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Cultura

'Los ensayos', la serie más loca de HBO: ¿Por qué dejar las cosas al azar si puedes evitarlo?

HBO estrena una de las series más extrañas y atractivas de la temporada, un falso documental en el que uno no sabe qué es realidad y qué ficción

Fotograma de la serie 'Los ensayos'
HBO

El embarazoso momento de desvelar la verdad a unos amigos, la eterna duda acerca de si uno se convertirá en un buen progenitor o la dura tarea de conquistar a la chica que te gusta. ¿Qué tienen en común estas situaciones? Aparentemente nada, excepto un deseo gigante de los protagonistas por comprobar que las cosas salen bien, que están bajo control y que nada puede quedar expuesto a la improvisación. Y de eso se encarga el canadiense Nathan Fielder (Nathan for you) en Los ensayos, una serie en formato de falso documental completamente loca y adictiva.

Surrealista, original, fascinante, extraña, experimento social, maravilla o inusual son algunos de los adjetivos que recibe esta serie en las redes sociales, donde la sensación de sorpresa y extrañeza es común entre quienes se han decidido a conceder su preciado tiempo a cambio de unos minutos locos en los que ver ojiplático situaciones falsas con el mismo interés que si fueran reales. O quizás lo son. No importa, es tan fantástico que si se ajusta a la realidad o no es lo de menos.

Los ensayos bebe de los realitys puros y sitúa al espectador ante una posibilidad hilarante en la vida que, sin embargo, no dista tanto de los anhelos que todos nos callamos. Nathan Fielder da la posibilidad a sus clientes de crear una simulación de aquella realidad que el cliente desea probar. Para esta redactora de Vozpópuli, lo que se ofrece aquí es la oportunidad de anticipar reacciones, adivinar respuestas, saber al milímetro qué depara cada situación en la vida porque el control y la seguridad hacen a uno feliz y la incertidumbre nos hace polvo. Poco importa a veces si la vida está precisamente en lo inesperado.

"Lo he ensayado diseñas de veces, con una réplica de un actor que hacía de ti", señala el actor protagonista en el primer episodio de esta extraña y adictiva serie, de la que hasta ahora se pueden ver dos capítulos. Lo que aquí se ofrece es una coreografía de la vida, con actores que estudian todos los movimientos, gustos y gestos, para no dejar que el azar entre en acción. Todo ha sido estudiado a través de réplicas perfectas de casas, bares y otros lugares de forma meticulosa.

Si hubiese que clasificar esta serie sin caer en etiquetas manidas, podría decirse que se trata de ese tipo de programas que uno ve con los ojos tapados con un sentimiento cercano a la vergüenza ajena, pero que no puede evitar mirar, para lo que es capaz incluso de postergar todo lo que tiene previsto porque necesita ver más. Una adicción cualquiera.

Lo mejor de esta serie sin duda es que sabe detectar ese fallo, el talón de Aquiles de la sociedad actual, en el que todo está medido, calculado, no hay posibilidad de accidente, ni margen de error, de espontaneidad y, por tanto, de vida. La proyección que hacemos de las cosas nos asusta más que la propia realidad y, por tanto, se magnifican las respuestas, los efectos y las consecuencias. Nathan Fielder ha entendido muy bien esta parte tan vulnerable del ser humano, tan asustado de no alcanzar la perfección, y saca oro.

Los ensayos: todo bajo control

Si bien en un primer capítulo un hombre trata de controlar la reacción de todos los amigos con los que juega al Trivial y a quienes tiene que confesar una mentira en su curriculum académico, en el segundo capítulo una mujer que sobrepasa los 40 quiere comprobar a partir de una simulación en dos meses de lo que significa la maternidad hasta los 18 años y, en ese caso, decidir si está preparada o no. Es lo de menos si tiene o no pareja, lo importante es saberlo todo de los bebés que no tiene y encontrar el sitio idílico donde criarlos.

El resultado es una comedia absoluta sin lugar para la carcajada que no parece que vaya a dejar de sorprender en sucesivos capítulos y que se ríe demasiado de una sociedad a menudo enferma, demasiado preocupada por no salirse del guion, no hacerse daño a la hora de tomar decisiones y tenerlo todo bajo control. Este experimento social lleva al límite al espectador y propone un viaje al absurdo demasiado jugoso.

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