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Cultura

Un gentleman griego tocado con sombrero de paja

Konstantino Kavafis murió un 29 de abril, el mismo día que cumplía 70 años. Mientras vivió, su poesía fue casi desconocida, circuló en hojas sueltas que él mismo distribuía entre amigos y allegados. En 1904 aparecieron impresos sus primeros poemas, sólo catorce. El novelista inglés E.M. Foster impresionado por sus versos, los tradujo al inglés a mediados del año 1930, así comenzó la tímida difusión de su obra. Después de un siglo y medio de su nacimiento, su obra continúa siendo un referente.

“Un gentleman griego, tocado con sombrero de paja”, así se refirió Foster al poeta, a quien conoció  durante la primera mundial mientras estuvo como destacado de la Cruz Roja en Alejandría, ciudad natal del autor de Ítaca, uno de sus poemas más conocido junto a El dios abandona a Antonio, escritos en 1911.

Kavafis era políglota, un cosmopolita. Cursó estudios en Liverpool durante siete años, vivió en Estambul, conoció Francia y sus grandes poetas del siglo XX –que ejercieron gran influencia sobre él, especialmente los simbolistas- , fue un sabio conocedor del mundo panhelénico y eligió escribir en griego.  Hay en él algo de excentricidad. Escasamente conocido como poeta en Alejandría, trabajó como funcionario del Ministerio de Riegos egipcio.

En sus evocaciones del pasado griego y, sobre todo, helenístico, mezcló reflexión, sensualidad e ironía, y les dio la solidez y la variedad que encontró en su propio entorno.  Su lengua fue una extraña mezcla del refinado y pomposo griego heredado de los bizantinos, el kazarévusa, y el demótico, o lengua hablada. Su estilo es relajado, casi conversacional y realista, que con el tiempo se convertiría en una influencia para Luis Cernuda o Jaime Gil de Biedma. Fue también una figura influyente en el novelista británico Lawrence Durrell, en cuyo Cuarteto de Alejandría es una presencia permanente.

Poco o nada parecía preocupar a Kavafis la fama literaria. Escribía no menos de sesenta poemas al año, de los que sólo conservaba cinco o seis. Sin embargo, no ignoraba el valor de su obra. Su continúo afán de perfección le hacía concebir el trabajo del poeta como “una escalera interminable”.

Su obra ha tenido célebres traductores, entre ellos Marguerite Yourcenar o el mismo Gil de Biedma. También autores como Luis Antonio de Villena han estudiado la obra del alejandrino. Después de su muerte sólo se conocían 154 poemas suyos. A finales de la década de los setenta, la editorial Visor publicó 65 poemas recuperados, que dieron a conocer un Kavafis más joven y romántico.

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