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Cultura

Mary Ann Evans, la poetisa escondida tras el pseudónimo de George Eliot

Mary Ann Evans utilizó el pseudónimo de George Eliot para poder publicar obras

Mary Ann Evans, una de las mujeres más representativas del panorama literario de la Inglaterra del siglo XIX, siempre se escondió bajo el pseudónimo de George Eliot. Famosa por sus novelas, pero no como poeta, la publicación ahora en español de la antología 'La oscuridad radiante', saca del olvido esta faceta.

Publicado por Torremozas, 'La oscuridad radiante' da a conocer por primera vez español la creación poética de Mary Anne Evan (Nuneaton, Warwickshire 1819- Chlese, Londres, 1880) -una escritora escondida bajo un sobrenombre masculino-, en una edición bilingüe a cargo de Juan Pedro Martín Villareal, con un anexo de poemas manuscritos por la propia autora.

Considerada la escritora más importante la época victoriana, Mary Ann Evans o Geroge Eliot es autora de novelas como 'Escenas de la vida clerical' (1858), 'Adam Bede' (1868), 'El molino junto al Floss' (1860) o 'Silas Marner' (1861), 'Felix Holt, El Radical' (1866) o 'Middelmarch' (1872), una obra considerada por algunos la críticos como la mejor novela escrita en inglés.Uno de los libros firmados como George Eliot

Fue admirada por Emily Dickinson, Herny James y Virginia Woolf; esta última consideraba que 'Middelmarch', donde narra la vida moral y provinciana en la Inglaterra del XIX, era "una de las pocas novelas escritas para adultos".

"Aunque Mary Evans no sea una novelista olvidad, sí es una poeta que merece ser rescatada del olvido", escribe Juan Pedro Martín Villareal en el prólogo del libro, donde aclara que la puesta en valor de la obra poética de Mary Evans ayudará a completar el retrato de esta autora, al parecer, llena de contradicciones.

Su poesía, sin embargo, muestra "con gran fidelidad" una mujer que se rebeló contra toda norma

"En ocasiones sus novelas prescriben un rol de esposa que ella no cumplió en su vida real, glorifican la maternidad pese a que nunca tuviera descendencia y tiene como escenario su pasado rural poblado de gente humilde que ella abandonó pronto para mudarse a la cosmopolita, Londres", dice Martín Villareal.

Una mujer que se rebeló contra lo establecido

Pero su poesía, sin embargo, muestra "con gran fidelidad" una mujer que se rebeló contra toda norma.

"En sus poemas se plasman unos sentimientos y preocupaciones que evolucionaron a medida que su identidad femenina se perfiló a base de superar los continuos obstáculos que la sociedad de su tiempo interpuso para una mujer que decidió romper con los moldes que constreñían a la mujer victoriana", añade Villareal.

Retrato de Mary Ann Evans

La poesía fue su pasión, el género que la acompañó a lo largo de toda su vida, "ya que lo cultivó desde su adolescencia hasta sus últimos años de vida, mientras que solo se dedicó a la escritura de novelas en su madurez y con el apoyo de su marido George Henry Lewe", sostiene el editor, que asegura que la poesía de autora es una ventana por la que vislumbrar a la mujer que estaba detrás del personaje.

Esta escritora, como muchas mujeres a los largo de la historia, tuvo que utilizar un nombre masculino para poder ser leída y publicada

"Cada alma que toca la tuya -por mínimo que sea el roce- obtiene de ahí algo bueno;/ alguna gracia; un pensamiento amable;/ un anhelo aún no sentido; / un poco de valentía/ ante el cielo ensombrecido;/ un destello de fe/ para afrontar los densos males de la vida;/ un atisbos de cielos más claros - para hacer que esta vida valga la pena y del cielo y del cielo una herencia más segura", escribe la autora.

Para poder ser leída y publicada

Esta escritora, como muchas mujeres a los largo de la historia, tuvo que utilizar un nombre masculino para poder ser leída y publicada, fue educada de forma estricta en la religión evangélica, en una familia que se opuso a sus inquietudes intelectuales desde la infancia.

Pero estas inquietudes intelectuales y sus dudas religiosas la llevaron a interesarse por el pensamiento y la filosofía; la religión y la fe fueron temas constantes en su vida, hasta llegar al final a sentirse atea. Sabía griego, latín y alemán, y mantuvo contactos con grandes intelectuales como Start Mill o Herbert Spencer.

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