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Cultura

'Ama', un canto a las malas madres en tiempos de individualismo

Júlia de Paz Solvas desmitifica la maternidad y reivindica la comunidad en el drama que conmovió en el Festival de Málaga

Aunque en la pasada edición del Festival de Málaga la biznaga de Oro fue para El vientre del mar, de Agustí Villaronga, la verdadera triunfadora del certamen fue la película Ama, el debut en el largometraje de la joven directora Júlia de Paz Solvas, que consiguió conmover por unanimidad tanto a la crítica como al público y se convirtió así en la gran sorpresa del festival con un canto a las madres imperfectas y una crítica al individualismo que impera en estos tiempos.

La ópera prima de esta cineasta de 25 años es, ante todo, un homenaje a las madres, un plural que incluye a todas ellas, sean perfectas o no, y que nació de dos ideas: "el arrepentimiento y el abandono", tal y como ha contado la directora en una entrevista a Vozpópuli con motivo del estreno de su debut este viernes en los cines españoles. Esta película, cuya acción se desarrolla en L´Albir, Alicante, Benidorm, L'Alfàs del Pi y Sevilla, nace de su trabajo de fin de carrera de la Escuela Superior de Arte y Cine de Cataluña (ESCAC), un cortometraje que cuenta con la misma actriz protagonista, Tamara Casellas, ganadora de la Biznaga de Plata en Málaga a la mejor interpretación femenina.

'Ama', un canto a las malas madres en tiempos de individualismo / Filmax

La protagonista en esta historia es Pepa (Casellas), "una mujer que se ve sola frente a la maternidad, sin recursos, sin apoyo y sin red, y que llega a cuestionar su vida y arrepentirse de su maternidad", en palabras de su directora. Ella y su hija de seis años (a quien da vida la pequeña Leire Marín) se ven un día en la calle, sin nadie que les ofrezca un lugar en el que dormir. Esta situación extrema también les servirá para acercarse y construir una relación que antes era casi inexistente, más allá del propio vínculo materno.

Júlia de Paz Solvas aborda con delicadeza y también contundencia la situación límite de esta madre, una repartidora de "flyers" de una conocida discoteca de la costa alicantina que elude sus responsabilidades siempre que puede y que evita tocar o besar a su hija. El retrato de una madre que el espectador comienza odiando da paso a la imagen de una mujer que sufre la soledad y el desamparo por la que es imposible no sentir compasión. Sin medias tintas, la directora hace aquí una crítica feroz al individualismo actual, una situación en la que cuesta imaginar a las generaciones anteriores de madres y abuelas criando a sus hijos.

Cada vez somos más individuales, nos centramos más en nuestro privilegio y nuestra situación. La rabia de ver esta injusticia de la individualidad es también lo que me llevó a escribir esta película, reivindicar que debemos darnos apoyo", afirma la directora

"Tengo un conflicto, sobre todo con la pandemia, que ha sido sobre todo una crisis de clase social, y es la falta de colectividad. Antes a la mínima la gente se manifestaba y a la mínima se agrupaba, y ahora cada vez somos más individuales, nos centramos más en nuestro privilegio y en nuestra situación. La rabia de ver esta injusticia de la individualidad es también lo que me llevó a escribir esta película, reivindicar que debemos darnos apoyo", ha señalado la directora de Ama, que recibió el Premio Feroz Puerta Oscura que entrega la prensa a la mejor película de la sección oficial en el Festival de Málaga.

Malas madres: huir de la imagen perfecta

En este drama, la directora se revuelve contra la imagen de madre perfecta que se impone y que nadie logra alcanzar porque uno de sus objetivos, según cuenta, era "la deconstrucción del mito de la maternidad" que, a su juicio, es "una relación humana que no debe ser exigida o impuesta". Pero también traslada el concepto de clasismo desde la concepción. "La maternidad se exige igual para todas cuando no es lo mismo una madre que debe trabajar todo el día para conseguir algo de dinero y pagar el alquiler y la comida que una mujer con privilegios y comodidades", subraya.

Además, Júlia de Paz Solvas derriba varios clichés, entre ellos, la representación física de la mujer como madre, para lo que escapa del "cuerpo normativo" y muestra a "una mujer que no se depila, con estrías y que también es un cuerpo bello", en sus palabras, así como una "madre desnuda, a la que el público no está acostumbrado, con sus cicatrices y sus tatuajes".

Júlia de Paz Solvas es una de las voces más interesantes que han emergido en los últimos años de la cantera de directoras de la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña (ESCAC), que en los últimos años ha dado trabajos tan interesantes como La inocencia, de la también debutante Lucía Alemany, un trabajo injustamente recibido en la temporada de premios. "No puedo vivir del todo con esto", ha manifestado la directora, quien combina sus proyectos cinematográficos con sus estudios de Educación Social y "trabajos esporádicos para pagarse el alquiler".

A pesar de la "incertidumbre" de las directoras españolas, que en muchos casos no han conseguido romper el techo de cristal del debut cinematográfico, es fácil imaginar que en su caso, y con los nuevos aires que soplan, su mirada cristalina, incómoda y arrebatadora volverá pronto para fijar la atención allá donde muchos no quieren mirar.

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