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Madonna: 30 años del documental que marcó nuestra cultura pop

España es protagonistas de 'En la cama con Madonna'

Durante cuatro décadas, Madonna Louis Ciccone (Bay City, Míchigan,1958) ha sido la reina absoluta del pop global. Desde Cindy Lauper hasta Lady Gaga, ninguna diva pop-rock fue capaz de hacerle sombra, más bien se han conformado con recibir su aprobación, como aquel famoso número de los premios MTV donde besó a Christina Aguilera y Britney Spears. La única que la ha superado en este siglo ha sido Beyoncé, pero aún así es toda una hazaña considerando que el último disco que gustó de verdad a sus fans fue Confessions on the danclefloor (2005). ¿Cómo se explica esto? En parte, gracias al documental En la cama con Madonna, que cumple treinta años desde su exitoso estreno mundial.

¿Un dato clave? Recaudó 29 millones de dólares, convirtiéndose en el documental más rentable de la historia hasta ese momento. Se mantuvo en esa primera posición hasta 2001. La primera elección para dirigir fue el mítico David Fincher, responsable de la adrenalina visual de vídeos clave de la cantante -'Vogue', 'Express Yourself'…-, que influyeron decisivamente en el espectáculo. Finalmente el trabajo recayó en Alek Kenishian, un graduado en Harvard menos interesado en la estrella pop que en su ‘troupe’ de bailarines, asesores y amigos, que le recordaban a una versión moderna de La dolce vita (1960) de Federico Fellini. Por eso hay tantas escenas en camerinos como en el escenario.

La escena más polémica fue Madonna practicando una felación profunda a una botella de agua marca Vichy

¿Qué contienen sus dos horas de metraje? Escenas públicas e íntimas de la gira mundial Blonde Ambition, con la artista en pleno esplendor creativo. Revisar la película en 2021 es una experiencia fascinante, ya que el metraje anticipa muchas de las tendencias que dominan la cultura pop en la actualidad. Entre ellas, el uso de escenas cotidianas para crear intimidad con el espectador, como se hace hoy desde Instagram a los ‘reality shows’. Realmente vemos la vida cotidiana con sus bailarines, presentadas como una gran familia.

También se explican los mecanismos del escándalo como herramienta promocional, con una Madonna desafiante cuando la policía inspecciona uno de los ‘shows’ para determinar si su simulación masturbatoria en el escenario puede considerarse escándalo público. La escena más comentada, por supuesto, es en la que Madonna juega a ‘Verdad o consecuencia’ y acaba practicando una felación profunda a una botella de agua marca Vichy (apuesta osada en la era preIntenet)

Madonna, España y la frustración sexual

La mezcla de porno blando, banalidad y narcisismo está presente en cada escena, como tráiler de lo que nos esperaba en las tres décadas siguientes. Por supuesto, la película también es un escaparate de Madonna y sus íntima relación con los famosos, entre ellos Warren Beaty, Jean-Paul Gaultier, Al Pacino y Pedro Almodóvar. Es la etapa en que Madonna convierte en emblema el ‘vogueing’ y las ‘drags’, subcultura gay que ella difunde a escala planetaria al tiempo que la rentabiliza a lo grande. Todo un adelanto de los ‘coolhunters’ y de los debates sobre apropiación cultural.

¿Primeras palabras de la cinta? “A veces creo que estoy en estado de ’shock’. No sé, se ha acabado la gira pero…Verás, la semana pasada estuve en España, creí que tendría una crisis nerviosa; no podía aguantar al público. Pensé en anular el concierto, hacía demasiado calor. Todo me afectaba y pensé…Creo que me estaba preparando para la depresión de terminar la gira”, explica la voz de Madonna en ‘off’.

Estamos ante otra inercia mediática clásica de nuestros días, la de la estrella que usa sus debilidades para acercarse emocionalmente a su público. Una escenas cumbre es la cena donde intenta ligar (sin éxito) con un joven Antonio Banderas, que acude con su mujer a la fiesta en honor de la cantante en el hotel Palace. Madonna confiesa su frustración a las amigas en los baños, hermanándose con sus fans adolescentes. Se ha estado preparando durante una semana para el encuentro y vuelve sola a la limusina, como tantas vampiresas de discoteca provincial. Las divas también lloran.

¿Conclusiones? Supone un tremendo mérito que la película se deje ver todavía, más allá de anticipar las claves de nuestro presente pop. Las canciones escogidas han envejecido bien y el carisma de Madonna queda muy bien capturado. Más allá del repertorio, destaca la manera en que la italoamericana ha marcado nuestra cultura popular. Hay que admirar a superventas como Taylor Swift, una de las pocas que han logrado triunfar al margen de su influencia.

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