Quantcast

Cultura

Miedo al laboratorio de ideas de la nueva derecha

El tablero sociopolítico español cambia a ritmo de vértigo. Hace diez años, por ejemplo, el movimiento 15-M dominaba los debates, anunciando un cambio generacional que exigía cuestionar los consensos de 1978 para llevarlos más a la izquierda. En mayo de 2012, había ampliado su apoyo hasta llegar a un impresionante 68% de los españoles, que decían ver “con simpatía” el movimiento, 75% entre los jóvenes. Como admite el analista de izquierda Daniel Bernabé, hoy la cosa ha cambiado por completo: “Ahora el 15-M carece de importancia, nadie se acuerda de él”. ¿Qué paradigma cultural viene a continuación?

Este brusco viraje nos recuerda la importancia de la batalla de las ideas, ya decía Antonio Gramsci que “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados 'orgánicos’, infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. Antes que él, lo había explicado Sun-Tzu en el siglo V antes de Cristo: “La guerra es una contienda moral que se gana en los templos antes que en los campos de batalla”. En un contexto de derrumbe teórico de la izquierda, se ha puesto en marcha en Madrid el Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP), creado por la joven estrella de la derecha francesa Marion Maréchal y dirigido por el abogado argentino Santiago Muzio. En su cuadro de profesores destacan figuras como el coronel Pedro Baños, el periodista José Javier Esparza o el presidente de la liga de fútbol española Javier Tebas, además de altos cargos de Vox como Kiko Méndez-Monasterio y el exvicepresidente del Parlamento Europeo Alejo Vidal-Quadras.

"En un mundo de recursos finitos y demografía exponencial, la cuestión de la soberanía energética va a ser decisiva", opina Maréchal

El pasado mes de julio, Esparza mantuvo en la sede de Madrid una entrevista a Marion Maréchal, nieta de Jean-Marie Le Pen, diputada más joven de la historia de la Asamblea Francesa y favorita en todas las quinielas para ejercer a medio plazo el liderazgo de Reagrupación Nacional (antiguo Frente Nacional, hoy comandado por su tía Marine Le Pen). “¿Es posible, entonces crear unas nuevas élites capaces de recuperar el lazo con ese pueblo real, con esa comunidad real, frente a la mundialización de los espíritus?”, pregunta Esparza. “Sí, estoy convencida, eso está ya en la forma en la que hemos concebido el ISSEP. Esto va muy unido a una comprensión de los grandes desafíos del siglo XXI, por ejemplo la cuestión energética, ya que en un mundo de recursos finitos y con una demografía exponencial, la cuestión de la soberanía energética va a ser decisiva, como la cuestión de la soberanía alimentaria, la demografía, la inmigración y los grandes movimientos de población”, responde.

Domesticar la globalización

También tiene duras palabras contra las élites europeas, que vendieron que trasladar la industria fuera del continente iba a crear "un mundo de teletubis donde todos seríamos prósperos”. El problema es que “cuando ha llegado una pandemia, Francia no ha tenido mascarillas, ni respiradores, ni ha sido capaz de producirlos porque su industria está deslocalizada y dependemos de China para tener esos útiles”, lamenta. “La globalización no ha sido una opción, se nos ha impuesto. Tenemos que intentar que la globalización se adapte a nuestro país y no nuestro país a la globalización”, resume. Durante toda la charla, Maréchal insiste en huir del cortoplacismo y mirar más allá de las polémicas mediáticas. “La política me interesa, pero creo que soy más útil llevando adelante mi aventura empresarial. Si un día vuelvo a la política, quiero poder hablar a los franceses conociendo también lo que ellos viven”, añade.

