Cultura

Los Goya y las trampas del cine anticíclico

El sector audiovisual español no solo está  separado del pueblo, sino también de la realidad

  • El actor Javier Bardem, el realizador Fernando León de Aranoa y el productor Jaume Roures. -

Hace unas semanas, el columnista Hughes compartía una afilada intución cultural que podemos resumir en una frase: los creadores de contenidos audiovisuales en España tienen una pulsión anticíclica, es decir que les encanta rodar historias a contrapelo de la realidad nacional. El ejemplo que usaba, en una pieza titulada "Mi marido me viola", era el estreno de la serie dramática Querer, fuerte apuesta de ficción de Movistar+ y una de las grandes triunfadoras de los últimos premios Feroz, antesala de los Goya. La serie explora en un registro muy crudo la historia de una presunta violación continuada dentro de un matrimonio burgués de San Sebastián. La trama culpa a la familia tradicional española de todos los males de nuestra sociedad justo cuando los delitos sexuales se han disparado en el País Vasco como consecuencia del aumento descontrolado de inmigrantes.
 
Para que se hagan una idea, en Donosti las agresiones sexuales con penetración se cuadruplicaron entre 2016 y 2023. Lo que era un paraíso de paz de clase media se va convirtiendo en algo parecido al Bronx, mutación que nuestros valientes cineastas sociales no se atreven a abordar. ¿Por qué arriesgarse a incluir personajes gays, inmigrantes y mujeres capaces de conductas reprobables cuando es mucho más simpático y subvencionable que los malos sean hombres blancos heterosexuales, mejor si son empresarios, padres y católicos? Las películas del actual cine español resultan más previsibles que la papeleta electoral que introduce en la urna Angels Barceló, lo que les ha costado un sonado divorcio con sus propios espectadores. Pero el cine español progresista no se hace para quen paga en taquilla sino para el reparto de dinero público. 

Cine antisocial

No estamos ante un fenómeno nuevo. En el año 2002 se estrenó la aclamada Los lunes al sol, del cineasta social Fernando León de Aranoa. La cintra retrata crudamente el drama del paro, precisamente cuando el aznarismo podía presumir de unas tasas desempleo envidiables en comparación con nuestro presente. Tras más de treinta años atendiendo a las novedades de nuestro cine patrio, me encuentro en condiciones de adivinar con enorme exactitud qué película no está rodando ahora mismo en ninguno de nuestros platós: una secuela de Barrio, también de León de Aranoa, que cuente las aventuras de cinco jóvenes desempleados en los años del sanchismo. La actual tasa de paro en menores de 25 años es la más alta de la Unión Europea, un 24,2%. ¿Van pillando de qué va esto?

¿Cuánto dinero y grandes películas estamos perdiendo por someternos a los dogmas del arte ‘progre’?

Aporto un tercer ejemplo, que los hay para aburrir. Este lo desgranó de manera brillante el escritor Juan Manuel de Prada, en un excelente artículo titulado "El exterminio de los campeones". Su tesis es que el éxito de una película sobre un equipo de baloncesto formado por chavales con Síndrome de Down era una simple estrategia compensatoria. "Podríamos probar a preguntarnos –más allá de las virtudes cinematográficas de Campeones– cuál será la razón ‘sociológica’ de su éxito. ¿Será qué nuestra conciencia moral se siente interpelada y nos invita a reflexionar sobre el exterminio sigiloso de estas personas? ¿O será más bien que en ella hallamos un desahogo sentimental que nos permite olvidar más fácilmente este exterminio?" El texto se publicó en marzo de 2023.

Terminamos con La infiltrada, historia basada en hechos reales de una joven que logra introducirse en la banda terrorista ETA para pasar informaciones decisivas a la policía española. La película causó tanta incomodidad a José Luis Rebordinos, director del festival de cine de Donosti, que no le encontró hueco en ninguna de sus múltiples secciones. Esto ocurrió justo un año después de estrenar a bombo y platillo un documental basado en las justificaciones narcisistas de Josu Ternera, susurradas al oído de Jordi Évole. Quizá el problema es que La infiltrada contiene una escena donde se reproduce con detalle el asesinato de Gregorio Ordoñez, del que hace poco se cumplió el treinta aniversario. Para sorpresa de nadie, tras ser ignorada en el festival más chic de nuestro cine, el público la convirtió en número uno de nuestras taquillas. ¿Cuánto dinero y grandes películas estamos perdiendo por someternos a los dogmas ‘progres’?

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