las activistas Solveig Font y Carolina Barrero presentaron la demanda de revocación “en representación de 1.252 artistas, activistas e intelectuales”. Su gestión se ha caracterizado por promesas incumplidas de diálogo con las demandas de mayor libertad creativa y periodística. A la petición se sumaron miembros de la sociedad civil y figuras prominentes de la cultura cubana como Rafael Rojas, Iván de la Nuez, Tania Bruguera, Haydée Milanés, Ernán López-Nussa, Carlos Manuel Álvarez y Wendy Guerra, entre otros.

La 'miamización' del país

Se sabía hace tiempo que la juventud de la isla estaba en un proceso de desapego a quienes dirigen la revolución, cuyo lema político reza “Somos continuidad”. En verano de 2017, cuando entrevisté al grupo argentino Kumbia Queers, explicaban así el ambiente cultural cubano, justo después de realizar una gira por el país: “La moda entre la gente joven es ir vestidos con la bandera de Estados Unidos. Ves muchísimos adolescentes así, con una remera (camiseta) o una cartera de las barras y estrellas. Incluso taxis con la bandera estadounidense", me explicaba Juana Chang (voz y charango). “Yo tuve la impresión de que la revolución suena como algo obsoleto para la juventud. No se siente interpelada por los viejos mitos, ni tienen puntos de referencia nuevos. Los jóvenes son los más colonizados", añadía Flor Linyera (teclados). El grupo defiende la ideología socialista y reconoce que habían sido invitadas por un programa gubernamental que buscaba demostrar que el castrismo había superado sus viejos prejuicios homófobos.

El intelectual cubano Iván de la Nuez, ensayista y curador de arte contemporáneo residente en Barcelona, explicaba esto hace unos meses, durante una entrevista con Vozpópuli: “Uno de los aspectos que más me ha llamado la atención en estos diez últimos años en los que he regresado a Cuba es esa ‘miamización’ del país. Hasta el punto de que no entiendo cómo el exilio no lo ha celebrado como una victoria. Con la gente chateando diariamente con sus familiares (algo impensable antes), compartiendo programas de radio, televisión o Internet, exposiciones, conciertos, obras de teatro, poniendo negocios (algunos inconfesables) con capital de la Florida, o simplemente regresando a vivir a la isla. Todo eso canalizado por un hecho estadístico incontestable: en Cuba hay más de seis millones de teléfonos móviles que permiten ese trasvase que no parece reversible”, señala.

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