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Cultura

La cruzada terapéutica del doctor Eno

Dominic's pics (CC) vía Flickr

La influencia de la música sobre el cerebro humano ha generado miles de páginas de eruditos para intentar explicar las reacciones que provoca un sonido una melodía en nuestra mente. Desde la vehemencia de Nietzsche hasta los estudios más reposados de Oliver Sacks –el neurólogo que se hizo célebre con su libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero- hay un consenso en destacar el valor y el peso que tiene en nuestra consciencia. La utilidad de la musicoterapia está acreditada por la comunidad científica pero su utilización en hospitales y centros de salud es limitada. Por esta razón resulta muy interesante el paso dado por un hospital británico de poner en manos de Brian Eno la creación de una zona de sosiego y distensión para los pacientes y personal del centro. Aunque Eno es el productor de discos emblemáticos de leyendas del rock como U2, David Bowie, Coldplay y Talking Heads, en esta ocasión ha sido requerido en su faceta de creador de instalaciones audiovisuales y música ambiental.

La iniciativa surgió cuando el cirujano Robin Turner comprobó que su suegra, una persona muy nerviosa e inquieta, adoptó una actitud extremadamente tranquila cuando ambos visitaron durante dos horas en Brigthon el montaje 77 Million paintings, obra de Brian Eno que combina luz y sonido mediante un mecanismo eléctrónico de forma que la melodía nunca se repite, una fórmula a la que el artista denomina música generativa. La dirección del hospital Montefiore, en Hove, asumió esta propuesta y ahora tiene en su vestíbulo la instalación tranquilizante, al mismo tiempo ha habilitado un espacio, etiquetado como Quiet room, donde sanitarios, visitantes o enfermos pueden relajarse y pensar arropados por apacibles sonidos.

Eno lleva muchos años simultaneando la faceta de productor con el papel de pionero en la creación de música ambiental con medios electrónicos. Si su colaboración en piezas clásicas del rock le ha reportado notoriedad y prestigio, resulta incuestionable que sus obras minimalistas con el apoyo de ordenadores y tecnología de vanguardia ejercen una influencia incuestionable en la jungla del tecno y las atmósferas new age. Comenzó sus experimentos en 1975, dos años después de dejar el grupo Roxy Music, durante una larga convalecencia tras un accidente de coche. De esa época es Another green world, el álbum que marca un cambio de tendencia; junto a temas vocales con varios instrumentistas –Phil Collins en la batería- figuran piezas interpretadas por Eno con sintetizadores y percusiones electrónicas. Semanas después edita un nuevo disco Discreet Music, que supone la inmersión plena en un sonido ambiental que no tiene nada que ver con aquellas melodías de las orquestas de Ray Conniff o James Last, especializadas en versiones edulcoradas de los éxitos pop. Eno crea atmósferas sutiles con bases minimalistas que van envolviendo a la audiencia a través de pequeñas variaciones. En esa línea se incluyen discos posteriores como Music for films –temas para películas imaginarias-, Apollo, atmospheres & soundtracks y Music for airports. Este último, destinado a tranquilizar a las personas que tienen miedo a los aviones, puede considerarse un antecedente de esta nueva cruzada terapéutica.

El encargo del hospital Montefiore ha entusiasmado al artista británico que se implicó directamente en el proyecto y no descarta que otros centros de salud adopten planes similares. “No es caro y creo que puede ayudar a la gente”, señaló. No estaría mal que algo parecido llegara a los hospitales españoles tan oprimidos por los recortes y otras penurias. Schopenhauer lo vio claro hace siglo y medio cuando proclamó que la música es un arte “tan grande y admirable, obra tan poderosamente sobre el espíritu del hombre, repercute en él de manera tan potente y magnífica, que puede ser comparada a una lengua universal”.

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