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Cultura

Sexo, droga y autoestima: el trap español como banda sonora de la crisis

Es un término que la mayoría han escuchado, pero que cuesta situar. Wikipedia ofrece una definición críptica, solo apta para expertos: “música que usa sintetizadores, cajas rítmicas, subgraves, ‘hi-hats’, de subdivisión binaria o ternaria, y normalmente abundante y en ocasiones exagerado uso del ‘autotune’ y los modos armónicos menores para darle una estética oscura y triste”. Traducción para los mortales: temas hechos con ordenador, derivados del hip-hop, más depresivos que celebratorios. La palabra ‘trap’ alude a un lugar donde se venden drogas ilegales, que junto al dinero y el sexo son los asuntos principales de las letras. La escena española parece lista para dar el salto a las listas de los más rentables, pero su particular idiosincrasia puede hacer que se queden con las ganas. ¿Será 2019 el año del trap?

Definición a la contra

El trap no se define tanto por lo que ofrece, sino por lo que rechaza. Aunque estamos ante un subgénero del hip-hop, su principal antagonista es el rap de barrio, especialmente el políticamente comprometido, del que rechazan el costumbrismo y cualquier llamada a la acción colectiva. Ernesto Castro, investigador cultural conocido como ‘el filósofo del trap’, lo explica así: “La mayoría de los artistas urbanos españoles encarnan los valores del neoliberalismo, y está el riesgo de que los chavales influenciables se crean preirónicamente que los dos únicos objetivos en la vida son 'las putas y los lambos' (que diría Kidd Keo), yo creo que cualquiera con una mirada crítica acerca del capitalismo se da cuenta de que en la estética trapera hay mucho de autodenuncia del sistema en primera persona. ¿Cómo interpretar, si no, canciones depresivas como “Llorando en la limo” (de C. Tangana y Alizz), “Fuck Kurt Cobain” (de Kaixo y Royce Rolo) o “Yeyo en mi iPhone” (de Goa y Pochi)?”. Como en el caso del indie, con grupos como Los Planetas, parece que el trap representa simultáneamente la sumisión a los valores materialistas y la incapacidad de obtener satisfacción a través de ellos. La mención a Los Planetas no es casual, ya que han colaborado con Yung Beef, uno de los iconos de la escena trap española.

¿Cruda realidad o fantasía publicitaria?

Uno de los grandes debates sobre trap consiste en que decidir si es una música que refleja la realidad juvenil o se limita a reproducir fantasías publicitarias. Cada caso es un mundo: Yung Beef arrastra un pasado como delincuente juvenil. En YouTube puede encontrase imágenes de un juicio (enlazado abajo) donde fue acusado de participar en una red de estafa a ancianos en Granada. Por contra, C. Tangana es hijo de un ejecutivo publicitario, herencia que se nota en sus respuestas y estrategias comerciales. Una de las mejores explicaciones sobre el atractivo del género la da este artículo de Miguel Espigado: “Cuando pasé más de un año en paro, mi relación con el dinero cambió para siempre. Me empobrecí, como tantos otros de mi generación, y comencé a sentirme atraído por el trap, un estilo musical derivado del rap que canta al dinero, las putas y la droga (…) Hay que sentirse pobre -aunque uno no lo sea del todo- para desear ser rico de un modo ostentoso; de un modo que el dinero viejo y las clases medias –siempre tan atentas a lo prestigioso– consideran indecoroso; del mismo modo que el trap y otras estéticas de la ostentación han sido elevadas a categoría de arte”, opina. Justamente: no existe diferencia entre “realidad juvenil” y “fantasías publicitarias”: las segundas ocupan un espacio central en la primera. El trap ha sabido comprender e incorporar esto mejor que cualquier otro género de la música popular actual.

"En los conciertos no se considera imprescindible la música ni la voz en directo. La prensa describió el último show de C. Tangana en Valladolid como pirotecnia, alcohol y playback”

Más imagen que música

El nuevo género ha traído unos nuevos parámetros que descolocan a muchos aficionados a la música. Por ejemplo, en los conciertos, donde no se considera imprescindible la música ni la voz en directo. Solo así se entiende la polémica del último concierto de C. Tangana en Valladolid, que la prensa local describió como “Pirotecnia, alcohol y playback”. Lejos de disculparse o explicarse, la mayoría de ‘traperos’ se muestran orgullosos de esta opción. Yung Beef prescinde algunas veces del micrófono mientras su voz grabada atruena por los altavoces. Muchos conciertos de trap son una mezcla de ‘fiesta’, ‘performance’ y ‘photocall’, donde lo crucial es estar cerca del artista y ser sorprendido por los estilismos, la actitud y la escenografía.  Estamos ante un ’show’ más que ante un concierto.

Desde fuera de la escena, se ha señalado la pobreza musical de estos planteamientos. Por ejemplo, el músico de folk Roberto Cubero: “En la música ‘de industria’ no te puedes juntar con otra gente y tocar de manera espontánea un repertorio común. Esto se da mucho en los festivales de folk, después de los conciertos te puedes tirar otras tres o cuatro horas tocando con el resto de grupos. A los músicos del trap, por ejemplo, les va más colocarse, musicalmente no tienen nada que aportarse entre ellos como comunidad, como mucho un ‘beat’ (ritmo) ‘to guapo’ que te enseñan con el móvil, supongo…”. Algo parecido apuntaba Guillermo Galván de los superventas Vetusta Morla, cuando señalba que Rosalía no toca para el público que tiene delante sino para el que la ve después de los shows en la pantalla de ordenador, televisión o móvil.

Amor-odio con los medios

Pocas escenas han sido tan bien recibidas por la industria musical como el trap. Nada más cuajar, entraron por el carril de adelantamiento en los carteles de los festivales cool, desde el Sónar hasta el Primavera Sound, pasando por Benicàssim. El exitoso Yung Beef hizo campañas para Calvin Klein, se convirtió en icono de las revistas de tendencias y terminó el la portada del ‘especial moda hombre’ de “El País Semanal”.
C. Tangana también encontró abiertas las puertas de las radiofórmulas, del programa de Risto Mejide -un rendido admirador- y de los conciertos patrocinados por marcas de móviles. A pesar de eso, trataba con displicencia a muchos programas que se interesaban por su música, por ejemplo vetando preguntas en directo durante una entrevista en la Cadena SER. Una de las estrellas femeninas de la escena, La Zowi, fue invitada al programa La Resistencia de David Broncano, donde la comunicación brilló por su ausencia. Estamos ante un extraño caso de máximo apoyo mediático que la escena recibe con incomodidad. ¿Serán  capaces de dar el estirón comercial con todo a su favor?

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