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Cultura

Cada cual con su Proust: los muchos traductores de ‘En busca del tiempo perdido’

El escritor francés Marcel Proust.

Marcel Proust publicó, con su dinero, el 14 de noviembre de 1913, Por el camino de Swann, el primero de los siete volúmenes de En busca del tiempo perdido, que André Gidé se había negado a editar por considerarlo un folletín trufado de “historias de duquesas” sin ningún interés para los lectores cultos y serios. El poeta se arrepintió en menos de un año, pero el mal ya estaba hecho.  

Bernard Grasset, el editor que consiguió Proust y con el que rompió en 1916, le obligó a acortar el volumen, que pasó de tener cuatro partes a tres. Y así salió a la calle el primero de los tomos de una obra ciclópea que consumió años de trabajo a su autor. Escrita entre 1908 y 1922, En busca del tiempo perdido o al modo Armiño A la búsqueda del tiempo perdido (À la recherche du temps perdu, en francés) tiene alrededor de tres mil páginas y siete partes, publicadas entre 1913 y 1927; las últimas tres últimas póstumas. Proust murió en 1922, antes de verla terminada.

Cien años se celebran desde que el joven aspirante a escritor Marcel recibiera al lector con la que se convertiría en una de sus frases más célebres: “Longtemps, je me suis couché de bonne hevre”. “Mucho tiempo he estado acostándome temprano”, tradujo Pedro Salinas. “Me he acostado temprano, hace mucho”, que dice Mauro Armiño. Y aunque podrían parecer matices, no lo son. ¿Cuántas versiones de À la recherche du temps perdu existen en español? ¿Es igual el Proust de Pedro Salinas que el de Consuelo Berges o Fernando Gutiérrez? A cada cual entonces, su propio Proust.

A cada cual su Proust

Muchos coinciden en que esta no es una novela -Georges Bataille la comparó con Las mil y una noches-. Aunque eso, a veces –que no siempre-, no sea lo más importante. Puede que En busca del tiempo perdido sea una catedral, un océano, un monumento definitivo a la vocación artística que se vale de las aspiraciones literarias de su narrador para iniciar el viaje –geográfico, afectivo, temporal- de quien busca conseguir una escritura capaz de fijar el tiempo. Marcel atravesará los salones parisinos, el brillo de la aristocracia o de los lugares de veraneo de moda, también la guerra, la enfermedad o el amor, en una obra de la que brotan historias independientes –la de Charles Swann con Odette de Crécy, por ejemplo, en este primer volumen-. Es una de las obras maestras del siglo XX. Sin embargo, y considerando el particular estilo de Marcel Proust, la pregunta sería acaso… ¿era posible traducir a Proust? ¿Lo es todavía? ¿Cuántas versiones hay? ¿Y cuáles son las más válidas? ¿Existe tal cosa como un Proust mejor que otro?

Según plantean algunos investigadores, Ortega y Gasset fue uno de los primeros españoles en estudiar los tomos iniciales de Proust: Du côté de chez Swann y A l'ombre des jeunes filles. Sus concepciones de la obra del francés las volcó Ortega en un texto cuya versión en castellano lleva por título Tiempo, distancia y forma en el arte de Proust, publicado en La Nación de Buenos Aires el 14 de enero de 1923, poco después de la muerte del escritor. Hay quienes insisten en que -en vida de Proust- Ortega y Gasset hizo todo lo posible por la traducción de su obra. Sin embargo, fue el poeta Pedro Salinas el encargado del primer proyecto de traducción. Suyos son los dos primeros tomos, ambos publicados en los años 20, Por el camino de Swann (1920) y A la sombra de las muchachas en flor (1922). El tercero, El mundo de Guermantes, que se publicó antes de la guerra civil, fue traducido entre Pedro Salinas -que abandonó el proyecto- y José María Quiroga Pla.

Hasta 1952 no apareció en España una edición completa de los siete tomos proustianos. Existió una versión de Fernando Gutiérrez, editada por Plaza y Janés -discretamente prohibida algunos años- y de Consuelo Berges (Alianza, 1967-1969). Fue la editorial argentina Santiago Rueda la que publicó por primera vez en lengua española todo En busca del tiempo perdido. Para conseguirlo, Rueda contrató al escritor argentino Marcelo Menasché, quien hizo su versión de los últimos cuatro tomos: Sodoma y Gomorra y La prisionera (1945), Albertina ha desaparecido y El tiempo recobrado (1946). El contraste entre esta versión y la de Salinas y Quiroga Plá era demasiado evidente y algunos críticos de otros países concluyeron que la de Menasché era inferior. No obstante, llegó a todas partes de Hispanoamérica y puede que buena parte de los lectores de Proust en español hayan bebido de sus páginas.

Año 2000: Proust argentino y Proust castizo

Desde 1969, Alianza no se propuso la revisión de los tomos de Proust que hasta entonces había editado. Se había hecho sin unidad, en épocas y condiciones diversas y sobre ella pesaba un elemento adicional: en la década de los ochenta las ediciones francesas de Proust comenzaron a incluir numerosas variantes y añadidos, especialmente con la aparición, en 1986, de Albertine desaparecida, versión trabajada e inédita de Proust encontrada por su sobrina y publicada en España por Anagrama, en 1988. Hubo en aquellos años otros intentos de traducción: Consuelo Berges y Fernando Gutiérrez hicieron otra para Plaza & Janés (1971), pero esa nueva edición no desplazó a la canónica.

Hasta el año 2000 no existía en España una versión de los siete volúmenes de Proust de la mano de un mismo traductor. Justo en ese año, la editorial Valdemar puso en marcha el titánico proyecto de la mano de Mauro Armiño, quien no sólo tradujo los dos primeros tomos, sino que introdujo un doble diccionario: Los personajes de la vida de Proust (Diccionario de Marcel Proust) y los personajes de la novela, frecuentemente relacionados con los anteriores: Diccionario de personajes de A la busca del tiempo perdido. En esa edición, Mauro Armiño hizo cambios desde el título: A la busca del tiempo perdido y no En busca del tiempo perdido. El primer tomo lo tradujo como Por la parte de Swann (y no Por el camino...). Para muchos, la de Armiño comparada con la de Salinas es la más correcta, ya que el narrador usa una fórmula popular antigua, para referirse al mundo burgués de Swann situado frente al aristocrático de los Guermantes. Pero las variaciones continúan. Por ejemplo, en la frase inicial por todos recordada, donde Pedro Salinas tradujo: “Mucho tiempo he estado acostándome temprano”, Armiño prefirió: “Me he acostado temprano, hace mucho”.

Simultáneamente aparecieron dos versiones más: Del lado de Swann de la argentina Estela Canto (1920-1994) editada por Losada, en Buenos Aires, y Por la parte de Swann de Carlos Manzano (Lumen, Barcelona). De la de Estela Canto muchos rescatan el hecho de que la traductora evitara los argentinismos que se le atribuían a Menasché. También Armiño y Manzano prefirieron servirse de modismos muy generalizados, algo más planos que los que utilizó Salinas. A esa primera entrega que hizo Lumen se sumó, en 2002, el tercer volumen La parte de Guermantes, en lugar del acostumbrado El mundo de Guermantes (Le coté des Guermantes) que utilizaron Pedro Salinas, José María Quiroga Pla y Consuelo Berges.

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