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Cultura

Libros que necesitan cuchillo y tenedor

Los libros-tarta de Nunos Pastelería, en Madrid. (Foto: Nunos Pastelería)

¿Se puede devorar un libro? En una noche de insomnio seguramente, pero no hace falta cuchillo y tenedor. Sin embargo, para estos en particular sí. Se trata de libros que se imprimen en la cocina, delicadas elaboraciones comestibles que han conseguido lo que muchos autores no han logrado: que la gente se trague una novela de un bocado.

El encargado de tal proeza es Firo Vázquez, un chef que lleva más de una década experimentando con las propiedades comestibles del papel. Vázquez se hizo famoso en 2005 con su degustación de capítulos de El Quijote encuadernado e impreso con tinta de calamar sobre papel de cereales. Los grabados que eligió para ilustrar su versión comestible de la obra de Cervantes eran de Gustavo Doré y en ellos se podía dar un buen mordisco a la delicada Dulcinea hecha con pinceladas de almendra dulce y miel.

El Quijote impreso en tinta de calamar o El Libro Rojo de Mao al ajillo.

Dos años más tarde, en 2007, el chef del restaurante El Olivar, en Moratalla, Murcia, hizo algo parecido. En la inauguración de la sede en Pekín del Instituto Cervantes ofreció una conferencia titulada ¿A qué sabe el Quijote?, que finalizó con la degustación de unas páginas elaboradas a base de finas láminas de cereal (trigo y arroz) pasadas ligeramente por el horno y pintadas con tinta de calamar.

Pero la cosa no quedó ahí. Sus creaciones fueron mucho más allá:hizo una Corteza Cortázar en Rayuela, una versión de la novela del escritor argentino cuya portada, hecha en papel de arroz, se sirve  con una anchoa del Cantábrico, pimiento de piquillo asado y alioli de albahaca o su Libro Rojo con Gambas al ajillo,, un plato basado en la gamba e inspirado en el libro rojo de Mao, que –según el chef- sólo se puede digerir si se toma al ajillo.

Nunos Pastelería, en Madrid, hornea libros-tarta y novelas negras de chocolate.

Vázquez, quien tiene más de una década experimentando este tipo de opciones literarias,  utiliza papeles elaborados con fécula de patata, maíz, arroz, impresos en blanco y negro o a color. Los hay tridimensionales o planos, rígidos y flexibles, en color o blanco y negro, lisos o rugosos. Todos con sabores y texturas diferentes. Y a este frágil ingrediente lo somete a distintas técnicas culinarias. Así, el papel es frito, asado, escabechado, aliñado o en papillote. Esta, a su manera, la denomina Papellot.

Pero Vázquez no es el único. Hay quienes también saben hincarle el diente a la buena literatura, por ejemplo José Fernández. Desde que instaló su Nunos Pastelería a pocos pasos del Retiro, en Narváez, 63, nunió sus dospasiones: la pastelería y la lectura. Una mezcla de la que ha surgido una colección de confituras literarias elaboradas artesanalmente. En Nunos Pastelería se hornean Tartas-Libro con letras manuscritas, bombones literarios y hasta una Biblioteca Cremosa, pequeños bocados de hojaldre y crema con forma de libro organizados por géneros literarios:  el policial y la novela negra están elaborados con  chocolate Goson Noir; rosa, para los más románticos, con sabores de fresa y menta; verdes, para los más comprometidos con la naturaleza, de sabor pistacho; amarillos, de limón y jengibre para los que gustan de aventuras, el blanco sabor vainilla para los que les gusta viajar o azules, con sabor a violeta para los clásicos.

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