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Cultura

Michi Sarmiento: “Shakira y Juanes nunca reconocen lo que toman de la música popular colombiana"

Seguramente su nombre no les suene, pero Vozpópuli se ha sentado a hablar con uno de los grandes de la música popular colombiana. Para situarse, basta con un anécdota reveladora, que comparte al final de nuestra charla: “Bill Clinton vino a visitar mi ciudad, Cartagena de Indias, en verano de 2015. Me escogieron para recibirle tocando alguna de mis canciones. Nada más llegar al sitio, pasé por un control exhaustivo de seguridad: examinaron cada recoveco de mi saxofón y hasta lo pusieron boca abajo por lo que pudiera caer. Cuando ya estoy listo, en un lugar destacado junto a la puerta de entrada, empiezo a escuchar a los escoltas que se vuelven locos pidiendo que alguien me quite el instrumento cuanto antes. Estaban seguros de que si Clinton lo veía me lo iba a pedir para tocar y se iba a estar allí un buen rato, afectando a los horarios”, comenta entre risas.

"Los sonidos de la gente pobre han sufrido un menosprecio de siglos. Por ejemplo, el vallenato o el porro, que no podían sonar en los clubes sociales", denuncia.

Michi Sarmiento es una de las grandes figuras vivas de la música popular colombiana. Su trayectoria abarca desde colaboraciones con Joe Arroyo hasta el proyecto Los Corraleros de Magajual, pasando por el moderno colectivo Ondatrópica, de amplio impacto y prestigio internacional. Su biografía es inseparable del sondio de los barrios humildes de Colombia. “Los géneros que baila la gente pobre han sufrido un menosprecio de siglos. Pienso, por ejemplo, en el vallenato o el porro, que fueron rechazados por las élites y no podían sonar en los clubes sociales. Al pueblo raso siempre lo han tenido apartaío”, explica.

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A pesar de los pesares, la situación ha ido mejorando: “Poco a poco, esos géneros fueron escalando y ocupando el sitio que les corresponde. Ahora tienen su público y hasta sus propios festivales de éxito, alguno con veinte bandas tocando una canción de “porro” al mismo tiempo. Son bandas donde toca hasta niños de ocho años. Viene gente de Estados Unidos y de Canadá para verlo y luego se llevan a algún grupo a sus universidades, consiguiendo que esos músicos suban a un avión por primera vez en sus vidas”, celebra.

La paradoja del 'gringo'

Sarmiento toca un nervio muy sensible: la música popular latina solo adquiere legitimidad cultural cuando un anglosajón le estampa el sello de calidad. Podemos llamarlo síndrome Buenavista Social Club. Algo parecido le ha pasado a él, ya que no comienza a hacerse realmente conocido hasta que participa en Ondatrópica, un proyecto bendecido por el británico Quantic. “Al principio, me parecía raro escuchar a un gringo tocando cumbia o vallenato, pero la verdad es que lo hacía muy bien. Me parece genial que él lo aprecie, ya que tenemos estrellas como Juanes y Shakira que nunca reconocen lo que toman de nuestra música popular”, lamenta.

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Luego amplia sin clase de historia: “El primer proyecto de música colombiana proyectada al exterior es de Delia Zapato Olivella, que se lleva los Gaiteros de San Jacinto (lo primero fiueron los Tambores sed san Jacinto). Se viene a Europa para dar a conocer nuestra música en 1957. Yo mismo iba a estar incluido en ese gira pero no pude. Ella sembró la semilla de todo lo que vino después. Se trajo a Totó la Momposina, que fue inteligente y vio todo el potencial de aquello, así que a partir de entonces se dedicó a divulgar la música tradicional colombiana por el mundo”, recuerda.

En la entrevista le acompaña su productor, Elviro Cienfuegos Pinto, pionero del reguetón cartagenero. También tiene fuertes vínculos con la escena de la champeta y los picós, sistemas de sonido similares a los de Jamaica, que no son otra cosa que ocio autoorganizado para comunidades pobres. Cienfuegos forma parte de la prestigiosa organización de fiestas Rey de Rocha. “Ahora estoy centrado en grabar un disco que repase la carrera del maestro y la ponga al día, acercándonos a la música más moderna. También me interesa proponerle que se acerque un poco la champeta y que vea que puede salir de ahí. Sabemos que este género, que es la música de los esclavos afrodescendientes, encierra una mina llena de posibilidades, solo hay que meterse y aprovechar el tesoro”, subraya.

Racismo cultural

Repasando entrevistas con otros músicos colombianos, recuerdo que comentaban espantados el racismo que sibrevive de Cartagena de Indias. El sector hostelero, por ejemplo, impide a los músicos desconocidos de piel oscura transiten libremente por las zonas preferidas de los occidentales. “Eso allá es terrible, no se ha podido superar. Los dueños de los hoteles se creen los dueños del mundo. No les gusta la gente pobre, la discriminan, no se dan cuenta que ellos mismos tienen influencias negras también. Piensan que son europeos. En Colombia, la base del negra la tienen hasta los más blancos, igual que todas las canciones tienen una base de tambor. si eres negro o marrón, cuando haces un concierto en un hotel de prestigio todavía te obligan a entrar por la parte de atrás”, lamenta.

" La élite es racista pero me adora, me llevan a sus residencias, a sus cumpleaños y se toman fotos conmigo. Es un poco hipócrita", subraya.

Hay que ser una leyenda como él para que te traten como a una persona. “La élite a mí me adora, me llevan a sus residencias, a sus cumpleaños y se toman fotos conmigo. Es un poco hipócrita. Algo parecido pasaba con el bolerista Sofromín Martínez , a quien llamaban ‘el negro blanco’ por lo mucho que se relacionaba con la clase adinerada de Cartagena. Era muy famoso. Alternaba mucho con las clases dominantes, de piel blanca”, apunta.

Termina explicando otro problema práctico: “Ahora tenemos una invasión de músicos venezolanos, que vienen huyendo de la situación de su país. La cosa no está muy elegante que digamos, ya que han tirado los precios de la música. Si un hotel pagaba 120 euros por noche, ellos le ofrecen hacerlo por 40. No tenemos sindicatos ni un estado que defienda un mínimo en los precios. Falta quien ponga orden. Están haciendo un daño tremendo. Hay raperos que van persiguiendo a los turistas por la calle, aunque ellos no quieran. Estamos matando a la gallina de los huevos de oro”, remata.

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