La izquierda tiende a considerar que el pensamiento es un campo propio y exclusivo, pero históricamente nunca ha sido el caso

En los últimos tiempos, se ha puesto de moda la expresión ‘guerra cultural’ en todo el arco político. Lo mismo la utiliza Iván Redondo que Cayetana Álvarez de Toledo o Iñigo Errejón. Por eso sorprende que el ISSEP haya sido recibido por parte de la izquierda como un proyecto ilegítimo. Basta ver, por ejemplo, como informaba de su puesta en marcha el programa ‘360 Grados’ de la cadena vasca EITB, como si fuese una maniobra oscura que se intentaba ocultar. La voz en ‘off’ del programa, con tensa música de ‘thriller’, informaba de manera solemne de que “el periodista de La Marea Antonio Maestre lleva años investigando la estrategia ultra y ha detectado una maniobra de Vox para ensanchar su espacio de influencia”. En realidad, no hay mucho que detectar, ya que la sede está en plena Gran Vía madrileña y el programa de EITB explica su funcionamiento pinchando en la web del ISEEP. Se presenta como una estrategia de ocultamiento negar que haya vinculación orgánica con Vox, pero la composición del patronato se muestra abiertamente en las fotografías y textos y que exista o no esa vinculación no cambia mucho las cosas, igual que no es especialmente relevante si hay dependencia orgánica con el otro instituto de Maréchal en Lyon. Los resultados políticos van a ser muy similares.

Por su parte, El País califica el laboratorio como una “escuela de intolerancia para la futura élite ultra”. La realidad es que se trata de un curso de posgrado que no incluye obligación ninguna de militar en Vox o en ningún otro partido de derecha, así que el titular resulta tan tendencioso como si Hermann Tertsch escribiese que el máster del periodismo de PRISA es la “escuela de degeneración posmoderna para la futura élite progre”. Maréchal aspira a crear en el Mediterráneo un grupo similar al de Visegrado, alianza conservadora de Eslovaquia, Hungría, Polonia y República Checa. La nueva derecha necesita ‘think tanks’ como cualquier otra corriente política y estos no pueden tratarse como ilegítimos, por mucho que rechacemos sus ideas.

Esquizofrenia izquierdista

En realidad, asistimos a un fenómeno sobre el que ya advirtió a Vozpópuli el sociólogo Guillermo Fernández, en una entrevista a finales de 2019: “El mundo progresista se mueve en una especie de esquizofrenia. Por un lado, se desestiman los mensajes y propuestas de la derecha radical como débiles e inservibles -una especie de chatarra intelectual-, mientras por otro se proclama la necesidad urgente de prohibir o como mínimo aislar estos mensajes, dando a entender que si la población los escucha, los creerá y se sumará a ellos. En un caso se considera a los portavoces de la extrema derecha como torpes, brutos, rústicos y sobre todo defensores de ideas endebles y anticuadas, y en el otro caso se les toma por 'genios del mal' capaces de embrutecer a toda la población a través de la persuasión. La izquierda a ratos se ríe y a ratos entra en pánico”, explica. Lo hemos visto hace nada: las ideas de Vox se se ridiculizan por simplonas en la moción de censura, como del "partido del cuarto cubata", pero se considera intolerable que posibles futuros cuadros del partido participen en un laboratorio de ideas.

Hablemos claro: las batallas culturales que nos esperan son más inquietantes e imprevisibles de lo que pensamos. Es sabido que en Podemos hay destacados admiradores del pensamiento político de Carl Schmitt, jurista nazi especializado en Teoría del Estado. También se conoce el interés de la derecha por el pensamiento de Antonio Gramsci, desde Hayek hasta la revista de la fundación FAES, que en enero de 2017 dedicó ocho páginas al pensador italiano, defendiendo la que es necesario “un ejercicio de madurez para revisar sin prejuicios ideológicos la vida y obra de uno de los episodios fundamentales de la historia contemporánea de Italia”. En el doscientos aniversario de la muerte de Marx, destacadas voces de la derecha global reivindicaron la importancia de su pensamiento, entre ellos Jean-Claude Juncker, The Economist y Mario Vargas Llosa. Uno de los presidentes históricos de nuestra CEOE, Carlos Ferrer Salat, escribió su tesina de fin de carrera sobre Marx y la tecnología. La propia Maréchal suele citar a Simone Weil, filósofa anticapitalista y miliciana en el bando de la república española. Tiene todo el sentido que la nueva derecha ofrezca formación humanística a sus futuros líderes, ya que de formación técnica -económica, empresarial y científica- suelen ir bien servidos. La izquierda tiende a considerar que el pensamiento es un campo propio y exclusivo, pero históricamente nunca ha sido el caso.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.